Por Aliné Santana y Rubén Fernández Lisso
Si algo evidenció la pandemia en su paso por la región fue el debilitamiento de los sistemas de salud, un fenómeno de larga data en nuestros países. Y si algo enseñó es que la reconstrucción lleva tiempo pero es imperiosa si se quiere avanzar en un sistema más equitativo.
Es necesario repensar nuestra agenda sanitaria desde una perspectiva integral que garantice la salud como derecho humano y desde una matriz latinoamericana en función de las realidades de nuestros pueblos, de nuestras capacidades y las necesidades locales y regionales.
En Malas Palabras, convocamos voces para un debate clave de cara a un escenario de posibles futuras nuevas emergencias.
“LO MÁS IMPORTANTE ES QUE GESTIONEMOS BIEN Y MUCHO“
Nicolás Kreplak, ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires.
Si tuviera que decir qué fue lo más importante que pasó con el rearme del sistema de salud tengo que decir que fue la decisión política que tomó Axel Kicillof de aumentar la inversión, recuperar condiciones salariales para los trabajadores y hacer modificaciones de fondo.
Tenemos un sistema de salud que está en una situación de crisis a nivel global, pero que en Argentina tiene algunas particularidades que hacen que se torne muy injusto y con poco futuro, teniendo en cuenta además que en nuestro país hay salud pública, a diferencia de otros países latinoamericanos en el que está en vías desarrollo.
La decisión conjunta que tomamos entre Kicillof, Daniel Gollán y yo fue reconstruir el rol del sistema de salud como coordinador de las políticas de Estado. Todas las inversiones y esfuerzos que se hicieron -no solamente comprar respiradores y poner camas- fueron en ese sentido.
Parte de esto fue sentar a todos en la mesa y buscar que todos los que integramos el sistema de salud nos demos cuenta que trabajando coordinadamente nos va mejor a todos y sobre todo a la salud del pueblo y que a partir de ahí podemos construir soberanía sanitaria para tener la capacidad de tomar decisiones en pos de las necesidades que tenemos, esto es primordial.
Veníamos de mucho tiempo en el que el sector público era deficitario. Sigue siendo deficitario en muchos aspectos, pero con la pandemia algo de eso se revirtió. Observamos también un problema muy serio vinculado a la falta de infraestructura, de capacidad de gestión, de inversión e integración del sector privado. Pero trabajando en conjunto y tomando acciones organizadas empezamos a revertirlo.
Hubo que tomar decisiones en todas las áreas, porque tenemos una enorme fragmentación hacia adentro de las propias instituciones de salud pública. Estamos trabajando para integrar el sistema público, pero también para integrarlo con el sector de la seguridad social, con las corporaciones, con los y las trabajadores de la salud de distintas especialidades.
En este trabajo, el sector público y el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires tienen que ser el coordinador y garante de que las acciones que se realizan estén articuladas y que respondan a las necesidades centrales y a la salud de nuestro pueblo.
Para esto también es necesario garantizar una continuidad política. Porque después vienen gobiernos que piensan que la salud es un gasto, que debería acceder aquel que pueda pagarla, que hay que desfinanciar los ministerios, degradarlos o cerrar hospitales. Los que piensan así, cada vez que tienen la oportunidad de hacerse cargo de la cosa pública lo hacen tan mal que luego deshacerlo toma muchísimo trabajo.
Lo más importante es que gestionemos bien y mucho. Después de un gobierno de cuatro años que generó mucho ajuste y retroceso, sumado a dos de pandemia, que han sido muy difíciles, estamos convencidos que la salida es esa: gestionar mucho. En salud estamos llegando mucho más que antes y esto es una forma de garantizar también que nuestro pueblo nos acompañe. Que la salud y los hospitales funcionen, que haya trabajadores que tengan buenas condiciones; en esto venimos trabajando.
“NADIE SE SALVA SOLO“
María Belén Herrero, socióloga especializada en Epidemiología y Salud Internacional.
Si hay algo que quedó claro en esta pandemia es que nadie se va a salvar solo. En un mundo tan interconectado, hoy un virus necesita tan solo unas horas para viajar de una punta a la otra del planeta. Entonces, se confirma una vez más que la salud es un asunto internacional.
La pandemia evidenció un sistema multilateral muy debilitado, con grandes dificultades para articular rápidamente respuestas ante esta emergencia. A diferencia de otros momentos en la historia, se ha visibilizado, tristemente, la ausencia de una articulación en América Latina y en la región en general y el progresivo debilitamiento de los sistemas sanitarios: frágiles, fragmentados, desfinanciados, con una escasa capacidad para poder responder a las necesidades de la población. Prácticamente ningún sistema de salud ha estado preparado para atender esta emergencia, y este es el principal problema que enfrentaron los países desde el inicio de la pandemia.
