Editorial
PALABRAS
No me voy a poner a explicar la razón y los por qué de esta revista, ya que otros compañeros, como Hugo Godoy o Gonzalo Chaves lo hacen con mejores capacidades en otras páginas de este número.
Pero lo que sí parece interesante de desandar es el camino del nombre elegido. De Malas Palabras, como denominación de un producto en el que se intentará poner en común pensamientos propios de los trabajadores, o de infatigables compañeros de ruta, que buscamos desde hace décadas modificar las reglas de un juego perverso.
Juego que ha provocado, y provoca, desigualdades e injusticias incomprensibles en un país al que le sobraría cuerda para que cada uno de sus habitantes pueda darle batalla a la vida con igual cantidad de barajas que el resto de los jugadores.
Desde lo periodístico puede asegurarse que buena parte de la derrota que hemos sufrido en estos 26 años y pico de democracia, ha tenido que ver con una previa derrota cultural, que, como sin darnos cuenta, se nos ha ido metiendo debajo de la piel de cada uno.
Desde la aceptación general del mal uso de algunos términos, (o desde la tergiversación de los mismos) hemos permitido que desde el acostumbramiento a ellos, sean alterados conceptos, formas de ver las cosas, principios, prácticas… Parece desmedida esa visión? Ejemplos: Carlos Bello, miembro de esta redacción, dice con acierto que eso de ‘honrar una deuda’ era una idea común en los barrios pobres, por la cual resultaba sagrado no dejar de pagarle un compromiso al almacenero de la esquina, que, de puro gomía, nos fiaba hasta el cansancio. Obligación moral, decencia, ejemplo para nuestros hijos, lealtad para con un compañero de ruta, al que no se debía dejar en banda tras habernos dado una mano.
¿De eso mismo nos hablan los defensores autóctonos del FMI o el Club de París? De eso se trata cuando no quieren saber nada con investigar qué estaremos pagando hasta que nuestros nietos tengan nietos? Se me ocurre pensar que no. Y sin embargo las mismas palabras han sido utilizadas para explicarnos la usura del cobro de quienes antes nos estafaron…¿Cuándo lo permitimos? O cuando permitimos eso de que con ‘Estado eficiente’ se nos esté hablando de acumulación económica en las tesorerías oficiales?
¿No será que un Estado es eficiente, cuando le garantiza igualdad y justicia a quienes les administra la vida? No hace falta abundar con la introducción respecto de palabras mal usadas porque, precisamente, la propuesta de esta revista es que de aquí en mas nos demos juntos a la tarea de contarnos cosas desde nuestro propio diccionario.
Si lo pensamos bien, en cada una de las temáticas que se nos puedan ocurrir, encontraremos dos o más lados de una misma mirada. Será cuestión de dar batalla para construir la realidad desde nuestros propios ojos. De discutir esas Malas Palabras. De devolverles su verdadero significado para entender de un modo diferente la realidad que nos duele. Para pelearla sin dobles sentidos.
De eso se tratará.…
Carlos Fanjul