Los armarios vacíos, de Annie Ernaux
Editorial Cabaret Voltaire (2023)
Por Laureana Cardelino (@todas_lasfiestas)
Publicada originalmente en 1974, la primera novela de la autora francesa, premio Nobel 2022, es editada en 2023 con traducción de Lidia Vázquez Giménez. Es un relato autobiográfico y una novela de formación, que pone en primer plano la potencia de la voz narradora, Denise Lesur, una estudiante universitaria que se encuentra en peligro de muerte. Desde una lucidez fina y sin vueltas, la protagonista habla sobre el rechazo a su origen popular, sobre las herramientas que le dio la educación, las relaciones, el placer. Y mientras narra esas experiencias, está absolutamente tomada por otra más urgente y salvaje: abortar. Dice: “(…) también deberían encontrarse plegarias para todo, para una chica de veinte años que ha ido a ver a una abortera, que sale de ahí, lo que piensa después, mientras camina, cuando se tumba en la cama”. Se pregunta quién es, intenta responder a esa pregunta, y el resultado es esta novela imprescindible, dura y bella.
Denise es una chica que creció entre dos mundos, y ahora está entre la vida y la muerte. Habla de su vida con urgencia, a veces con rabia, a veces con ternura, pero no con nostalgia. Reconoce el esfuerzo de sus padres, que la mandaron a estudiar a la escuela privada. El conocimiento la hará libre, por eso también tiene que sobrevivir. El acto disciplinador es la amenaza más grande e injusta, aún más para alguien que escapa. El miedo a morir la empuja a narrar, a explicar que con odio no se nace. Dice: “Escribo alegremente”.
El origen de Denise es el de una infancia libre y popular. Pero su mundo no encaja una vez que ingresa en la escuela. Ahí choca con las compañeras, con la maestra, el lenguaje, la burguesía, la cultura y las costumbres. Hay una fuerza vital en esa infancia vivida en el bar de los padres, niñas que corren y se burlan de los borrachos, se trepan y juegan libremente entrando y saliendo de ese espacio de los adultos: “cuando entro en la escuela me vuelvo menos que nada (…) En la puerta he dejado mi mundo, el de verdad, y en el de la escuela no sé cómo comportarme”.
La escuela privada es el territorio de las falsedades, de otras reglas sociales, y también del conocimiento. Allí descubre la humillación, pero también una posibilidad auténtica de toma de control: no para de sacarse diez y así encuentra el cuarto propio que la aleja del destino común, porque el acceso a la cultura es para ella el acceso a una vida privada. Viene el rechazo y el sentimiento de culpa de clase, del origen humilde, de lo brutal en el trato y en la forma de hablar. La cultura es una necesidad, por eso el tono de la narración es rudo, muy veloz, de frases cortas y enumerativas, reflexiones precisas de una voz honesta que se sabe en peligro. Abortar no era seguro ni legal.
¿Qué se puede aprender de un aborto? Que la violencia, la desesperación y el miedo pueden apagar una vida, la de la joven. Que el castigo existe. Las imágenes del pasado, el cambio social, las historias de chicas descarriadas, el triunfo personal, son una elaboración intelectual de la identidad, hechos de gran aprendizaje que dieron lucidez en su soledad. La sexualidad la lleva a preguntarse por lo que realmente desea y no le da culpa sentirse la única. Es la libertad verdadera, rupturista de las normas y de las limitaciones. Cada experiencia amorosa es para ella un acto de diferenciación y de acercamiento al deseo y al placer propio. Se pregunta cosas, dice verdades. No le importa no ser pura, está en el camino del autoconocimiento, hasta que un embarazo no deseado interrumpe todo.
Toda su vida se detiene: “Soy yo la que estoy abortando”. Los libros no hablan de lo que le pasa a ella, una “pecadora”, una “viciosa”. Necesita contarlo. El tiempo es lo único real: el presente tiene un relieve ominoso, el pasado se vuelve más lejano y el futuro parece imposible.