Por Oscar de Isasi (secretario general de ATE y la CTA Autónoma de la provincia de Buenos Aires)
El alto nivel de adhesión al paro nacional del 6 de abril puso de manifiesto el descontento de quienes forjamos la riqueza del país para con el plan económico del gobierno nacional. Esa masividad es un dato político que no puede, ni debe, obviarse. Es una claro mensaje reclamando un cambio de rumbo en material social y económica, y, por eso, ya nadie discute el nivel de adhesión.
En todo caso lo que sí se discute es el por qué de ese nivel de adhesión. Algunos dirán que fue por el paro del transporte, otros a causa de los platos voladores, o lo que sea, pero nadie puede soslayar la masividad observada.
No se puede parar la lluvia con las manos porque seguro que uno se va a mojar, y lo cierto es que la medida surgió desde abajo y obligó a los dirigentes más influyentes de la CGT a tuvieran que también lanzar una medida como esta.
Es que el paro fue construido por millones de trabajadores y trabajadores, incluso los afiliados a la propia CGT, que vienen resistiendo al ajuste que desde el primer día ha iniciado el gobierno de Macri.
Intención destituyente
Ahora bien, no debemos extrañarnos por ese planteamiento que formulan los sectores gobernantes, que vuelven a instalar la idea de la desestabilización de la democracia detrás de este tipo de respuestas que surgen desde la sociedad.
En lo personal no me extraña, porque ha sido una constante de parte de cualquier gobierno, que se intente confundir la legitimidad de los reclamos surgidos desde las diversas organizaciones sindicales.
Pero lo que sí me parece que debemos reflexionar es que si esas organizaciones sindicales estuvieran dirigidas por muchos de los actuales funcionarios de los gobiernos nacional, o provinciales, entonces yo sí tendría dudas respecto de las intenciones destituyentes de las medidas, porque muchísimos de ellos tuvieron fuerte protagonismo en la noche más autoritaria de la Argentina, incluso el propio grupo Macri que fue uno de los grandes beneficiados de la dictadura.
Ahora, si quienes encabezamos las luchas del presente somos miembros del sector al que pertenezco, que se queden todos tranquilos con esas supuestas segundas intenciones porque, no solo entendemos que a los problemas de la democracia se les debe contestar con más democracia, sino porque mientras algunos se beneficiaban con aquel gobierno cívico-militar, nosotros ya estábamos luchando para recuperar la democracia.
En esa materia existe un gran triunfo del pueblo argentino que ha comprendido que ya nadie puede acceder al gobierno si no es mediante el voto popular.
Hasta la derecha a la que pertenecen quienes hoy gobiernan han tenido que atravesar ese camino.
La gobernabilidad del ajuste
Ahora bien, lo que sí hay que tratar de poner en crisis es a la gobernabilidad del ajuste, que es otra cosa.
No a la de la democracia, sino a la del ajuste.
Pensemos que si este gobierno logra consolidar sus políticas, claramente tendrá una fuerza muy poderosa en las elecciones que se avecinan y también en las presidencias del 2019. Y el proyecto político de este gobierno descansa en aumentar la pobreza, la desocupación, la precarización, porque necesita de eso para disciplinar la mano de obra y para poder tener un margen mayor de ganancias.
Este modelo se basa en dos vías de ganancia para los sectores del poder concentrado de la economía:
Por un lado la exportación de materias primas, por lo que solo le importan los mercados internacionales; para los sostenedores del modelo el mercado interno es un costo, no un beneficio.
Y por otro lado la necesidad de abaratar la mano de obra, por lo que busca la desocupación para amenazar permanentemente al que está trabajando. Un especie de ‘si no te gusta lo que te pago andate que hay cientos que están esperando’.
O sea que en este modelo la desocupación no es un efecto no querido sino una condición necesaria para que los grupos económicos concentren cada vez más riqueza, y obliguen al conjunto del pueblo a sobrevivir, y no a pelear por vivir mejor.
De todas maneras, les debería quedar en claro que el pueblo argentino en eso tiene tradición de pelea y cuando siente el ajuste sale a las calles.
Entonces, decíamos, es una condición necesaria la crisis de la gobernabilidad del ajuste, para que no puedan ir a fondo en esta etapa. Pero no es una condición suficiente para garantizar que los que vengan no vayan a garantizar también ese ajuste, porque el poder económico, a mi entender, ha analizado que tiene recambio y que quien capitalice en octubre el actual descontento social no va a cuestionar todo este tramo de acumulación de riqueza de los grupos concentrados
Es por eso que tenemos la novedad de que en un año electoral igual tenemos profundización del ajuste. Porque, pensemos, en cualquier año electoral los gobiernos aflojan un poco con las medidas antipopulares, con la intención de retener el caudal de votos que los ha llevado a gobernar.
