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Nota publicada el 14 / 03 / 2025

Epígrafe para una foto: un progresismo a la defensiva

En la asunción presidencial de Yamandú Orsi, la reunión de cuatro mandatarios del Cono Sur esbozó el auspicioso inicio de una convergencia zonal progresista. ¿Cuál es el impacto a futuro de la mencionada cumbre “rápida” en Montevideo?  Opinan Michael Shifter, profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Georgetown, y Andrés Malamud, politólogo e Investigador de la Universidad de Lisboa.

Por Dacil Lanza, analista internacional

“Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado”, dijo Walter Benjamin en sus tesis de la historia al analizar el cuadro Angelus Novus de Paul Klee. Algo que podrían haber dicho ciertos nostálgicos ante la foto de alto voltaje periodístico tomada el 28 de febrero en Montevideo. La toma es posterior a una cena en la que el mandatario brasileño Lula da Silva fue anfitrión en la residencia del embajador de su  país en Uruguay, horas antes de la asunción del presidente local, el frenteamplista Yamandú Orsi. Gustavo Petro de Colombia, y Gabriel Boric de Chile, completaron la escena. Pero, el gesto falla. Porque -como sigue Benjamin- “desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y (…) le empuja irreteniblemente hacia el futuro”. Los retratados, entre otros, ven sus alas enredadas ante el huracán, se muestran conservadores y fragmentados, y hasta empujados sin un norte.

Boric habló luego de los “enormes desafíos” de este tiempo y de la necesidad de unidad ante “nuevos escenarios” planteados por “este mundo convulso”. Los diagnósticos como el de Boric abundan: cambios geopolíticos -sintetizados en conceptos como el de interregno, transición no hegemónica- así como económico-tecnológicos -desde capitalismo 4.0 a “tecnofeudalismo”-. Más allá de las diferencias, el consenso es la existencia de una transición en curso. Pero, los liderazgos locales están atrincherados y a la defensiva. De hecho, el encuentro entre estos líderes fue parte de una estrategia denominada “En defensa de la democracia. Luchando contra el extremismo”, impulsada también por el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. En defensa de, sin agenda propia.   

Más allá de las diferencias, el consenso es la existencia de una transición en curso. Pero, los liderazgos locales están atrincherados y a la defensiva. De hecho, el encuentro entre estos líderes fue parte de una estrategia denominada “En defensa de la democracia. Luchando contra el extremismo.

El politólogo e Investigador de la Universidad de Lisboa, Andrés Malamud y el profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Georgetown Michael Shifter dialogaron con Malas Palabras sobre el momento de la región en general y de los llamados progresismos en particular, en este momento de cambios.

Lejanía y status quo

En América Latina se suman otras lecturas respecto a ciertas transformaciones sociales de mayor capilaridad. Malamud utiliza, junto a otros colegas suyos como Alberto Vergara y Juan Pablo Luna, la idea de “deserción” en diversas dimensiones, tanto del consenso democrático, del pacto nacional, así como de ciertos códigos formales de convivencia y que, incluso, se expresan en la informalidad, la ilegalidad, la evasión. En diálogo con Malas Palabras, Malamud explicó que la deserción de esos consensos se relaciona con cierto desfasaje, o distancia, entre las dirigencias y las poblaciones. 

Según él, una y otra vez se cae en “el diagnóstico tradicional de que lo que falla es el sistema” y que a esa premisa se le responde con el siguiente razonamiento: “Si modificamos las instituciones, vamos a legitimarlas. Por ejemplo, si la gente tiene la boleta única de papel, entonces los representantes van a ser más legítimos”. Sin embargo, advierte: “los representantes no son legítimos porque no entienden lo que piensa buena parte de la población, independientemente del sistema electoral. No es un problema de incentivos, sino de preferencias. Y las preferencias desconectadas están relacionadas con la lejanía”.

Una lejanía entre representantes y representados, no solamente políticos. sino también de las élites económicas y sociales. Y en los llamados progresismos, se ve que estos proponen una “defensa de la democracia” -en momentos en que a la democracia se la “acusa” de haber incumplido sus promesas igualitarias, y de que el Estado y los partidos políticos son vistos como lejanos. o sin ser parte de la solución de problemas básicos-, en defensa de los “derechos conquistados” -sin considerar el real alcance de estos-. Pero, Malamud insiste justamente en que el acento está puesto en las supuestas fallas institucionales y reclama que a los dirigentes “no se les ocurrió que, quizás, el problema no fueran las instituciones, sino ellos”. 

Sumado a eso, exhiben consignas como “contra el autoritarismo”, pero desde una posición replegada sin inventiva. “El statu quo se volvió la causa de la izquierda”, comentó Malamud, pero se trata de un status quo que no funciona más, mientras que en las nuevas expresiones de extrema derecha pasan otras cosas. “El primer Trump era una utopía retrospectiva. El segundo, Trump, viene con Elon Musk”, comentó y se puede agregar, con gran parte de Silicon Valley. 

“Si bien lo que está proponiendo, también, es algo que podría funcionar como retrospectivo, porque se refleja en Theodore Roosevelt, que es la adquisición territorial propia del siglo XIX y las esferas de influencia propia del siglo XX, pero el primer Trump no postulaba esto, ahora viene con una propuesta agresiva. La izquierda está a la defensiva, la derecha a la ofensiva -las que quieren un Estado operativo-. Está tratando de cambiar cosas hoy”, agregó Malamud.

