Por José María Barbano.- Días después del atentado terrorista en Niza, el Congreso seguía discutiendo si prolongar el estado de emergencia por tres meses o hasta enero próximo. Los abnegados hombres de blanco que mantenían 19 quirófanos a pleno, se lamentaban: “no estamos preparados para esto…” No se trataba de la disponibilidad de agentes o insumos: “¡No estamos preparados psicológicamente para estas tragedias!”. Tampoco lo estaban las fuerzas de seguridad, que rogaban borrar de las cámaras municipales y privadas las imágenes del atentado…
En el fondo, todos reconocen que enfrentar a un ejército en el extranjero es más fácil que detener a un “lobo solitario” en las propias calles. No se está preparado.
Obviando comentarios ya repetidos en todos los medios, me acerco a una paginita de León Tolstói en su libro “El Reino de Dios está en vosotros”. El novelista ruso acude a su relación con el líder pacifista norteamericano Adín Ballou y cita uno de sus escritos:
“Un hombre solo no debe matar: si él mata, es un reo, un homicida. Dos, diez, cien hombres, si mataran, serán también homicidas. Pero el Estado o el pueblo pueden matar, cuanto quieran, y su acto no será un homicidio, y sí una acción gloriosa. Se trata solamente de reunir el mayor número posible de personas y la matanza de decenas de hombres se transforma en una ocupación inocente. ¿Y cuántos hombres son necesarios para esto?”
La reflexión, madurada durante la guerra de secesión, vale también para nuestros días. Demasiado informados sobre la muerte de un niño en la playa, no se habla de los motivos que impulsan a la masa – casi suicida – de fugitivos que claman por amparo. Un estudiante que dispara contra 10, 17 ó 25 compañeros universitarios, es un asesino; el bombardeo a una aldea de civiles, allá lejos, es un daño colateral.
Violentar un domicilio y ocupar una casa o un terreno es delito. Atravesar fronteras e irrumpir en territorios ajenos, si lo ejecuta un ejército, es un acto liberador contra los tiranos elegidos. También está muy bueno que se ocupe un territorio para colonizar, ordenar la política interna, ayudarlos a explotar sus riquezas, regular el comercio internacional, y cosas así.
“Un individuo no puede robar y saquear, pero un pueblo entero puede hacerlo”, continuaba escribiendo Ballou. A veces, ni siquiera un pueblo entero. Bastan los intereses de unos pocos y el guiño de aliados poderosos.
La verdad es que estamos desprotegidos por cuenta de antiguas actividades que se llamaron “de baja intensidad”. Los grandes del mundo se han unido para ver cómo se pueden defender de la sorpresa de un solo hombre, y hablan e informan sobre medidas y precauciones. Mientras tanto, ignorando las discusiones bizantinas, el ejército francés sigue redoblando sus bombardeos en Irak y Siria. “Es otra forma de garantizar nuestra seguridad en Francia y en Europa”, afirma Jean-Yves Le Drian, ministro de Defensa y Asuntos de los Veteranos.
Son muchos aviones… muchos soldados… entonces, no es un crimen. Todo bien.
Y, como al acaso, ISIS ha dicho que lo peor, todavía no ha llegado.