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Nota publicada el 25 / 06 / 2024

Viaje al centro de los roadshows políticos de Javier Milei

El mandatario ultraderechista cuenta con una profusa red de alianzas a escala regional y global. Su denodado interés por acumular millas en eventos ligados a su espectro ideológico visibiliza que, antes que presidente, desea ser conferencista.

Por Dacil Lanza, analista internacional

América Latina seguía siendo un páramo para las ultraderechas en los meses previos a la victoria de Javier Milei. Una vez en el poder, su figura termina operando como un desfibrilador que radicaliza a los sectores conservadores tradicionales de la región, porque ofrece una alternativa. Hasta entonces, las ultraderechas regionales venían sin hacer pie. Su máximo exponente latinoamericano, el expresidente de Brasil Jair Bolsonaro, había caído en una depresión después de haber crecido en votos, aunque no lo suficientes como para derrotar a Luiz Inácio Lula da Silva en octubre de 2022. Mientras tanto, otro de sus referentes, José Antonio Kast en Chile, se desdibujó después de que su principal proyecto se frustrara en las urnas en diciembre de 2023. 

A su vez, los sectores ultras no parecían sentirse del todo cómodos con otras expresiones de derecha más “tradicionales” como la de Luis Lacalle Pou en Uruguay, la de Santiago Peña en Paraguay o la de una desdibujada Dina Boluarte en Perú. Mientras que en Colombia, México, Venezuela y Bolivia, las oposiciones a los gobiernos autopercibidos de izquierda aún estaban dispersas. 

Las esperanzas de los ultras se reavivaron a partir de la victoria de Daniel Noboa en Ecuador en 2023, pero este asumió en un país incendiado, con mandato corto y ya estando distanciado de su vicepresidenta, Verónica Abad, lo que genera dudas a la hora de acercarse a él. Sectores como el partido Vox en España -liderado por Santiago Abascal, quien pretende ser un articulador de estas variantes extremas- dio más muestras de apoyo a Abad antes que al joven presidente. 

Desde el punto de vista de estos sectores, el manto oscuro que cubría la región era alumbrado únicamente por Nayib Bukele en El Salvador. A pesar de estar relativamente solo, el ex publicista imprimió un estilo a su gestión, algo que los ultras latinoamericanos miraron en búsqueda de alguna fórmula que les permitiera replicar su “éxito”. 

Pero en ese camino, hay un desafío -que no es solo para los ultras como Milei sino para todas las fuerzas políticas- y es que, en un contexto de fragmentación partidaria a nivel regional, tienen que articular unas mayorías electorales que les permitan acceder al Gobierno, pero también sostenerse. En este sentido, las derechas radicales deben mirar a su costado -hacia el centro- para lograr cierta gobernabilidad, pero por lo pronto no saben qué rol asignar a sus primos de las derechas tradicionales. En tanto, estas últimas tampoco atinan a formar un programa propio y se desdibujan. 

En Argentina, por ejemplo, vastos sectores del implosionado Juntos por el Cambio están precalentando al costado de la cancha (desde donde alientan) aunque no sin contradicciones, y lo que hoy parece ser un apoyo incondicional, mañana -y con una elección de medio término a la vuelta de la esquina- puede cambiar. Hasta ahora, Milei logró superar la instancia de las urnas, pero el camino legislativo se le dificulta y debe demostrar día a día su capacidad de gobernar con su voluntad de tener un gobierno “puro”, sin ceder posiciones en el Ejecutivo.

Milei en el concierto de las naciones

Por el momento, las descargas eléctricas que genera la aparición del “desfibrilador Milei” hace vibrar los corazones de ultraderecha en la región, pero también en lo que el académico argentino Juan Gabriel Tokatlian llamó la “internacional reaccionaria”. 

Más allá de los límites latinoamericanos, Milei logra insertarse en los circuitos ultras como la Conservative Political Action Conference (CPAC) en Estados Unidos o en Europa Viva 2024, las conferencias organizadas por VOX en España, instancias que convocan perfiles de mandatarios para nada homogéneos.

Las exigencias para formar parte son escasas y Milei cuenta con algo que pocos tienen en esos espacios: es gobierno. El libertario es recibido en estas instancias con reflectores por ser el último de los miembros del club ultra que, contra muchos pronósticos, dio el salto hacia un Ejecutivo. Y este no es un dato menor, ya que en su mayoría, los participantes de esas “cumbres”, si bien en muchos casos han crecido en términos electorales, otros no han gobernado o ni siquiera son la principal fuerza de oposición en sus respectivos países. 

Hay quienes insisten en señalar que las referencias teóricas de Milei son marginales en cualquier casa de estudio a nivel mundial y no tienen aplicación en ningún país, pero eso -aun cuando sea cierto- lejos de mellar su reputación, es un dato totalmente secundario en los clubs ultra. Ser una rara avis no impugna su membresía en esos espacios, donde, al menos por el momento, parecen estar más atentos a los números de popularidad del mandatario que prometió el mayor ajuste de la historia.

En términos de lo que ofrecen estas instancias, es igualmente proporcional a lo que demandan, es decir, poco. En la CPAC de febrero de este año, donde Milei y Bukele fueron los platos fuertes de la región, la apuesta máxima fue obviamente la de Trump, quien quiere volver a la Casa Blanca luego de superar la elección del 5 de noviembre. El empresario estadounidense más que un desfibrilador será un mega catalizador para las variantes de ultraderecha globales. Sin embargo, y esto ya se vio durante su gestión (2017-2021), eso no necesariamente redundaría en beneficios para los países que lideran los mandatarios afines. Una suerte de adhesión gratuita. 

Y si nos detenemos en políticos oradores de la convocatoria de los republicanos de línea dura (identificadas con el eslogan de Trump “Make America Great Again” – MAGA), como en Europa Viva 2024, celebrada en mayo por Vox en España, se ven perfiles sumamente diversos. No hay una única identidad ultra. En el viejo continente, la primera ministra italiana Giorgia Meloni y su partido Fratelli d’Italia, sus aliados de La Liga, como la francesa Marine Le Pen, el portugués André Ventura, el partido polaco Ley y Justicia (PIS) o el propio Vox tienen diferencias no sólo en términos de si son o no gobierno, sino también en tópicos sensibles de política interna y externa. 

Milei también se posicionó fuertemente a favor de Ucrania y asistió a la “Cumbre de la Paz” que organizó Volodímir Zelenski en junio en Suiza. También participó del G7, al que fue invitado por la anfitriona Meloni. 

En todos los casos, no queda claro que exista una coordinación mucho más profunda con sus interlocutores que la del registro de las selfie o las arengas de tribuna. Una vez más, como viene repitiendo parte de la opinión pública en el país, cabe la pregunta acerca de cómo redundan estas coordinaciones en beneficios para la Argentina. Es algo que en algún momento deberá responder el economista devoto de la Escuela Austríaca.

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