Por José Maldonado
Un mes antes de su renuncia Martín Guzmán presentó el proyecto de Impuesto a la Renta Inesperada, pero el mismo no logró avanzar ni siquiera un paso, lo que volvió a dejar al descubierto la debilidad política de su gestión.
La iniciativa apunta a un pequeño grupo de empresas del sector más concentrado de la economía que comercialmente aprovechó la guerra en Ucrania y maximizó sus ganancias, facturando más de mil millones de pesos adicionales como consecuencia del aumento de los precios por el conflicto bélico.
En caso de aprobarse, serían apenas 350 grandes firmas las que deberían pagar el impuesto a la renta inesperada, lo que equivale a apenas el 1 por ciento de las empresas que operan en Argentina. Una lista muy corta, si se la compara con los millones de contribuyentes que abonan IVA o Impuesto a las Ganancias.
Pero el rechazo al proyecto fue feroz y el proyecto quedó empantanado ante la falta de apoyo de la oposición, con muchos diputados de Juntos por el Cambio en la primera fila, y el escaso músculo político del oficialismo.
La idea de gravar a las empresas que se beneficiaron extraordinariamente por el aumento de precios de los commodities surgió del corazón mismo del establishment financiero: el propio FMI recomendó, como lo había hecho al inicio de la pandemia, un “aumento de las alícuotas para los tramos más altos de impuesto a las ganancias y bienes personales”.
La lista de casos de gobiernos que implementaron tributos a las ganancias extraordinarias es cada vez más larga. A fines de abril, Italia puso en marcha su propio impuesto a la renta inesperada. Grava con una tasa de 10% a los beneficios excepcionales que registraron las empresas energéticas que operan en ese país. Asciende a 4400 millones de euros. En mayo, se anunció que la tasa pasaría de 10% a 25%.
En Gran Bretaña, el conservador de Boris Jonhson anunció la aplicación del “windfall tax” o impuesto a las ganancias inesperadas para los productores de petróleo y gas que operan en el Reino Unido. Con los fondos recaudados está financiando un paquete de asistencia social extraordinario para atender a un fenómeno que crece cada vez más: la pobreza en Inglaterra.
En España el socialista Pedro Sánchez estableció un impuesto a las ganancias inesperadas para solventar gastos sanitarios. Ahora, se plantea reconvertirlo y poner el foco en las empresas energéticas. En Rusia, ya desde 2020 se aplica un impuesto del 15% a los dividendos en las cuentas extranjeras y uno del 13% a los depósitos bancarios de más de 13.000 dólares.
De vuelta en Argentina, la propuesta quedó en suspenso después de la renuncia del ministro de economía, sin llegar a defenderla parlamentariamente. Ahora Silvina Batakis deberá ponerse la discusión al hombro e intentar torcer rechazos. “Es justo que cuando hay una renta inesperada, como en este caso por una guerra, se aporte más. Tiene que ser un instrumento que logre la redistribución de los recursos”, señaló en sus primeras declaraciones públicas.
De avanzar, la iniciativa empezaría a poner un poco de equidad en un sistema regresivo e injusto. Un tributo deducido de las extraordinarias ganancias de los pocos beneficiados de esta crisis, para paliar las profundas desigualdades del país.