Con un ‘alambre y un destornillador’, sigue andando
A los 87 años, y luego de una vida dedicada a la defensa de los derechos humanos, de ayer y de hoy, falleció el pastor Aldo Etchegoyen, fundador de la APDH y co presidente de la Comisión por la Memoria. Lo recordaron sus compañeros como un hombre capaz de ponerle el pecho a la situación más difícil, y con valentía y creatividad como únicas herramientas –“con un alambre y un destornillador”, graficaron, guiarle el camino al resto. “No se fue, seguiremos andando”, aseguró Adolfo Pérez Esquivel. “”Está en el cielo, cuidando a nuestros hijos”, se emocionó Nora Cortiñas, durante la despedida en la iglesia metodista de la calle Corrientes, en la que tantas veces cobijó a todos .
Los compañeros de la agencia INFOJÚS, cronicaron su vida y sus legados
Los compañeros de Aldo Etchegoyen, los miembros de los organismos de derechos humanos de los que siempre se mantuvo cerca, despidieron en una ceremonia íntima al penúltimo fundador de la Asamblea Permanente de Derechos humanos (APDH) que estaba vivo.
“Todas las palabras que podamos decir no van a alcanzar para despedir a ese amigo. Lo vamos a extrañar mucho”, dijo a Infojus Noticias una de las copresidentas del organismo, Bella Epsztein de Friszman.
“Era una persona completa: un ser humano maravilloso, un amigo en la verdadera dimensión de la palabra, con el que uno podía discutir pero siempre tenía la palabra justa, equilibrada, una persona muy hábil para encontrar en los disensos el denominador común”, lo describió Epsztein de Friszman, que tiene una hija desaparecida. La dirigente lo conoció en 1977, cuando llegó a APDH y Etchegoyen ya ocupaba, como miembro fundador en 1975, un lugar en la cúpula directiva. “Yo me sentí muy contenida por él”.
Etchegoyen murió ayer a los 87 años, después de una enfermedad repentina que no pudo ser diagnosticada.
La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación expresó en un comunicado su profundo pesar por la muerte de «un histórico luchador por los derechos humanos en Argentina». Etchegoyen ejerció como pastor desde 1960, integró el Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias entre 1998 y 2006 con el que viajó por el mundo entero y que lo ayudó a observar con perspectiva las carencias de su feligresía. Fue además uno de los principales referentes del Consejo de Iglesias Evangélicas Metodistas de América Latina y del Concilio de Obispos Metodistas de América Latina.
Su labor pastoral, que nunca interrumpió, no le impidió dedicarle gran parte de su vida a la APDH. En su Iglesia Evangélica de Corrientes y Esmeralda, que disponía para las reuniones del organismo en plena dictadura, recibía a familiares de desaparecidos que llegaban buscando consuelo, y también visitaba a los presos políticos que estaban en las cárceles del país a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. “Esa también fue una tarea nefasta, por cómo trataban a los visitantes en las cárceles”, agregó Bella.
Etchegoyen seguía siendo un hombre muy activo. Integraba la Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires, y viajaba todas las semanas a La Plata para las reuniones de comisión directiva. Además de su membresía en la APDH, siempre tuvo un vínculo cercano con otros organismos, como la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
A raíz de su muerte, el organismo difundió un comunicado en el que despidió al obispo. «Vamos a extrañar su presencia, su mirada piadosa y su profundo humanismo. Ante su fallecimiento, sentimos un vacío imposible de llenar. Nos ha dejado un hombre bueno, de los indispensables, hoy nos queda su ejemplo y su memoria y es nuestra obligación mantenerlos vivos. ¡Hasta siempre, compañero!»
“Le pusimos vida a los derechos humanos”
En mayo de 2013, a propuesta de la diputada porteña María Elena Naddeo, la Legislatura porteña lo declaró personalidad destacada de la ciudad de Buenos Aires junto con Miguel Monserrat, otro directivo de APDH, por “su incansable lucha en defensa y protección de los derechos humanos”.
María Isabel Chorobik de Mariani, una de las fundadoras de Abuelas y la mentora de la Asociación Anahí —desde donde busca sin respiro a su nieta Clara—, consideró la partida de Etchegoyen como una “pérdida tremenda para la humanidad”. Chicha, con 92 años, conoció bien al obispo cuando fue uno de los puntales que tuvieron las Abuelas en los primeros tiempos.
“Nos hemos visto muchas veces, hemos compartido trabajo, era de esos seres humanos que deberían ser más longevos, para volverse referentes del resto. Son los ejemplos que no debiéramos olvidar”.
En la búsqueda de Clara Anahí y el resto de los nietos, Chicha se sintió defraudada muchas veces con la Iglesia. Sin embargo, “en su caso no me pasó eso. Lo incluyo entre esos obispos que se jugaron la vida por los desaparecidos y sus familiares”.
El 17 de junio de 2014, cuando APDH fue homenajeado en el Congreso de la Nación, Aldo tomó la palabra para reseñar el papel del organismo durante la dictadura cívico militar.
Dijo: “¿Qué hicimos? Sería muy largo enumerar lo llevado a cabo, solo respondo a la pregunta diciendo: le pusimos vida a los derechos humanos en todo el país, nuestro compromiso, pensamiento, tiempo, difusión, trabajo, marchas, en suma le pusimos el cuerpo. Sin vida, los derechos humanos quedan en un texto de las Naciones Unidas, muy importante por cierto pero sin plena realización”.
La otra iglesia
La referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora Nora Cortiñas también destacó la “compañía” que significó Etchegoyen para “la lucha por la búsqueda, sobre todo la temprana, cuando recién arrancaba”. “Lo conozco hace casi 40 años. Lamentamos su muerte y lo vamos a extrañar demasiado, aunque siempre estará presente”, aseguró en diálogo con este diario. La referente de la Línea Fundadora de Madres remarcó la importancia que tuvo Etchegoyen “y la iglesia que representaba, esa otra iglesia que nos ayudó tanto en tiempos en los que la católica se dividía entre los curas que acompañaban y la cúpula que participó del terrorismo de Estado”.
Cortiñas recordó cuánto sirvieron los contactos que el pastor tenía alrededor del mundo cuando las Madres decidieron empezar a viajar para denunciar los secuestros y las desapariciones de sus hijos: “No sólo nos ayudó económicamente, era un hombre con muchos contactos, siempre que viajamos teníamos en dónde dormir muchas veces gracias a él”. Además, destacó su trabajo en la amplitud del área de los derechos humanos, incluso en los últimos meses. “Aldo tenía una actividad muy solidaria en diferentes lugares del país, especialmente en las comunidades de los pueblos originarios”, contó. En los últimos días había participado de la conformación de un grupo de apoyo a la carpa que pueblos originarios del noreste instalaron en Avenida de Mayo y Lima, a la espera de una respuesta del Ejecutivo nacional sobre sus reclamos de tierras.
Su compañero Adolfo Pérez Esquivel, enfatizó: “Aldo: el pastor, el obispo, el hombre de esa otra iglesia que se comprometió, que denunció y acompañó aun en los momentos más difíciles. Un incansable luchador por la vigencia de los derechos humanos y la defensa de la vida”