Por C.F.
“El saldo de la batalla de Córdoba –el Cordobazo– es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un pueblo florecen y marcan una página en la historia argentina y latinoamericana que no se borrará jamás. En las fogatas callejeras arde el entreguismo, con la luz, el calor y la fuerza del trabajo y de la juventud, de jóvenes y viejos, de hombres y mujeres. Ese fuego que es del espíritu, de los principios, de las grandes aspiraciones populares, ya no se apagará jamás. En medio de esa lucha por la justicia, la libertad y el imperio de la voluntad soberana del pueblo, partimos esposados a bordo de un avión con las injustas condenas sobre nuestras espaldas. Años de prisión que se convierten en poco menos de siete meses, por la continuidad de esa acción que libró nuestro pueblo, especialmente Córdoba, y que nos rescata de las lejanas cárceles del sur, para que todos juntos, trabajadores, estudiantes, hombres de todas las ideologías, de todas las religiones, con nuestras diferencias lógicas, sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su compañero y su hermano”.
Impresiona releer al enorme Agustín Tosco, en declaraciones sobre finales de la década del ’60, que buscaban sintetizar en una frase a aquella epopeya popular que resultó el Cordobazo.
Tan claro resumen para sentir la fuerza arrolladora del pueblo protestando antes. Tan movilizador el pensamiento del líder gremial para transpolar al presente la misma necesidad de unir esfuerzos para lograr una ‘sociedad más justa’.
Ese simbolismo que dejó para los tiempos aquella gesta del pueblo cordobés, hace imprescindible evocar su gestación y su desarrollo.
Para entrar en tema, el lector debe saber que aquel 29 de mayo del ’69, fresco y soleado, iba a transformarse en una jornada caliente y hasta con negros nubarrones de un pueblo lanzado a las calles para hacer su rechazo a las políticas antipopulares que desarrollaba la dictadura del general Juan Carlos Onganía.
Recuerda el compañero cordobés Manuel Gaggero que “las clases dominantes intentaban elaborar un nuevo diseño de país. Para ello era preciso reducir el rol del Estado en la economía, liquidar una industria -a su criterio- no competitiva y centrarse en la conformación de una Nación con un desarrollo agro industrial y grandes franjas de la población condenadas a la pobreza. La dictadura, implantada en 1966, intentó llevar adelante este modelo pero el proceso fue abortado por la resistencia obrera y popular y el surgimiento de organizaciones armadas revolucionarias peronistas y de la izquierda guevarista que plantearon una interpelación al poder dominante; el primero en la historia argentina del Siglo XX. El “Cordobazo”, el “Rosariazo”, el “Viborazo” e infinidad de otras pequeñas insurrecciones en las ciudades impidieron la consumación del programa del gobierno militar que tuvo que llamar a elecciones”.
En la provincia de Córdoba, la la CGT de los Argentinos elaboró el documento “Declaración de Córdoba” en el que repudió la inoperancia en la gestión y la política fiscal del Gobernador Carlos Caballero, quien estableció un 100% de aumento en los impuestos provinciales y 800% en los municipales. Las agrupaciones barriales se organizaron y movilizaron, generando en el gobierno mediterráneo una respuesta de represión que produjo la detención e intimidación de estudiantes, militantes políticos y trabajadores, a través del grupo parapolicial “Brigada fantasma”.
Cabe resaltar también la figura del dirigente de la UTA Atilio López, quien también por su comprometida valentía fue clave en el Cordobazo. Es más, probablemente el tamaño de la respuesta popular no hubiera tenido la magnitud final, sin el aporte de la CGT Córdoba que estaba en manos de Elpidio Torres del SMATA, quien pertenecía al sector entreguista de Augusto Vandor. “Teníamos que concretar la unidad para que realmente resultara un hecho político poderoso”, reflexionaron tiempo después diferentes actores de la CGTA.
Con el respaldo movilizado del pueblo y conceptual de los Sacerdotes del Tercer Mundo, que criticaron con dureza a la dictadura y expresaron su compromiso con los más humildes, las organizaciones sociales, sindicales y políticas calentaron el ambiente con diversos actos y tomas de posición que avisaron que las intenciones del gobierno iban a encontrar una respuesta en las calles, no imaginada por los militares en el gobierno.
Según relató meses atrás, el investigador, miembro del equipo de Formación de ATE Provincia de Buenos Aires, Leandro Fontela, “la CGT de los Argentinos celebró el 1º de mayo enfrentando a la policía que intentó dispersarlos sin conseguirlo. En el local de la CGTA el líder de Luz y Fuerza, Agustín Tosco, criticó fuertemente al gobierno de facto y a sus políticas de entrega. Tosco al mediodía había cerrado un encuentro en la Ciudad Universitaria denunciando la política represiva del gobierno para con las Universidades y llamó a la unidad de trabajadores y estudiantes para enfrentar a la Dictadura. En Buenos Aires a la CGTA le fue prohibido el acto y encarcelado su máximo dirigente, Raimundo Ongaro, quien denunció torturas a su salida”.
Todas las organizaciones políticas, sociales, gremiales, etc., condenaron la represión, y el gobierno siguió disparando munición gruesas en sus declaraciones pretendiendo atemorizar a los rebeldes pero solo lograba aumentar la indignación popular. Por eso, semejante dureza no hizo más que caldear los ánimos en la población cordobesa, la que, lejos de amedrentarse, fue dando claros indicios de que la calle iba a ser el ámbito de la disputa que no dejaría de dar.