Las condiciones estructurales del sistema sanitario fueron determinantes. El impacto y las secuelas que han dejado las políticas neoliberales de ajuste que se aplican desde los ochenta se hicieron mucho más visibles. No solo en América Latina, donde la privatización de la salud a gran escala es un proceso de larga data, sino también en Europa, donde colapsaron los sistemas de salud en Italia y España.
Siempre digo que es cierto que las enfermedades no conocen fronteras, pero también es cierto que no se distribuyen al azar, no afectan de la misma manera a los pueblos y que una vez que la traspasan encuentran canales muy específicos por dónde circular, en general de manera muy desigual y determinados por las profundas inequidades sociales.
En cuanto a las estrategias para asegurar el acceso a las vacunas; es imprescindible reducir las enormes brechas de la distribución y generar mecanismos globales y regionales de articulación y en lo concreto seguir bregando por la liberación de las patentes. Puede que esto no resuelva el problema de la escasez en lo inmediato, pero si puede proporcionar una opción mucho más rápida para que los gobiernos de todo el mundo no dependan únicamente las decisiones y la disponibilidad de la gran industria farmacéutica.
En el corto plazo podría permitir que aquellos países que tienen la capacidad de producir puedan hacerlo. En el mediano y en el largo plazo podrían entrar en carrera nuevo fabricantes, al impulsar la transferencia de tecnologías y generarse los incentivos para poder invertir en la producción de vacunas. Es importantísimo avanzar en la construcción de la soberanía en salud. Para esto, se requieren acciones que generen una política industrial con mayor capacidad de producción local porque quedó demostrado que la producción farmacéutica tiene que estar íntimamente ligada soberanía científica y sanitaria.
Lo primero como problemática relevante y urgente, es reducir las desigualdades y las enormes brechas de inequidad, que es una gran deuda que tenemos para con nuestros pueblos.
“HAY UN PROFUNDO GRADO DE NEGACIÓN DEL SUFRIMIENTO VIVIDO“
Daniel Feierstein, doctor en Ciencias Sociales.
La pandemia nos hizo vivir un profundo sufrimiento, que vino acompañado de un alto grado de negación de la propia situación y de ese mismo sufrimiento. Ahora, esa frustración acumulada empieza a encontrar otros caminos para salir.
Lo estamos viendo en distintos lugares del mundo. Pero en nuestro país se potencia porque se suma a otro conjunto de sufrimientos previos que vienen abatiendo a la sociedad argentina, como el aumento en la desigualdad en la distribución de la riqueza, el impacto de un fenómeno inflacionario que se reproduce en el tiempo y una pérdida permanente de las condiciones de vid.
Hay dos problemas comunes. Uno a nivel internacional, que es una transformación que ha generado un sistema productivo que opera cada vez más por desposesión y por lo tanto profundiza más la desigualdad. Y el segundo, más regional, que tiene que ver con que América Latina, la región más desigual del planeta.
La región está viviendo ese peligro. Lo vimos con mucha claridad en el caso de Brasil, pero también lo vemos emerger en Argentina, en Uruguay, en Chile; con distintas capacidades de impacto, pero creciendo en toda la región ante esta sensación de falta de alternativa. Si por un lado tenes una situación de profundo y creciente sufrimiento y, por otro, desde la estructura política clásica, un discurso más bien de resignación o una propuesta de una mejora muy gradual y prometida en el tiempo para muy lejos, eso no resuelve las broncas y frustraciones cotidianas.
Mientras que el discurso de las nuevas derechas sí justamente plantea una resolución, que es terrible, pero que es una propuesta concreta de reconducir esta frustración hacia formas de proyección que buscan un responsable sobre el que abatir todo el odio. Estas son las únicas alternativas que aparecen, por eso conectan con ese enojo popular.
Hay una necesidad de plantear otra respuesta. La vicepresidenta Cristina Fernández había planteado la necesidad de la reformulación del sistema de salud a partir de la construcción y el fortalecimiento de un sistema público y organizado de modo nacional, porque de algún modo habían quedado sobre la mesa las falencias de este tipo de organización y, sobre todo, evidenció la dominación cada vez mayor de las lógicas mercantiles en la cuestión sanitaria. Parece que esta discusión no encontró terreno fértil, ya que nada de lo se está discutiendo como prioritario aparece en los grandes proyectos y políticas del gobierno. Esto es preocupante, porque pareciera que hemos hecho una especie de borrón y cuenta nueva con la pandemia.
Estamos queriendo vivir como si no hubiese existido la pandemia y eso puede tener consecuencias muy graves. Si no se intenta colaborar en las formas de elaboración del sufrimiento, éste aparece igual y de manera más descontrolada y mucho más destructivas para el tejido social.