La singular elección legislativa bonaerense, por primera vez desagregada, expone las diferentes sociologías políticas de la provincia más extensa. ¿Qué mapa electoral primará más, aquel donde reside el precariado sur ambeño o el padrón de los conductores de Hilux?
Por Emiliano Guido
https://substack.com/@guidoesminombre
Sobre un río manso y pardo bonaerense se desplaza con carácter obseso un personaje de la película “Historias extraordinarias” (Mariano Llinás- 2008) para registrar monolitos, pequeños adefesios de cemento vinculados a un proyecto faraónico que busca canalizar el surco fluvial. El film, un conjunto de relatos fantásticos, además de haber sido el primer hit de un director de envergadura cuenta con un par de proezas, su duración excelsa de más de 4 horas y el intento de retratar el pulso calmo de los pueblos bonaerenses, también su geografía llana e infinita.
Llinás continuó con aquella obsesión, relatar la pampa adentro, en otros títulos. Se trata de un hecho relevante. No abundan las representaciones en el campo de la cultura del “ser bonaerense”. Porque, en definitiva, ¿dónde reside la provincia de Buenos Aires en la antinomia maldita capital/interior? Para dar cuenta, en principio, de aquel no lugar de la provincia bonaerense en la geografía política argentina nació en la conversación pública una sigla, AMBA, en pos de indicar ese territorio híbrido que comprende la ciudad de Buenos Aires y su radio bonaerense contiguo.

¿Qué hay del resto de la provincia bonaerense? ¿Cómo votan y piensan sus ciudadanos? ¿Igual a los porteños, o con cierta semejanza a sus pares de esa mancha ambigua e indefinida llamada “el interior”? Fue Eduardo Duhalde gobernador quien intentó tapar aquel vacío de no representación iconográfica con la promoción de un extraño concurso escolar. Duhalde, el patrón de la “maldita policía bonaerense”, convocó en 1995 a los estudiantes a dibujar la nueva bandera provincial. Entre 270 mil concursantes, resultaron ganadores los creadores del actual pabellón, un lienzo de colores pesados estimulado en el centro por un sol amarillo bien brilloso. Parece un cuento de “Historias extraordinarias”, pero es real.
¿Qué hay del resto de la provincia bonaerense? ¿Cómo votan y piensan sus ciudadanos? ¿Igual a los porteños, o con cierta semejanza a sus pares de esa mancha ambigua e indefinida llamada “el interior”? Fue Eduardo Duhalde gobernador quien intentó tapar aquel vacío de no representación iconográfica con la promoción de un extraño concurso escolar.
El proyecto del gobernador Axel Kicillof de desagregar, por primera vez, la elección legislativa de la compulsa nacional también parece tener un ímpetu autonomista. Alambrar la provincia es la consigna.
De hecho, en el arranque de la campaña, el kicillofismo busca precisamente eso, “hablar de la provincia”. De la cárcel de Cristina Fernández, lo menos posible, claro está. Se trata de un objetivo magnánimo que busca abjurar una maldición política, difícil de asir en términos racionales como todas las maldiciones, que pende sobre los gobernadores bonaerenses. Ninguno pudo ser Presidente. El desabrido manto provincial duhaldista tampoco hechizo la imposibilidad de los gobernadores mancos.
Se trata de un objetivo magnánimo que busca abjurar una maldición política, difícil de asir en términos racionales como todas las maldiciones, que pende sobre los gobernadores bonaerenses. Ninguno pudo ser Presidente. El desabrido manto provincial duhaldista tampoco hechizo la imposibilidad de los gobernadores mancos.
Luz, cámara, sección
“Sergio”, “Axel”, “Karina”, “Javier”, los dirigentes políticos son mencionados en los medios de comunicación por sus nombres, a secas, apelar a su apellido parece ser un gesto solemne para la manera teatral en como hoy es relatada la política. Esa narrativa nació con el PRO, la impuso la escudería amarilla, fue el ardid que encontró la derecha para despegar a “Mauricio” de “Macri”.