Malamud llama la atención sobre dos ideas, una de contenido y otra de estrategia, para revisar esos desfasajes entre lideranzas y la población en general. “La de contenido es reconstruir la convivencia. ¿Cómo se reconstruye? Con reconocimiento del otro, y con respeto. Primero es reconocerte que existís, no ignorarte y después respetarte”, comentó. Sin embargo, aseguró que la reconstrucción de la de la convivencia, de una pacífica, requiere bases materiales. “Y aquí está el elefante en la habitación. ¿Cómo llevar una vida digna con un empleo mediocre? Esto es lo que la democracia no consigue resolver aquí. La democracia y el capitalismo siempre estuvieron en tensión. Y esto es una propuesta que requiere de instrumentos de política pública, no alcanza con reconstruir la convivencia”, dijo.

El Investigador de la Universidad de Lisboa propone también una conexión con las emociones, de una suerte de “centro intenso” sin extremismos, pero reconociendo que “no se puede ser gris, no se puede ser tibio”. Para ello recurre al ambivalente concepto de populismo: “Es antiliberal, pero es antioligárquico. El componente antiliberal es preocupante, pero el antioligárquico es necesario. Y la oligarquía, la casta, las élites, el establishment no se dieron cuenta de que eran eso: oligarquía, casta, establishment, círculo rojo”. 

Reprocha, además, que “los políticos tradicionales siguen discutiendo agendas del siglo XX tales como la racionalidad ideológica, justicia social, corrección política. Y los politólogos convencionales también se enfocan en la oferta política y en la cultura de las élites”, y ambos “se olvidaron de la gente y sus emociones”.

Andrés Malamud, politólogo e investigador.

“El populismo es antiliberal, pero es antioligárquico. El componente antiliberal es preocupante, pero el antioligárquico es necesario. Y la oligarquía, la casta, las élites, el establishment no se dieron cuenta de que eran eso: oligarquía, casta, establishment, círculo rojo”

Andrés Malamud, politólogo e Investigador de la Universidad de Lisboa.

Diversos y fragmentados

A la lejanía entre los liderazgos y las poblaciones, se suma la falta de articulaciones mínimas -ya casi no se hablar de instancias multilaterales latinoamericanas como la CELAC o de las interamericanas como la OEA- entre los mandatarios de la región, donde cada cual atiende su juego desde hace ya algunos años.

El profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Georgetown, Michael Shifter, dijo a esta revista que los liderazgos regionales son “sumamente diversos” y el resultado “es una fragmentación que no se vio nunca en América Latina, por lo menos en los últimos 30 o 40 años”. Para el académico “no hay un líder, o una líder, que realmente genere mucha confianza entre los otros líderes y, por lo tanto, la capacidad de unirse para cualquier crisis o desafío es muy limitada. La mejor prueba de esto fue el COVID-19, que fue una prueba para liderazgos en América Latina y creo que no estaban a la altura de la crisis”. 

Michael Shifter , profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Georgetown.

“No hay un líder o una líder que realmente genere mucha confianza entre los otros líderes y por lo tanto la capacidad de unirse para cualquier crisis o desafío es muy limitado. La mejor prueba de esto fue el COVID-19, que fue una prueba para liderazgos en en en América Latina y creo que no estaban a la altura de la crisis”

Michael Shifter, profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Georgetown .

Si bien Shifter rehuye de las etiquetas de izquierda y derecha, asegura que las tendencias de dispersión entre líderes regionales exceden a si se trata de gobiernos ubicados en una, u otra, de esas categorías y también señala que ha habido excepciones. 

El experto que presidió Diálogo Interamericano, un centro de análisis hemisférico con sede en Washington D.C., consideró además que “los mecanismos de coordinación están muy fracturados y con poca capacidad. Y a eso se suma que cada líder está tomando decisiones por su propios cálculos domésticos, sin importar los efectos que puede tener en otros países y con otros líderes”. 

Llamados a consulta a embajadores, hasta el ingreso por la fuerza a la embajada mexicana en Ecuador, que derivó en la amenaza del presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, de imponer aranceles a productos mexicanos, son algunos de los episodios de descoordinación regional. “El caso de Noboa y los aranceles no tiene ningún sentido, salvo para los propios fines políticos y la agenda del presidente en Ecuador. Estamos viviendo un momento de muy poca confianza entre los líderes como la hubo en otros momentos”, dijo Shifter. 

Y en este escenario de fragmentaciones llega Trump II. “Lo que hemos visto en estos primeros meses de Trump son respuestas muy diversas; está el caso de México, Colombia, Panamá. Hay mucha incertidumbre y mucha ansiedad sobre lo que podría ocurrir y lo que los instrumentos que Trump podría aplicar para castigar a esos países, si no aceptan sus demandas, sean estas sobre China o sobre inmigración o cualquier tema que está en su agenda”, estimó. El republicano fija las reglas y, frente a ellas, cada líder busca alguna respuesta en soledad. “Creo que no hay ningún esfuerzo para una estrategia común en la región. Cada uno va por su lado”, estimó Shifter.

Shifter coincide con Malamud en que los autopercibidos gobiernos progresistas -aun en su multiplicidad y diversidad- están a la defensiva y agregó: “Hay falta de ideas y falta de fuerza por la izquierda en general”.

Al volver a Benjamin está claro que sus tesis lejos estaban de una reivindicación futurista y de una oda a la inevitabilidad del progreso -al que, dicho rápido, le imprime un sentido negativo-. Incluso, proponía capturar el pasado en los instantes que aparecen como un relampagueo para luego desaparecer. Casi un combate contra la deshistorización y la desmemoria. Pero, la pregunta que cabe es que si frente a los cambios y transformaciones que experimentan las sociedades actuales, los líderes son arrastrados con las alas enredadas, o pueden moldear en algo ese futuro. 

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