La avanzada de Milei sobre los fondos de las provincias y la pelea con los gobernadores es el primer movimiento en la cruzada del anarco libertario por demoler el sistema desde adentro e imponer un nuevo orden de ajuste y conflicto permanente. La posibilidad de nuevos liderazgos opositores.
Opinan: Shila Vilker, magíster en Comunicación y Cultura (UBA) y directora de la consultora Trespuntozero; y Federico Zapata, politólogo, director general de la consultora Escenarios.
Por Nicolás Poggi y Mariana Portilla
Cuando ordenó pisar todos los fondos que el gobierno nacional debía enviar a las provincias, Javier Milei inició una pelea casi sin comparaciones históricas entre un presidente y gobernadores de todos los signos políticos. Y activó, además, el primer movimiento de un plan para destruir el sistema de organización político desde adentro, como prometió en campaña.
El régimen de coparticipación federal de impuestos desde el Estado federal a las provincias rige desde 1935 y hay un mandato constitucional, a través de la reforma de 1994, para que se fije, en acuerdo con todas las jurisdicciones, un sistema de reparto que sea definitivo y cumpla con el federalismo que dicta la Carta Magna. Con matices, ese acuerdo nunca había tambaleado hasta la intención manifiesta de Milei de cortar el envío de fondos.
Tras la batalla abierta con los gobernadores por el fracaso de la ley ómnibus, y la pelea por la coparticipación con Ignacio Torres (zanjada por un fallo judicial favorable a la provincia de Chubut), Milei se mostró mesurado en la apertura de las Sesiones Ordinarias al convocar a las provincias a un “Pacto de Mayo”. Una foto por ahora improbable de los gobernadores apoyando una reversión acotada de lo que fue el proyecto de Ley Bases, a cambio de alivio fiscal.
El libertario definió la convocatoria como un nuevo “contrato social” que incluya a las provincias, ex presidentes y líderes de partidos políticos, invitados formalmente a Córdoba para firmar, el 25 de Mayo, un consenso de diez puntos, entre los que figuran el equilibrio fiscal “innegociable”, una reforma tributaria que “simplifique la vida a los argentinos”, una reforma laboral “moderna” y la rediscusión de la coparticipación.
El comentario desbocado de Milei después de la invitación protocolar no se hizo esperar: “A los gobernadores los voy a mear a todos”, dijo, en un encuentro VIP con empresarios durante la tradicional muestra del campo Expoagro. “¿Quiénes se creen que son? Si siguen jodiendo, les cierro el Congreso”, amenazó, según revelaron varios de los presentes en esa reunión privada.
Cuenta regresiva
La pregunta es hasta dónde podrá llegar la nueva gestión si no encauza el diálogo con los gobernadores ni con ningún otro sector de la vida política, dispuesto como está el presidente a avasallar el pacto fundacional y reactivar incluso el antiguo conflicto que se remonta a la disputa entre Buenos Aires y las provincias en el siglo XIX.
“Esta postura de coacción a cielo abierto y de enfrentamiento establece sin dudas un nuevo parámetro en la política argentina, cuyo resultado es aún incierto”, advierte Shila Vilker, licenciada en Ciencias de la Comunicación y Magíster en Comunicación y Cultura por la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Para esta analista de opinión pública, que viene siguiendo de cerca la disputa del poder central con las provincias, es muy probable que el fracaso legislativo de la ley Bases, después de tantas concesiones hechas por el Poder Ejecutivo, haya motivado un “cambio de estrategia, forzando ahora a los gobernadores a votar el proyecto completo obteniendo, a cambio, alivio fiscal”. O sea, los fondos provenientes de impuestos coparticipables.
En diálogo con Malas Palabras, Vilker advierte que “si fracasa esta estrategia, es posible que el Ejecutivo decida gobernar sin el Congreso, aunque esto tendría como contraparte un Congreso con mayoría opositora que también abre la posibilidad de que gobiernen sin el Ejecutivo”.
Para Vilker “existen además otros gestos de este gobierno con los que buscan confrontar con símbolos de lo que ellos llaman la vieja política, que no modifican sustancialmente el programa económico pero que forman parte de una batalla cultural. La virulencia con que esta batalla se lleva a cabo constituye un nuevo parámetro que tiene como objetivo mostrarle a la sociedad que se está demoliendo todo lo establecido, aunque en realidad, solo se apunta a los símbolos”.
¿Nuevos liderazgos federales?
La incapacidad del sistema político tradicional de resolver la crisis que arrastra Argentina, atravesada por una división social cada vez más aguda, nos empujó al escenario que acá analizamos: la fractura entre Milei, como propalador de una nueva grieta “contra todos”, y los gobernadores de todos los signos políticos.
Para el politólogo Federico Zapata, este escenario tiene dos grandes vectores: el primero, la posibilidad de establecer un nuevo pacto fiscal, una especie de “mesa” donde se asiente el federalismo a partir de la presión de las provincias; y el segundo, el fenómeno de la crisis de liderazgos desencadenada por la debacle del poder central.
Zapata propone entonces analizar el mapa de Argentina región por región para hacer zoom sobre aquellos gobernadores jóvenes, como Maximiliano Pullaro (Santa Fe) y Martín Llaryora (Córdoba), además del ya mencionado Torres (Chubut), que son “hijos de la crisis” y están dando sus primeros pasos en una posible reconfiguración de un espacio opositor.
“La sociedad ha definido que quiere derrumbar el viejo orden y construir una serie de nuevos consensos, como la estabilidad monetaria y la disciplina fiscal, pero nunca dijo que quiere un Estado anarcocapitalista o que deje de existir la salud y la educación pública”, afirmó el politólogo a Malas Palabras.
Zapata considera prematuro aventurar si la convocatoria al Pacto de Mayo de Milei presagia una reconfiguración de un dispositivo político más sólido, que es lo que faltó hasta el momento, o si, por el contrario, “serán otros dos meses perdidos”. El Gobierno y la oposición se juegan buena parte de su legitimidad en los términos que cada parte obtenga de esa discusión.
Adivinando el futuro
A pesar del intento del Gobierno de hacer pasar como un “triunfo” el fracaso de la ley ómnibus (al permitirle a la sociedad conocer quiénes votaban en contra de ese paquete), en términos concretos se trató de una derrota legislativa que dejó en evidencia la “poca cintura política para establecer diálogos y puntos de consenso”, incluso luego de haber retirado prácticamente la mitad de los artículos del proyecto original, apuntó Vilker.
El desafío para Milei es cómo gobernar sin diálogo con los gobernadores, lo cual reafirma el carácter inédito de la epopeya de ajuste que persigue la gestión libertaria. “La falta de diálogo impide sancionar leyes, no garantiza la gobernabilidad y tampoco permite mejorar el funcionamiento del sistema democrático”, evaluó la analista de opinión pública, que agregó que “como poder se puede, pero no sería lo más conveniente para el conjunto de la sociedad”.
El desenlace de la pulseada de la nueva derecha contra el viejo sistema tal vez ofrezca la respuesta a este interrogante, aunque, advierte Vilker, “el juego está abierto y la moneda puede caer para cualquiera de los dos lados”, y más tratándose de un país como Argentina, donde hasta es posible que la moneda permanezca flotando en el aire por un largo tiempo.