Aflojar o apretar aún más
Esa novedad ha generado un debate hacia el interior del gobierno: Unos los que viven bien del Estado, los que necesitan del voto de la gente, y otros los de paladar negro, los gerentes de los grupos económicos hoy en funciones de gobierno, como pueden ser los casos por ejemplo de Sarquis, ministro de Agroindustria, o de Villegas, ministro de Trabajo, ambos del gobierno bonaerense, tipos relacionados a Monsanto, a la Bayer y a otros grupos.
Los que dependen del voto dicen ‘aflojemos para ver si podemos retener el apoyo’ y los otros vienen a hacer lo que tienen que hacer y ya definieron que hay que transferir la mayor cantidad de riquezas antes de que se ponga en riesgo esa gobernabilidad del ajuste, aflojemos o no aflojemos eso se pone en riesgo en octubre.
Existe por otra parte un dato que es irrefutable y es que cuando en Mendoza se juntaron los gobernadores, firmaron un acta-acuerdo para elaborar una ley de responsabilidad fiscal para que sea votada en septiembre, un mes antes de las elecciones legislativas.
Qué es esa Ley de Responsabilidad Fiscal? Plantea que el gasto publico sea menor a la inflación, es decir si yo hoy tengo un presupuesto de salud para los tiempos que vienen que me alcanza para comprar cuatro jeringas y lo ato a la inflación, siempre me debería alcanzar para comprar esas cuatro jeringas. Ni hablar de comprar las miles que necesito y que hoy no puedo.
Así, se consolida la política de ajuste desde esa normativa legislativa y, como conclusión, podemos asegurar aquello de que cualquiera que gane en octubre capitalizando el descontento social, en realidad luego no va a cambiar absoluto la política distributiva.
Matriz distributiva
Y eso será así porque siempre ha venido pasando.
En la Argentina a partir de Menem se estableció un cambio en esa matriz distributiva, que hasta hoy se sostiene: un 80 por ciento de las ganancias que se generan en nuestro país van al bolsillo de los grupos concentrados, y el 20 por ciento sobrante se reparte entre el resto de los argentinos.
Cuando subió el kirchnerismo el dato político nuevo fue que no se siguió aumentando esa ganancia del poder económico, pero tampoco se redujo. Es decir que continuó vigente ese 80 a 20.
Luego, como hubo bonanza económica en muchas de las variables adoptadas por los gobiernos de Néstor y Cristina, ese 20 por ciento significó un monto mayor, por lo que sí pudieron utilizar más dinero para beneficiar a los sectores populares.
Eso fue cierto. Pero también lo fue que no fue transformada aquella matriz distributiva que determinaba el 80 a 20.
O sea, si distribuyó de otra manera el ingreso, que no es lo mismo que hacer un cambio en la distribución de la riqueza.
Volviendo al presente: lo que quieren hacer ahora aquellos miembros del poder económico que ocupan ministerios es que se profundice la diferencia y que alcancé, supongamos, un 85 a 15, por ejemplo, sabiendo que el que venga, cualquiera sea, o lo profundizará aún más, o al menos, lo va a mantener así, como ellos lo dejen.
En suma, la matriz será misma, como ocurrió en el kirchnerismo, aún sabiendo que quien llegue puede llegar a repartir un pesito más entre los sectores más vulnerables de la sociedad.
En suma, como decíamos, aparece como una condición necesaria poner en crisis la gobernabilidad del ajuste, pero sabemos que eso no es suficiente. Y entonces hay que entender que a la vez que uno pone en crisis esa gobernabilidad, debe ir construyendo un camino alternativo en lo político que permita construir un gobierno diferente, que vaya a implementar políticas públicas totalmente opuestas a las de aquellos que ofrecen garantías para que todo siga igual.
Los trabajadores tenemos una ventaja a la hora de pelear por ese sueño de una distribución distinta, y es saber que eso ya ocurrió en la Argentina.
Y ocurrió cuando entre 1946 y 1955, el 52 por ciento de lo que se producía iba al conjunto de los trabajadores, mientras que el 48 por ciento quedaba para el capital.
Es decir, la mayoría de la riqueza era para los trabajadores que forjaban esa riqueza.
Alguna vez se vivió, se pudo hacer, y entonces, si se pudo hacer, lo que eso nos dice a nosotros, los hombres y mujeres del presente, es que debemos encontrar una alternativa que no solo diga lo que hay que hacer, sino que lo transforme en algo creíble para el resto de la sociedad.
Y en eso andamos….