Por Corina Duarte.- Habla de clase trabajadora, de independencia, soberanía, hace suyas las palabras que pueblan las paredes “campesino, tu patrón no comerá más de tu pobreza”, y anticipa, “Morales me quiere ver presa”.
Los días 6, 7, 8 y 9 de julio se realizó el acampe que acompaña el reclamo de libertad por Milagro Sala. El sol, la Plaza de Mayo, y los compañeros y compañeras jujeñas nos traen al recuerdo de aquellos años que “vivimos” en el Jujuy de la Tupac Amaru.
Conocí a Milagro Sala de varias maneras, hasta conocerla. En la primer entrevista de mi trabajo, me dieron por tarea ver seis DVDs que contaban a la organización. Lo hacían muy bien, era la comunicación que impulsaba la CTA por ese entonces, y alentaba a las mujeres en la construcción, en la organización, al frente del barrio, de ese barrio que era la fábrica.
En otra oportunidad, terminé un evento de cinco días intercambiando mi remera de la Radio por una de la Tupac Amaru.
La Tupac tenía su tienda en pleno centro de San Salvador de Jujuy. A media cuadra, el Centro de Salud, el espacio social y político, la pileta de natación, la oficina de Milagro llena de cuadros con Kirchner, con Cristina, con Alicia, y detrás y a los costados cientos de hombres y mujeres vestidas de grafa. En la tienda vendían todo lo que hacían en la fábrica textil que estaba en Alto Comedero, junto con la bloquera y la metalúrgica. A las piletas, las casas preciosas de colores, se le sumaban los juegos en las plazas y las frases que reposaban en las paredes de cada lugar de trabajo. En el “cantri” de la Tupac Amaru, se respiraba trabajo.
Milagro siempre, a todos lados, estaba por llegar. En la multitudinaria convocatoria de lo que significó en ese momento, 2008, la convocatoria a una Constituyente Social, -una propuesta de la CTA, que en plena crisis, se desafiaba políticamente en la puna- cada día, y a toda hora, era posible que llegue y alrededor todo era corridas y organización.
En ese octubre de 2008, la Tupac, puso todo.
Hacía calor y jóvenes se metían en las piletas del predio, por la tarde del primer día, el comienzo era con un desfile de organizaciones sociales y una demostración de poderío de la dueña de casa. De todo el país habían llegado miles de hombres, mujeres y jóvenes hasta San Salvador, que de repente se quedó sin alojamientos disponibles, y con sus calles pobladas, y con visitantes que asombrados se alojaban en casas por construir, casi terminadas, con comodidades mínimas, en carpas, en escuelas. Las calles angostas respiraban militancia.
Nosotras integrábamos el equipo de comunicación oficial, digamos, de la movida. Durante los tres días que duró la actividad, perseguíamos a Milagro para “la nota”. “La Mila” escurridiza, la ponía difícil.
Finalmente, una mañana, mate en mano, y charla, se despacha y cuenta, dice, midiendo las palabras, mostrando su obra. Habla de clase trabajadora, de independencia, soberanía, hace suyas las palabras que pueblan las paredes “campesino, tu patrón no comerá más de tu pobreza”, y anticipa, “Morales me quiere ver presa”.
El periodismo popular, experimentado, gráfico, radial y audiovisual la mira extasiado. Tiene la piel curtida Milagro, se parece a la tierra, el pelo brilla al sol. Ella está quieta y todo igual a su alrededor se mueve y se mueve mucha gente a su ritmo.
Algunos amables, cordiales, compañeros. Otros toman distancia. Ella levanta la voz y ordena, mira una vitrina de madera repleta de trofeos y marca que tiene polvo. Tres, cuatro personas se agolpan y limpian con esmero cada estante.
Uno de nuestros compañeros de trabajo, portando sus muletas, llegó a contar que un día limpiaron el piso hasta diez veces. El no podía moverse hasta que el piso no se seque. Ese día permaneció en una habitación fresca con ventanales internos a la pileta climatizada del centro.
En las oportunidades que pudimos ser “sus invitadas” la visita guiada era fascinante. Por el barrio, las sedes, el Polideportivo, el campo de deportes..
Una movilización por las calles de San Salvador entre sikus y redoblantes era un carnaval en el que se colaban puteadas a Gerardo Morales, a Guillermo Jenefes, sus enemigos públicos, responsables de su encierro. Destructores de su obra. La Sede de la Tupac en el Centro adónde funcionaba el centro de salud tenía un tomógrafo, hace poco, el Gobernador inauguró ambulatorio usufructuando ese tomógrafo como si hubiese sido su obra.
Esta semana, en la Plaza de Mayo, tan lejos de Jujuy, de la aridez, y ante la cercanía de la opulencia de Puerto Madero, las carpas coloridas sobre el césped se confundían con la wiphala, las banderas reclamaban por Milagro y los presos políticos, hubo mesas, charlas, radios abiertas, homenajes sentidos. Pibitas armaban carteles con la cara de Milagro, el sol acompañó y le puso un parate al frío del invierno que cedió ante el folklore y el carnavalito de la noche del jueves.
Milagro en Jujuy, fue símbolo de lucha, dignidad, y construcción de poder popular. Hoy su detención es sinónimo de injusticia, desigualdad y la gobernabilidad elegida por el Gobierno de Jujuy. Tan lejos del pueblo que digno y feliz brillaba entre la polvareda de Alto Comedero.