ENTREVISTA A ANA CACOPARDO, PERIODISTA, DOCUMENTALISTA Y PRODUCTORA AUDIOVISUAL.
“Soy una persona que apuesta y que camina con la esperanza de construir otro mundo posible, aunque no lo vea, aunque por el momento sea un caminar“, expresa Ana Cacopardo, periodista, documentalista, productora audiovisual y una de las más destacadas entrevistadoras de nuestro país. En diálogo con Malas Palabras analiza este tiempo político que nos toca vivir.
Por Rubén Fernández Lisso
Ana Cacopardo tiene una mirada del mundo que se plasma en cada uno de sus proyectos para ser compartida. Actualmente está presentando una nueva temporada de Historias debidas, que visibiliza distintas experiencias de resistencias exitosas a la globalización neoliberal por parte de organizaciones políticas, territoriales y comunales.
-¿Podrías hacer una breve descripción del tiempo que nos toca vivir?
Es difícil encontrar una clave para describir este momento histórico, pero la globalización neoliberal diría yo, con el agregado de este escenario pospandémico, ha profundizado en el mundo una desigualdad y niveles de exclusión inéditos. Creo que es un tiempo donde hay enormes masas de la población, no solamente de nuestros países aquí en el continente sino en el mundo, abandonadas, a la deriva.
Creo que en este tiempo ni siquiera hace falta pensar, como lo fue en el tiempo de las dictaduras en el Cono Sur, en la necropolítica, en las maquinarias estatales y sus dispositivos de desaparición para acabar con las poblaciones disidentes, sobrantes. Hoy, a través de distintos mecanismos que vemos en todo el mundo, hay un proceso de abandono, de dejar morir a enormes masas de la población.
Si pensamos en los migrantes, si pensamos en los desplazados, si pensamos en la población carcelaria creciente, estos son datos de un mundo cada vez más injusto, de un mundo que además ha generado en esta era digital un conjunto de mecanismos, de dispositivos, que nos alejan cada vez más del contacto con el otro, es decir, de una acción política que está vinculada al cuerpo, al encuentro con el otro, a la mirada con el otro. Yo creo que en el encuentro con ese otro, como dice el filósofo Levinas, se anuda la responsabilidad hacia el otro. A mí me producen mucho desasosiego estos aspectos de esta era digital, virtual, que vivimos.
-De negación del otro, ¿no?
De negación del otro, sí. En las redes sociales se usa la palabra comunidad y demás… Pero si pensamos cómo funciona esa idea de comunidad, hace referencia cada vez más a comunidades de iguales. Entonces, eso nos aleja cada vez más del otro.
-¿Las redes sociales también reproducen la crueldad que está proponiendo este mundo entre los seres humanos?
Lo digo pensando más en las formas que asume la política: a veces es la política digital donde las comunidades que se arman no son diversas, son comunidades de iguales, entonces, es la solidaridad entre los iguales. Hay ahí una cosa que no nos desafía, que no nos reta al encuentro con el otro, a un debate real donde sea posible escucharnos. Y eso en todo caso como fenómeno cultural es lo que a veces me genera un poco de desasosiego y también lejanía, como una necesidad de tomar distancia de lo que sucede en las redes sociales.
Pero también sucede que existe un costado interesante del uso de las redes que es la posibilidad de la denuncia, la posibilidad de replicar situaciones que antes estaban invisibilizadas. Pasan un conjunto de cosas, es un fenómeno súper complejo. Para los movimientos sociales, para las organizaciones, en esta era donde la concentración mediática es gigante (tenemos medios de comunicación que son grandes corporaciones de negocios), de algún modo también las redes se han convertido en un espacio posible para construir otras cosas.
-¿Y cómo operan en este escenario de redes los discursos dominantes?
Yo creo que lo que está invisibilizado es que hay muchas experiencias políticas, incluso experiencias resistentes exitosas, que han enfrentado de distintas maneras a la globalización neoliberal y que han sido exitosas. Esas experiencias están poco visibilizadas. Siento que una de las cosas que podemos hacer, o que por lo menos intento hacer desde el periodismo, lo que me moviliza en este tiempo, también es contar cómo fueron, qué debates hubo, qué trayectorias hay entre sus dirigentes. Me parece que hay mucho que aprender de estas experiencias, que además nos cuentan de resistencia y nos dan esperanza, una esperanza real. Nos invitan a no resignarnos al orden de cosas actual.
-Contanos alguna de estas experiencias que vamos a poder ver en la nueva temporada de Historias Debidas…
En la agenda de este año hablamos de la experiencia de las organizaciones socioambientales en el Tigre, cómo lograron enfrentar el modelo de barrios privados que trataban de desembarcar en el Delta, experiencias donde hay una alianza, hay organizaciones: tenés al movimiento campesino, al movimiento socioambiental histórico de Tigre, que paran al Colony Park, un mega emprendimiento inmobiliario que se iba a instalar en el corazón del Tigre. Y lo lograron.
-Hay una historia muy importante de activistas mujeres y hace algunos años vemos que esa lucha cultural y política se masificó ¿podrías hacer algún comentario?
Me parece que los feminismos nos han invitado a reconocer y a poner en valor la trayectoria de muchas mujeres luchadoras, de muchas activistas de la diversidad sexo-genérica que estaban completamente invisibilizadas. También diría, a ir armando como genealogías de lucha, porque hoy me parece que ya el pañuelo blanco y el pañuelo verde forman un linaje de luchas donde las pibas se reconocen en esas otras luchas de esas otras mujeres.
Los feminismos nos han invitado a revisar nuestras propias historias y los lugares de nuestras madres, de nuestras abuelas, sus resistencias, las oportunidades que no tuvieron. Creo que ese mismo ejercicio lo estamos haciendo en nuestra historia reciente, hoy nos encontramos con grandes, enormes dirigentas. Y también desde el laburo periodístico que venimos haciendo en estos años visibilizarlas hace un espejo enorme para pensar este momento de la Argentina. Ese es un camino que seguimos transitando.
-¿Nos podés comentar algo sobre tus vivencias en Latinoamérica?
Para nosotros, que desde la Argentina siempre tuvimos una mirada y una formación tan europeizante, la posibilidad de caminar América Latina fue un aprendizaje enorme en lo personal, y la posibilidad de compartir ese aprendizaje a través del periodismo.
Me parece que América Latina es un laboratorio formidable de experiencias políticas, sociales, de nuevas formas de la política. Si hoy tuviera que decirte lo más interesante que veo son las luchas de los pueblos indígenas y los feminismos, y en eso me parece que hay una creatividad política gigante en el continente, hay una cantidad infinita de experiencias que a veces son locales, que tienen escala regional, que parece que son chiquitas, pero que están ahí y que tienen una profunda creatividad. Hay que mirar ahí.
-Leo en tus palabras que tenés un nivel de esperanza, una mirada optimista dentro de este panorama dificultoso que estamos describiendo.
No puedo permitirme otra cosa más que la esperanza porque esa esperanza me la contagian cotidianamente los que luchan en condiciones mucho más adversas que las que nos han tocado en la vida. Y de los pueblos uno aprende la esperanza.
Creo que esa esperanza no es una esperanza ingenua, es una esperanza que se alimenta de lo que sucede en los territorios, de los debates, de las organizaciones, de lo que sucede en estas venas abiertas de América Latina fundamentalmente, que es lo que más conozco, y sin esperanza no hay posibilidad de imaginar otro horizonte de futuro.
Sí, claro que soy una persona que apuesta y que camina con la esperanza de construir otro mundo posible, aunque no la vea, aunque por el momento sea un caminar.