La elección presidencial y el acuerdo Milei- Macri trazan un nuevo mapa nacional. El inédito balance de poder “en tercios” cristaliza el carácter entrópico de un momento fundacional. Los interrogantes son varios: ¿Massa es la nueva canción del peronismo? ¿Qué M es más grande en el Pacto de Acassuso? ¿El tercer sector podrá ser vértice del nuevo triángulo político?
Opinan: María Esperanza Casullo, politóloga, doctora en Gobierno por la Universidad de Georgetown (Washington, DC) y profesora de la Universidad Nacional de Río Negro (Argentina); y Juan Courel, consultor en comunicación política especializado en discurso y estrategia. Director de Alaska Comunicación.
Por Emiliano Guido
Collage: Adictos Gráficos
El Complejo Art Media, localizado en un codo hipster del barrio de Chacarita, Ciudad de Buenos Aires, es un espacio cultural de óptimo seteado lumínico y resonancia acústica. Unión por la Patria utilizó esa nave de estética industrial para dar su mensaje público cuando culminaron las elecciones generales. Aquella noche el espacio holgado de la tarima hizo más nítida la soledad con la que Sergio Tomás Massa, el artista de la noche, decidió subir al escenario. El candidato presidencial más votado habló escoltado por una voluminosa bandera argentina desprovista de la clásica figura del sol. Logró, así, una foto nítida el domingo 22 de octubre: la sombra de su cuerpo fue el único acento sobre el manto patrio.
El proceso electoral dejará, tras su paso, el contorno de un nuevo mapa político nacional. La morfología de sus colores es inédita. Desde el 2003, la llamativa composición xeneize del croquis nacional, en referencia al reparto provincial del poder, se viene esmaltando en forma de meme en las pantallas de los teléfonos celulares. El azul del peronismo predominante en las jurisdicciones del norte y la Patagonia, el amarillo del PRO hegemónico en los distritos del centro.
Ahora, el balance de poder es a tres bandas. Su coloratura es mayormente violeta (color de La Libertad Avanza) en redes sociales, el rojo y blanco del radicalismo tiene mayor presencia territorial, y el azul del peronismo no se ha decolorado, como vaticinaban varias usinas del poder.
Como todo momento fundacional hay más hipótesis que certezas. Pero, es indudable que el ciclo bicoalicional partidario nacido con la crisis del 2001 ha llegado a su fin. El primer interrogante es si el mencionado triángulo es perdurable como figura política porque su contorno implicaría pensar que dos derechas rivalizarán de forma simultánea, con el derroche de fuerzas que implica, contra el peronismo. ¿O habría que decir kirchnerismo? El escritor y periodista Marcelo Larraquy realizó un atinado comentario en la red X la noche del 22 de octubre: “Ya no se habla de kirchnerismo en TV. Se dice ´está ganando el peronismo`. Cambio de época”. Asumamos que hay un cambio de época, vayamos entonces como arqueólogos a recopilar datos, testimonios, semblanzas.
La forma del triángulo
El pacto De Acasusso Macri-Milei-Bullrich imprimirá con más nitidez un nuevo mapa de tercios políticos, dónde hay una derecha más nítida y una oposición menos rabiosa que recupera el legado de la coalición Unen, el conglomerado de centro que fue roto por Carrió en su momento.
Algunos dirigentes de la UCR se pronunciaron en volumen bajo, otros traficando offs en plataformas de prensa amigas, a favor de votar a Sergio Tomás Massa en el balotaje del 19 de noviembre. El presidente de la juventud radical de la Ciudad, Agustín Rombola, eligió un camino con más punch periodístico: “Si te autopercibís radical y vas a votar a Milei, no sos radical: sos un gorila al que no le dio la nafta para ser conserva”.
Malas Palabras habló con la politóloga María Esperanza Casullo y el consultor en comunicación política Juan Courel para mapear con más precisión el territorio político en transición. Casullo entiende que el peronismo de Massa coronó victoria en la elección porque en los comicios, finalmente, se plebiscitaron valores políticos y no índices inflacionarios: “La gente está enojada. Pero existe en gran medida un consenso en el sentido de que la gente no quiere abandonar los principios básicos de la democracia y el respeto al Estado de derecho, los valores democráticos y los derechos humanos. En cierto sentido, la elección se convirtió en un plebiscito sobre los valores democráticos y no sobre el desempeño económico del gobierno. Además, finalmente, los votantes peronistas que se habían desencantado parecían reenergizarse con la ambición y la perseverancia de Massa. Mientras una parte sustancial de la dirigencia peronista parecía haberse convencido de que las elecciones estaban irreversiblemente perdidas hace dos años (entre ellos, Cristina Kirchner), Massa eligió salir, hacer un plan y luchar. En última instancia, su espíritu apeló a sus votantes de base”.
Para el consultor en comunicación Juan Courel: “Es muy pronto para pronosticar cómo se va a reconfigurar el sistema de partidos. Lo que resulta difícil es imaginar cómo Juntos por el Cambio hará para mantenerse unido sin el incentivo de un probable gobierno nacional en el futuro cercano. Está claro que el principal incentivo para armar esa coalición alrededor del Pro fue ganarle al kirchnerismo. Hoy el Pro ya no es competitivo para esa tarea. Sobre Milei hay que esperar. No tiene antecedentes para que podamos evaluar su capacidad de mantener viva su fuerza política y unidos a sus 40 diputados”.
Con el citado apoyo de la UCR, el híper acelerado y poco creíble cambio discursivo de Milei -hasta se mostró generoso con la izquierda, a la que le ofreció la conducción de un Ministerio-, ¿la victoria de la Unión por la Patria es un hecho irreversible? Casullo muestra dudas: “El camino de Massa hacia la victoria está lejos de estar asegurado. La economía podría colapsar con otro ataque contra el peso. La mayoría de los votantes de Bullrich son históricamente anti-peronistas. El candidato libertario moderó su discurso después de su derrota y llamó a una amplia coalición opositora. Sin embargo, Milei parte desde atrás y, dadas las opiniones extremas que expresó en la campaña electoral, y lo moderado y centrista que Massa está tratando de ser, podría ser mucho más difícil para Milei ganarse a los votantes menos ideológicos que podrían estar considerando su candidatura”.
Juan Courel, por último, realiza una radiografía política de las dos M que disputarán la pelea de fondo del 19 de noviembre: “considero que el principal acierto de la campaña de Massa es haber logrado un alto grado de autonomía política y discursiva. Él lideró su propia campaña y supo conducirla. No siempre sucede. A veces las diferencias internas interfieren en la comunicación con el electorado y debilitan la cohesión y coherencia en el mensaje que se necesitan para que sea eficaz. Este Massa es más maduro que el de 2013. No se agrandó. Sabe que las cosas pueden salir mal y que no hay que anticiparse a los resultados. Creo que aprendió a ser más prudente. Es una gran incógnita qué sucederá con Milei, pero por lo que veo en otros lugares del mundo esas ideas y esos discursos lejos están de ser modas pasajeras. Llegan y se quedan. No siempre ganando pero sí influyendo en el debate público”.