Bueno, ¿Qué dicen los sondeos? ¿Quién ganará, “Axel”, “Karina”? Seguramente, el renglón porcentual más alto será el de los ciudadanos que no vayan a votar. La apatía electoral fue analizada en esta revista semana atrás en este interesante artículo Nadie vota nada . El ausentismo se manifestó con fuerza en la elección legislativa de CABA, esa sombra sigue presente en el terruño bonaerense.
Se trata de un fenómeno político acuciante. Décadas atrás, durante la crisis de representación del 2001, la gente desencantada con los partidos políticos viajaba más de 500 kilómetros el día de la elección para quedar exceptuados de la obligación civil -el joven Kicillof participó de ese mecanismo de protesta- o ponía una feta de salame en el sobre. Hoy no hay plata para viajar o comprar una tajada de fiambre. En las próximas semanas las maquinarias partidarias tratarán de alumbrar ese desencanto. Prender una mecha de euforia.
La gente desencantada con los partidos políticos viajaba más de 500 kilómetros el día de la elección para quedar exceptuados de la obligación civil -el joven Kicillof participó de ese mecanismo de protesta- o ponía una feta de salame en el sobre. Hoy no hay plata para viajar o comprar una tajada de fiambre. En las próximas semanas las maquinarias partidarias tratarán de alumbrar ese desencanto.
En el relato de los medios sobre el comicio bonaerense los políticos son mencionados por su nombres; a su vez, la trama del ausentismo es abordada por pronósticos que intentan dar un manto de certeza a ese agujero negro de la política criolla.
Los analistas coinciden en el siguiente vaticinio: en la tercera sección electoral ganará el peronismo, en la primera sección electoral lo hará la unidad amarillo-violeta del oficialismo y el PRO; agregan los encuestadores que en el interior de la provincia -el padrón donde residen los conductores de Hilux- será tierra fértil libertaria. Pero, en un presente de apatía y donde la técnica de los sondeos no logra enlazar el ánimo social, todo el análisis anterior puede entrecomillarse a efectos de ser precavidos.
Se trata, indudablemente, de una elección atípica, un comicio desgajado de lo nacional. Unas elecciones con las PASO amputadas, de ahí quizás que el cierre de listas haya sido con tanto forcejeo. Una convocatoria electoral donde el ánimo imperante entre los frontman partidarios, a decir del analista Martín Rodríguez, pasa por digitar la oferta electoral -“tener la lapicera”- pero no por ser candidatos. Sergio Massa no quiere ir en la lista, Máximo Kirchner tampoco. Rari. Delegar es la consigna.
Otro hecho a destacar es el surgimiento de la fuerza Somos Buenos Aires, un rebranding de la tercera posición antigrieta que, con igual persistencia que fracaso en votos, surge cada dos años desde el 2003. Esa coalición, muy amplia y heterogénea, a pesar de su etiqueta autóctona -“Somos Buenos Aires”- tiene tonada cordobesa, ya que uno de sus principales articuladores es el dirigente mediterráneo Juan Schiaretti. De vuelta, Rari.

En “Historias extraordinarias” -que se reestrenó está semana a 17 años de su estreno en la sala del MALBA- otro de los personajes principales permanece encerrado en una pensión modesta de un pueblo modesto a la espera de que los acontecimientos que lo atormentaban se vayan disipando.
¿Saldrá el ciudadano bonaerense a votar el 7 de septiembre? ¿Podrá, o querrá, romper con el cordón umbilical que lo aferra al sillón hogareño del desencanto político? ¿Quiénes estarán más entusiasmados de hacerlo, los precariados laborales de la tercera sección electoral, los hacendados sojeros y su radio de influencia social cercana? Habrá que esperar. Nadie tiene el pronóstico atado.