Por Paula Provenzano
El pasado 28 de junio nos sorprendió la desgraciada noticia de la muerte de Ángeles Salvador a los 50 años, tras una complicación de salud a partir de un cuadro de coronavirus. Recordé que en el año 2017, a partir de una reseña de Silvina Giaganti y envuelta en curiosidad por el título, conseguí “El papel preponderante del oxígeno“, su primera novela que se publicaba ese año. La obra está dedicada a su padre, quien le dio y le donó la vida: Ángeles sufría una insuficiencia renal, llegó a necesitar un trasplante y el órgano llegó desde este, nunca mejor dicho, salvador.
Me entusiasmé de entrada por la crudeza y la obscenidad que empapa todo el texto. El libro está dividido en tres partes, y a su vez divididas en pequeños capítulos que son introducidos con una destreza espectacular. Al inicio de uno dice: “Se sabe que las ayudantes de los magos son contratadas por tener un alto número de plaquetas, un número sobrehumano que provoca una cicatrización tan veloz que no se distingue a la vista. Pero por dentro están destrozadas. Sufren por los coágulos internos y por el disimulo paranoico al dolor.”
La historia es narrada por su hipnótica protagonista, Rosa, que de niña fue criada por su tía y su tío a partir de que queda huérfana cuando su padre y su madre mueren en un naufragio en el río. Rosa se muda a Capital y se convierte en peluquera, deviene en Rose y se vincula con José, un hombre que conoció nada menos que en una orgía, y que estaba casado con una prima y cuya descendencia nació ciega.
Sensacional debut literario, una historia única situada en los 90; la ficticia felicidad de la administración menemista, el exceso, el rubio, la planchita. Una escritura punzante, explícita, mágicamente por momentos tierna pero siempre desfachatada. El sexo lo ocupa casi todo, es un lenguaje, un medio de comunicación. Por momentos asfixia el relato, no se aguanta pero paradójicamente no se puede soltar, queremos seguir en contacto con estos personajes, se nos vuelven necesarios, sabemos que no los vamos a encontrar en cualquier lugar.
Aquella vez que tomé contacto por primera vez con esta autora, entre otros datos me enteré que Ángeles Salvador nació en Buenos Aires, tenía tres hijes, estudió teatro y fue actriz, y comenzó a escribir alrededor de los 40 años. Esto último se traducía como “empezó a escribir de grande”, sentencia que se convierte en aliento para quienes sueñan con que nunca sea tarde para escribir la historia que late y espera para ser contada.