Los que saben de filosofía consideran que su aporte no es el de formular preguntas o cuestionamientos para encontrar respuestas.
Concluyen que lo hace en realidad para romper las respuestas existentes.
Para demoler las que parecen verdades únicas, que reinan solitas en un determinado momento.
El poder siempre se instala haciendo sentir como verdadero, lo que en realidad solo representa a su propio interés.
Y allí la filosofía debe hacer lo suyo.
El término OBVIO viene del latín Ob (hacia) vía (camino)
Es el camino que uno tiene enfrente, el que ves como si no hubiera otro posible. O que te hacen ver, para impedirte otros que aún no lográs divisar.
Monseñor Enrique Angelelli fue durante la dictadura un símbolo de lo que debía hacer un sacerdote comprometido con su pueblo. Por ese simbolismo, peligroso para la sociedad según el poder existente, es que fue negado por la propia iglesia a la que representaba como pocos, y, para muchos historiadores, ‘entregado’ incluso por la cúpula eclesiástica, y asesinado más tarde por los dueños de la vida y la muerte de ese entonces.
Sin embargo, ese pueblo sufrido, por el que dio la vida, jamás lo olvidó y siempre lo elevó al rango de héroe popular, metido hasta el tuétano en el alma de los más desposeídos. Tanto que hoy se quebró aquel ninguneo institucional y la propia Iglesia acaba de beatificarlo, como el santo que bien fue.
Más acá en tiempo, Carlos Cajade también fue ninguneado en los ’90, por ser ese cura molesto que hablaba de pobreza y de pibes desnutridos, mientras que los habitantes del poder neoliberal de ese tiempo instalaban la idea del Primer Mundo, del Estado ausente y de los grandes negocios, de los que solo se beneficiaban los vivos de siempre. Y que hoy nos gobiernan.
Junto a Alberto Morlachetti, el curita platense con su inclaudicable lucha y, en unión con la CTA y tantas organizaciones del pueblo con las que marcho por todo el país, también rompió el cerco de la ‘obviedad’ y marcó un nuevo camino cargado de derechos y proyectos de futuro para los pibes más vulnerados.
Hoy la sociedad atraviesa un tiempo con muchos puntos de contacto respecto de aquellos fondos del pantano.
Otra vez reinan los mercados, el Estado se ausenta, unos pocos se la llevan en pala mientras millones la pasan muy mal y, desde el poder, al pueblo también se le muestra un único camino como alternativa de futuro.
Angelelli invitaba a no cejar la lucha y a ‘seguir andando’ hasta horadar al dominio monolítico de los militares.
Cajade invitaba a no limitarse a hablarle de Dios a quienes nada tenían, y, en cambio, a entender que acompañarlo a tener un techo era hablarle de Dios. Luchaba para que el bienestar que la religión nos vaticina para cuando lleguemos al cielo, pudiera sentirse mucho antes, aquí en la tierra.
Desde el simbolismo que representan, ambos nos convocan hoy a no paralizarnos.
Por que como decía otro sacerdote, el Padre Carlos Mugica, de cuyo asesinato se cumplen este mes 45 años, “el que no es idealista es un cadáver viviente”.

Manteras digitales
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Por Mariana Portilla