Malas Palabras dialogó con Natalia Zuazo, especialista en política y tecnología, sobre el impacto de la Inteligencia Artificial en el mercado laboral argentino y el rol de las organizaciones gremiales para garantizar los derechos y el bienestar de los trabajadores.
Por Mariana Portilla
Foto: Alejandra López
La avanzada de la Inteligencia Artificial con la irrupción del chat GPT generó preocupación y temor ante sus posibles consecuencias en el ámbito laboral. A medida que esta tecnología se desarrolla y despliega en diversos sectores, surgen preguntas importantes: ¿Cómo cambiará la forma en que trabajamos? ¿Qué oportunidades y desafíos enfrentaremos?
Malas Palabras entrevistó a Natalia Zuazo, politóloga, especialista en política y tecnología, y autora de “Guerras de internet” y “Los dueños de internet”, para examinar el impacto potencial de la IA en Argentina, un país con una economía diversa y una fuerza laboral activa.
-Con el avance de la Inteligencia Artificial (IA) suenan las alarmas y crece el temor ante sus capacidades inexploradas. ¿Qué impacto tendrá en el mercado laboral de nuestro país?
–En cada industria va a tener un impacto diferente, pero todas van a sufrir un cambio a partir de la aceleración de las tareas automatizadas. Cabe decir que la IA no es algo nuevo. El término y los usos han comenzado a partir de 1956 y se han automatizado desde ese momento distintos procesos, inclusive procesos laborales. Ahora, a partir de una acumulación muy importante de datos y una capacidad de procesamiento de los dispositivos, estamos en una fase más acelerada porque hay una competencia entre las empresas que desarrollan estos productos y, por lo tanto, eso también acelera los procesos de automatización.
-Según el Foro Económico Mundial, de cara a 2025 desaparecerán 85 millones de puestos de trabajo y se crearán 97 millones, en 26 naciones. ¿Cómo deberían intervenir los sindicatos y las organizaciones gremiales frente a estos cambios impuestos por la tecnología? ¿Cuáles son sus desafíos?
–El impacto que esto va a tener en el mercado laboral de cada país, en este caso el argentino, es relativo y depende de la capacidad de resolver algunas cuestiones. La primera es organizar el sistema productivo y los sindicatos para investigar en qué áreas se va a desarrollar más la automatización o sistemas de IA y, por un lado, ver cómo se capacita a las personas cuyos trabajos se vayan a transformar para dos cosas: para que aprendan a utilizar estos sistemas, por ejemplo, en análisis de datos o cuestiones que tengan que ver con las nuevas oportunidades o, en caso de que no haya reemplazo, que exista la posibilidad de recapacitarlas.
Esto depende de una serie de actores, fundamentalmente, de los sindicatos. El sindicato que haga ese trabajo va a estar adelantado a los otros, y el que espere que la ayuda venga de otro lugar va a estar más atrasado. Además, hay un trabajo que hacer en el Estado para identificar estas instancias, tanto desde el Ministerio de Trabajo como el de Producción, la Secretaría de Innovación, etcétera. Y después, por supuesto, hay un trabajo de enseñanza y aprendizaje para complementar con estos temas.
-Natalia, vos señalás que “siempre que se problematiza sobre el futuro del trabajo se suele creer que el problema es de la máquina”. ¿Cómo derribar este mito?
-Para tener algo para decir frente a la automatización hay que asesorarse y conocer cuáles son los sistemas específicos que impactan en cada actividad, por ejemplo, en la docencia, en la salud, en la producción, porque son distintas las herramientas tecnológicas con las que se trabaja. Y una vez que se conocen esos impactos poder decir: “Bueno, yo quiero estas condiciones o este sistema lo quiero modificar para que, por ejemplo, no obligue a mis trabajadores a producir en esta cantidad de tiempo que no es posible”. Que existan los programas y que existan los datos analizables no significa que necesariamente los tenemos que adoptar así como nos vienen dados.
Las preguntas políticas de para qué y cómo lo vamos a hacer siempre tienen que estar por delante del producto y es muy importante no adoptar cualquier tecnología acríticamente. Y para eso se necesita un asesoramiento porque son temas que a veces suelen ser muy complejos y las tecnologías suelen producir, por un lado, libertad y, por el otro, miedo. Y ante el miedo lo que hay que hacer es conocer, entender, investigar y después tener un plan estratégico.
El capitalismo está organizado para eliminar el poder de los trabajadores. Entonces, sin una intervención decidida de los sindicatos, del Estado y de las organizaciones de la sociedad cuyo norte sean los derechos de los trabajadores la automatización podrá existir, la máquina podrá existir, pero los derechos que hay que defender van a seguir siendo los mismos de siempre.
Después de la Primera Revolución Industrial hubo una gran cantidad de derechos que se tuvieron que conquistar, también a partir de una revolución tecnológica de otro tipo de máquinas. Ahora tenemos que luchar para que, junto con esta nueva revolución de las máquinas que se llama IA, no volvamos atrás en los derechos que ya se habían conquistado.
Va a ser distinto porque los trabajadores además ahora están más fragmentados con las aplicaciones, con el trabajo remoto, la forma de organizarse no es la misma, pero lo que sigue siendo lo mismo es que las personas tenemos derechos, y esos derechos siempre hay que defenderlos frente a un capitalismo que busca maximizar la fuerza de trabajo para sacar más plusvalía.
-¿Qué marcos regulatorios se están trabajando en esta instancia de desarrollo de la IA?
-Existen en el mundo distintas iniciativas con consensos sobre cuáles tienen que ser los principios para un desarrollo que contemple los derechos humanos de las personas junto con el desarrollo de la IA. La recomendación en la que yo estoy más involucrada como consultora de la UNESCO es que los sistemas tienen que ser aplicados con una supervisión humana; otro de los principios importantes es la protección de los datos personales y la privacidad; así como la no discriminación.
Otra cosa que deben tener estos marcos éticos es una sensibilización de toda la población para que tenga mayor conocimiento del funcionamiento de esos sistemas y pueda expresar sus obstáculos o sus quejas frente a las decisiones automatizadas. Y por supuesto, lo otro que tiene que existir es un sistema para que esa regulación se haga cumplir porque las leyes en sí mismas no resuelven los problemas.
-¿La irrupción de la IA empuja a la humanidad a una nueva división del trabajo?
–Los problemas son los mismos de siempre con una nueva tecnología. El mismo Joe Biden el año pasado publicó una serie de principios para frenar las consecuencias negativas de la automatización, es decir, el presidente de un país liberal que en general no busca regular las cosas sino que el mercado lo haga. Entonces, eso es una demostración de que hasta los países más desarrollados están viendo una preocupación en este tema, pero lo que importa es qué hacemos los otros países: tenemos que tener la capacidad de asesorarnos en cada una de las áreas, en este caso, sindicatos o agrupaciones de los trabajadores para generar conocimientos sobre los temas y para tomar decisiones y que los avances de las tecnologías no generen más desigual.