Por Eduardo Guzmán
@soloenlecine
Moonee es una niña de 8 años que sueña con ir a Disneyworld. Vive en el Magic Castle Inn, un motel barato a las afueras de Orlando. Pese a la cercanía geográfica, la distancia entre ambos mundos es infranqueable y la pequeña pasa los días de un agobiante verano haciendo travesuras con sus amigos y transformando el lugar y sus alrededores en su propio parque de diversiones. The Florida project es el séptimo largometraje de Sean Baker, que como en Tangerine (2015) y Starlet (2012) vuelve a poner en foco el lado B del sueño americano.
En el comienzo de la película vemos a Moonee y un amiguito sentados con la espalda apoyada en una pared violeta chicle. Otro chico corre hacia ellos llamándolos a los gritos y les avisa que “hay fresquitos en el Future”. A continuación vemos al trío desde el pasillo de un primer piso escupiendo hacia abajo a los recién llegados al Future Land, otro motel económico vecino al suyo. Tras ser descubiertos son llevados para que los reten, pero Halley, la joven mamá de la pequeña, no parece darle mucha importancia al asunto ni estar muy preocupada por cómo pasa el tiempo su hija. En este tono, se desarrollará la primera parte de la historia, con los niños haciendo de las suyas y unos adultos desdibujados, con excepción de Bobby el severo encargado del motel, que hace todo lo posible por conservar el orden de su establecimiento.
De a poco, el relato irá haciéndose más oscuro y veremos cómo Halley intenta ganarse unos dólares siempre al borde de lo ilegal, y la gracia del derrotero de aventuras infantiles contrastará cada vez más con las dificultades y riesgos inherentes al universo marginal en el que habitan madre e hija. En este contexto, a la vez, se verá reforzado el vínculo amoroso entre ellas, y la figura de Bobby, el encargado, ganará en espesor como una especie de padre putativo de ambas.
Sentada sobre un gigantesco árbol tumbado, Moonee afirma que ese es su árbol favorito porque “pese a estar derrumbado, continúa creciendo”, frase que sintetiza una de las grandes virtudes de The Florida Project: un modo poco miserabilista de mostrar una realidad cruda. Una mirada que, sin ser desmedidamente optimista, se preocupa por no juzgar y por resaltar la dignidad de unos personajes que se desenvuelven en un contexto muy hostil.