Por José María Barbano
¿Cuántas fotos hacen falta para describir un barrio?
¿Y cuántas palabras, para definir el espíritu de su gente?
Para decirlo todo de Villa Itatí, sobra la mitad de esta página .
En el 2000 me destinaron a la parroquia Don Bosco, de la ciudad homónima, de Quilmes, en el acceso a la Villa. Un predio superpoblado por cartoneros, changadores, desocupados, desplazados, y familias numerosas.
El progresista intendente Oscar A. Laborde (hoy presidente del Parlasur) prohibió la tracción animal en su municipio de Avellaneda. Dispuso secuestrar carros y caballos procedentes de la vecina Itatí. Mas una paga por los días de alojamiento y la «ración de cebada» provista por el municipio para el animal.
El cartonero y su caballo……
Las monjas que viven en la Villa nos avisaron de la protesta en el acceso sudeste. Nos pedían que vayamos a hacer una oración, porque esa gente que vive en casa de lata y cartón, además de su afán por el día a día, tiene un sentir espiritual y sabe elevarse por encima del barro y la basura.
Sobre un carro transformado en altar, el Padre Muñoz y el Pastor Arturo Blatezky dirigieron la plegaria.
Después, según la costumbre, se bendijo el pan. El pan no es solo alimento. En esos barrios es la solidaridad entre vecinos, es pensar en el otro que también carece, es tender una mano, es cuidar a los chicos… ¡Es comunión!
Por eso se repartía el pan. No hizo falta indicaciones. Cada uno tomaba un pan, lo partía y ofrecía una parte al vecino.
De mano en mano los pedazos se multiplicaban. Todos tuvieron lo suyo. También yo, como nuevo, recibí mi parte y aprendí a repetir el gesto.
Los hombre cansados, parados al lado de sus carros rescatados de la arbitrariedad autoritaria, tomaban su pan, lo bendecían con la señal de la cruz, y compartían su ración con los propios caballos.
(NdlR: El autor trabajó seis años junto a los habitantes del lugar. Conoce de sus costumbres y sus sentires por el otro…)