José María Barbano
A la hora de dar gracias por el nuevo día, María me dijo: “Yo quiero dar gracias por la lavandina”.
¿Por la lavandina? Mejor expresar mi molestia por los repasadores eternamente manchados y la camiseta de Boca opacada por ese velo blanco verdoso, contagiado por la falta de distanciamiento social en el lavarropas.
Pero no podía negarlo. La clásica botella de cloro, blanqueador, límpido, hipoclorito o lavandina, como se la quiera llamar, está desde siempre allí, bajo la mesada, apretada entre el tarro de basura y la botella de aceite, o detrás del inodoro, o en el rincón más oscuro del último retrete.
LAVANDINA, ¿QUIÉN SOS?
En tiempo de cuarentena, añoré la ida a la biblioteca para consultar el Espasa.
Antes de darme cuenta María había escrito la Keyword y el teléfono explotó de información. Según dice, el químico sueco, Carl Wilhelm Scheele, descubridor del oxígeno y el nitrógeno, en sus pasatiempos descubrió el cloro (1774). Él mismo había descrito la capacidad de blanqueador aprovechada posteriormente en la industria.
La combinación del cloro y otras sustancias dio origen al agua de Javel, de Berthollet (1785), y al hipoclorito de calcio de Tennant. (1779).
A fines del Siglo XVIII se empezó a utilizar el hipoclorito como desinfectante – siguió leyendo María- con notable reducción de infecciones y mortalidad.
En México, hacia 1860, Francisco Montes de Oca, enseñaba a los cirujanos militares a “lavar los campos quirúrgicos y camas de los heridos de guerra, lavar las manos antes y durante la cirugía y al concluir las amputaciones; lavar las heridas con el ‘licor de Labarraque’ (con un sistema que usaría Alexis Carrel en la Primera Guerra Mundial), por lo que fue el iniciador empírico de la antisepsia”.
COMO DE LA FAMILIA
De uso diario en toda circuntancia, nos acompañó humilde y fielmente en las epidemias de los últimos 60 años.
En la memoria reciente aparece la gripe asiática, 1958, la gripe de Hong Kong (H3N2), el VIH, la gripe aviar, la gripe A, el brote de cólera del 91, y el dengue aun entre nosotros.
Este siglo se despertó con el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) causado por el SARS-CoV entre el 2002 y 2004.
Y siempre la lavandina y sus distintas soluciones de cloro en medio de nosotros, imponiendo higiene, obsesionada con los baños limpios, rociando alimentos, potabilizando el agua, dando brillo a la cocina, desinfectando los pisos, protegiendo a los niños, favoreciendo a la industria, sanitizando el ambiente…
EN LA LUCHA DE HOY
Hoy, salió de sus oscuros rincones para luchar, codo a codo, con nosotros en la pandemia del Covid-19. Siempre al alcance de la mano, presta su voluntario servicio cuando el uso del alcohol exige demasiado volumen y mayores costos. Nunca adhirió a la nefasta costumbre de escabullirse de las góndolas cuando más se necesita. Sigue firme prestando atención a la zuela de los zapatos tanto como al delicado barbijo.
Y hasta que llegue la lejana recuperación económica, seguiremos usando la vieja ropa jaspeada de manchas amarillentas.
Serán las honrosas cicatrices de una lucha que lavandina y humanos hemos compartido juntos.