Por Carlos Fanjul.- Hace poco más de siete años partió uno de los tipos más admirados por quien esto suscribe, el doctor Roberto Marelli. Popularmente conocido por ser el médico de los principales equipos campeones de Estudiantes, el tordo tenía una vida menos divulgada entre el público, más íntima, y firmemente relacionada con la pelea diaria a favor de los valores humanos.
Ninguna marcha por los pibes pobres de Cajade lo tenía entre los ausentes, tampoco faltaba a movilización alguna por los derechos humanos o laborales.
Un militante incansable, poseedor de una cultura superior y amigo franco que no dejaba de invitar a su quincho mágico a cuanto personaje con aristas humanas descubriese.
A ese lugar, casi sagrado, lo hicieron propio para la charla profunda y el vino abundante figuras como Alberto Cortes, Eduardo Galeano, Javier Villafañe, Rene Favaloro o Joan Manuel Serrat. Pero también tipos de a pie que Roberto detectaba por la vida para recibirlos con entrañable cariño y contarles la historia de cada una de las decenas de fotos con celebridades que poblaban las paredes de ese sitio fantástico. Habíamos empezado a escribir un libro sobre ellas, cuando la muerte cortó el proyecto.
Roberto estaba convencido de dos cosas esenciales para ser mejores.
Una, que había que formarse a fondo como persona para encarar cualquier desafío. Contaba que a los jóvenes futbolistas, él les hablaba de música, de literatura, o de cuestiones sociales y políticas. “Una vez que uno ve la luz –afirmaba-, no vuelven más las sombras. Al mundo lo manejan los poderosos, y para ganarle a eso, los grupos deben saber llegar a una profunda autocrítica, no la individual, sino la colectiva. Enriquecerse con el otro. Así el grupo adquiere valores propios y los va a defender a ultranza por el resto de sus vidas. Y esa firmeza personal, también lo pondrá más cerca, por ejemplo, de la victoria deportiva. O de cualquier otra victoria”.
Por otra parte, fiel seguidor de Saint Simon, siempre repetía que para “hacer grandes cosas es menester estar apasionado con ellas. Y hay que realizarlas con la alegría de los que van a hacer esas grandes cosas. Por eso los reaccionarios siempre toman con ánimo peyorativo la alegría de nosotros, los militantes. Y hay que contestarles que sí, que es un arma revolucionaria la alegría de los pueblos”.
Cualquier relación con los desafíos del momento estará más que acertada.
El pacto de gobernabilidad conservadora que hoy impera, pretende llevarnos a túneles oscuros y sin salida aparente.
No es cierto.
Habrá otras luces.
Y no serán otras que las que sepamos alumbrar NOSOTROS…
…Y ya que la quieren con revolución y con alegría, así será….