Nomadismo por mi país, de Cecilia Pavón. Editorial Blatt y Ríos (2024)
Por Laureana Buki Cardelino (@todas_lasfiestas)
Nomadismo por mi país es un libro que le da aire a la poesía actual, porque se propone como diario de taller para registrar y componer los encuentros periódicos que con distintas personas en distintos lugares el taller de Cecilia Pavón abrió para no cerrar nunca, porque un taller es un espacio que habilita y transforma. Parafraseando a Pedro Salinas, el sentimiento es de alta alegría: desde Balvanera se escribe un estado de la cuestión posible sobre tallerear la poesía y habitarla. De acá para allá con la poesía, de un lugar y de una persona a otra. De boca en boca, con sorpresa y cada día se habla de/se hace poesía.
Según Pavón, un taller literario puede ser una forma de mareo o una droga, una especie de telepatía que se produce entre quien da el taller y quienes asisten a él, algo sumamente comprobable si alguna vez se asistió a un taller o se lo dio. Estas cosas suceden todo el tiempo porque al final “todos estamos escribiendo el mismo poema”, cita la autora.
Es alentador ver cómo un pequeño cuaderno de notas se va transformando en un diario de escritura, al que se obliga a llenar con el paso de los días y de los meses en un transcurso de dos años que van desde el 2021 hasta el 2023. Allí se encuentran, entre otras cosas, los cafés, las charlas, los recuerdos de la infancia en Mendoza, la vida familiar, la amistad, el amor, la pandemia, les poetas, la ropa, la edad, el jardín, el dinero obtenido gracias a la poesía, y Félix el hijo varón. Casualmente o no, en los últimos diarios que leí las autoras se refugian en la palabra del hijo varón adolescente. En el diario que escribe Liliana Villanueva, Viento del este (Blatt & Ríos, 2023), la palabra del hijo es como una revelación o una brújula (literal) para ella y acá también parece ser así. Dice Pavón: “en general creo fervientemente en todo lo que me dice mi hijo porque- como le dijo una vez Ariana Reynes, la poeta estadounidense aventurera que alojé en mi casa- él viene del futuro.” Es hermoso el relato de esa relación y los viajes que hacen juntos, también gracias a la poesía.
Otra cuestión súper interesante es esto de estar pensando en algún tema y después cuando se entra al taller, esos mismos temas aparecen en poemas. Esa especie de capacidad mágica o brujeril que tiene la poesía de convocar distintas voces a través de temas de manera random pero precisa, como una especie de oráculo cotidiano y a la vez tan antiguo, es algo muy encantador y sostiene la lectura de este diario.
Los poemas de les alumnes del taller de Cecilia Pavón son esa red que le va dando el motivo y ejemplo de vivir la experiencia de la poesía, mientras se charla y se toma café.
Los deseos expresados por la autora de viajar gracias a la poesía, de conocer el país y el mundo, se cumplen. Que la poesía o escribir un poema te haga ser nómade, no pertenecer más que al poema y a esa red de poemas que el taller habilita.
Brasil, Francia, México, Chile, Argentina … ¿qué más? ¿Cuántos lugares puede la poesía conectar? ¿Cuántas personas se conocen o se van a conocer gracias a esta actividad de vivir en el poema? El autoconocimiento se puede realizar a través de la poesía? ¿La propia y la ajena?
Mientras tanto la autora traduce, piensa en el futuro, inventa posibles libros que nunca va a escribir, lamenta y a la vez festeja no escribir una novela. Ensaya definiciones, dice que ser poeta es ser una tribu nómade que no tiene nombre.
Lo más lindo que se puede encontrar en este libro es esta idea fuerte de que la “verdadera” poesía es la que se hace en los talleres, la poesía viva está en construcción, se lee en cada encuentro, se corrige, se escucha y se comparte. En este libro hay poemas de varios autores, es una conversación.
Lo abro al azar y encuentro: “no es que yo crea que el mundo de verdad quiere que publique un libro o escriba un poema, pero sí me encanta pensar que organizar talleres de escritura es una forma de enseñarle a la gente a ser feliz sin nada, lo que será muy importante en un mundo sin cosas cuando se termine la era Industrial en la que vivimos, Ahora cuando se produzcan muy pocos objetos nuevos y la poca agua y tierra que queden tengan que ser usadas para cultivar alimentos.”
Como tallerista comparto el sentimiento, es tan lindo dejar que la experiencia del taller influencie el resto del día y el humor, las ganas de vivir y la fé aparecen sin que sepamos de dónde. Después del taller, el mundo es mejor. Eso es algo que la poesía puede convocar a lo largo del tiempo. Un modo nómade de habitar el mundo.