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El 29 de mayor, la tradicional esquina del Correo, Colón y Gral. Paz, resultó el punto de encuentro de estudiantes del Barrio Clínicas, metalúrgicos de los talleres del cinturón y obreros de la Káiser y la Fiat, todos marchando desde diferentes puntos en columnas interminables, silenciosas por momento, pero inclaudicables en su firmeza para que nadie dude de la decisión de dar pelea, más allá de las también nutridas columnas de uniformados, ‘convenientemente’ armados y con la misma cara de fiereza.
Según relató Fontela en su detallado relevamiento de fuentes de la época: “Los comercios comenzaron a cerrar sus persianas, los ómnibus y automóviles dejaron de pasar. Llegaron los afiliados a Luz y Fuerza y miles de “casuales” peatones se convirtieron en manifestantes. La policía no esperó más y comenzó la represión. Mientras los lucifuercistas y los estudiantes aguantaban la embestida seguían llegando trabajadores, de comercio, del vidrio, gráficos, telepostales, de la construcción por fuera del gremio que no movió un pelo. Las barricadas inundaron las calles. La policía fue superada, solo controlaba algunas avenidas. En las esquinas grandes fogatas son el símbolo de la ocupación. Los manifestantes destruyen grandes concesionarios de autos, la confitería “La Oriental”, símbolo de la oligarquía y quemaron el local de la multinacional “Xerox”, pero no existieron saqueos y se respetaron los pequeños comercios. No se trató, como quiso vender la prensa del régimen, una expresión de furia incontrolada sino de bronca a la oligarquía, contra los monopolios y sus representantes. Mientras tanto la columna de trabajadores de la Káiser fue interceptada por la policía a 30 cuadras del centro. Los obreros resistieron valientemente la embestida policial y llegaron al centro donde enfrentaron los sablazos de la caballería. La policía a esta altura dispara a mansalva con armas de fuego. El joven obrero Máximo Menna es asesinado convirtiéndose en la primera víctima de la salvaje represión policial. Llegan los obreros de la Fiat, los barrios populares son tomados por los vecinos y estudiantes. La ciudad está en manos del Pueblo cordobés”.
Semejante movilización popular, en horas de cancelación de derechos y garantías ciudadanas impuesta por una dictadura castrense, no iba a dejarse pasar así como así y, analizando a distancia desde aquella represiva lógica imperante, iba a ‘merecer’ una respuesta a sangre y fuego.
El gobierno nacional del dictador Onganía ordenó al Ejército “recuperar el orden” y cerca de las 17 comenzó la avanzada militar para retomar el control de la ciudad. En el Barrio Clínicas se podía leer una pintada hecha con pintura expropiada a una ferretería “Soldado, no tires a tu hermano”.
Sin embargo, el toque de queda dispuesto por el gobierno, le dio a los uniformados la posibilidad de tirar. Y eso hicieron. “Algunos vacían cargadores para no ser castigados. Las paredes de los edificios quedan agujereadas de balas de FAL y varios cordobeses son muertos por balas perdidas o ráfagas tiradas al azar. Más de 30 asesinados los días posteriores fundamentalmente producto del terrorismo policial que utilizó con saña sus armas contra vecinos y transeúntes. El viernes 30 hubo manifestaciones en el centro. Los dirigentes Tosco, Alberti, Di Toffino, Canelles y Torres fueron detenidos. Empezaron a funcionar “Tribunales militares” para condenar a los dirigentes obreros y estudiantes que violaban el toque de queda. El sábado las fogatas siguieron ardiendo y las balas de la represión surcando el aire. En la mañana del domingo recién culminó todo”, describe Fontela.
El recuerdo, así finalizado, podría sonar a derrota popular. Y por las muertes sufridas, tal vez no estaría mal esa tendencia negativa a pensarlo así.
¿Más cerca del fracaso que del éxito?
La historia de la lucha popular, dice lo contrario.
Como acertadamente reflexiona hoy Fontela: “El “Cordobazo” fue una verdadera explosión popular, la acumulación de elementos que se venían dando “exploto”, liberando una fuerza arrolladora. Pero esa explosión se dio sobre la base de una movilización organizada de las masas obreras, estudiantiles y populares. El pueblo de córdoba no se auto convoco, sino que respondió a un llamado de las organizaciones gremiales obreras y estudiantiles y de los partidos políticos”.
En ese razonamiento, y tomando en cuenta el claro debilitamiento que, a partir de allí, denotó aquella dictadura, existe un mensaje claro como para entender al Cordobazo como una de las mayores expresiones de fuerza popular organizada, que movilizado en las calles en pos de conquistas robadas, consigue resquebrajar a un poder dominante.
O aquella otra idea para las generaciones futuras, que el propio Tosco lanzó al intentar explicar porque Cordoba había sido el epicentro de semejante gesta: “La reivindicación de los derechos humanos, proceda de donde proceda, encuentran en nosotros una extraordinaria receptividad y así se divulgan especialmente en la juventud y en los sindicatos. Si hay receptividad es que hay comprensión, y la comprensión deriva en entusiasmo, en fe y en disposición al trabajo, al esfuerzo e incluso al sacrificio para consumar los ideales que mantienen su vigencia en el ámbito universal”.