ENTREVISTA A DARIO PIGNOTTI, CORRESPONSAL DE LA AGENCIA ITALIANA ANSA.
Mito viviente de Brasil, pletórico de vitalidad política a los 76 años, Lula tiende un carril ancho para permitir una marcha conjunta de los heterogéneos actores políticos y sociales que anhelan cerrar el ciclo del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Por Emiliano Guido
Luiz Inácio Lula da Silva toca una pieza de ajedrez impensada, sonríe y aprieta las manos de un compañero de fórmula extraño en el hábitat de la izquierda, el empresario textil José Alencar. Veinte años después haber pergeñado una osada alianza que permitió al Partido de los Trabajadores crecer en votos y disipar miedos para sentarse en la butaca principal del Palacio Planalto, Lula retoma aquella hechicería electoral, ahora cohabitando la boleta presidencial con el dirigente conservador paulista Gerardo Alckmin, para plasmar un doble objetivo, cantar victoria y clausurar el período filo dictatorial de Jair Bolsonaro. En conversación con Malas Palabras, el corresponsal en Brasilia Dario Pignotti, explica el porqué de la premura del PT por hacer realidad el grito Fora Bolsonaro que retumbó fuerte en el Sambódromo durante la apertura del último carnaval: “Decir que en Brasil hoy hay democracia es propio de frívolos o de quienes tienen pereza analítica».
“La incorporación de Alckmin tiene una significación similar al pacto suscripto con Alencar en el 2002. Pero, cuando el análisis anhela un poco más de profundidad se observa una diferencia de calado; es decir, Brasil vive un riesgo dictatorial, se trata de un contraste considerable con lo sucedido dos décadas atrás”, complementa Pignotti, que integra el staff internacional de la agencia italiana ANSA.
La fuente consultada detiene su mirada en la fortaleza que protege a Bolsonaro. “Hay una presencia de 6 mil militares enquistados en puestos claves del Estado federal, es decir cumpliendo funciones en los distintos estamentos ministeriales o entes autárquicos, ellos no van a abandonar sus cargos, ese sería el principal problema para Lula en la hora cero del gobierno”, detalla Pignotti.
En marcha
La periodista brasileña Juraina Almeida cubrió a mediados de mayo el acto inaugural de la campaña presidencial de Lula para la red de investigación latinoamericana CLAE. Presente en el Centro de Convenciones de San Pablo, la cronista aprovechó la cercanía con el dos veces ex presidente -vestido de fina estampa, camisa blanca, saco azul pegado al cuerpo- para epigrafiar el primer mitin de Lula 2022 con un atinado comentario: “En 2002, Lula ya se había convertido en un candidato más moderado y flexible en relación al mercado. Hoy vuelve al perfil conciliador, capaz de unir a diferentes sectores de la sociedad”.
Raúl Pont, parte de la camada fundadora del partido de los Trabajadores, y ex intendente de Porto Alegre cuando la ciudad gaucha fue sede de las primeras ediciones del Foro Social Mundial, justificó el motivo central que llevó al PT a sellar una alianza, en principio contranatura, con el conservador PSDB: “La Dirección Nacional cree que Alckmin puede atraer una buena porción de votos en San Pablo, que es el estado más grande del país y donde más sufrimos la campaña en contra de Lula”. Optimista, Pont entiende que el pragmático pacto electoral se asienta en un terreno político firme: “Lula firmó delante de los sindicatos y los trabajadores que está comprometido a derogar las reformas laborales existentes y a mejorar la previsión social”.
En resumen, Lula ha decidido ensanchar lo máximo posible el mapa electoral propio para derrotar a un rival, Jair Bolsonaro, que pretende seguir surfeando la ola de la ultraderecha supremacista conocida como alt right. Esteban Actis, doctor en relaciones internacionales por la Universidad Nacional de Rosario, recordó en un sugestivo tuit el peligroso recambio de temporada que se viene observando en la vidriera de la derecha continental: “2017: Trump- Partido Republicano. 2018: Bolsonaro- PSDB/PMDB. 2019: Bukele (presidente de El Salvador)- ARENA. 2021: Kast (dirigente post pinochetista)- UDI/RN (partidos cercanos al ex presidente Piñera). 2022: Hernández- Centro Democrático (uribismo)”.
Recapitulando, ¿La unidad de todos contra Bolsonaro asegura un triunfo popular en octubre? La influyente revista brasileña Piauí resaltó con tono irónico en su último mensuario que los buenos números ostentados por el líder popular distan de ser una novedad. “Desde que el explorador portugués Pedro Álvares Cabral descubrió las tierras brasileñas que Lula mide alrededor de 40 puntos en los sondeos”, alertó el medio paulista en un párrafo que fue citado como un dato a tener en cuenta por el periodista Daniel Tognetti en su recomendable podcast “Brasil, Cuenta Regresiva”.
Los sondeos podrán resultar planos en el ánimo del PT; sin embargo, hay movimientos en el búnker del PT. A fines de abril, el ala izquierda de la alianza que apoya la candidatura de Lula impulsó el despido del influyente jefe de marketing de la campaña, el empresario Augusto Fonseca, por estimar que impulsaba una narrativa política blanda y moderada. Apenas Fonseca hizo las valijas, Lula realizó declaraciones a favor de la interrupción legal del embarazo y de revocar – y no de revisar, como proponía el sector de Alckmin- la reforma laboral impuesta por la dictadura de Michel Temer.
Pignotti comenta a Malas Palabras cuáles serían los tres pilares de un gobierno de Lula modelo 2022: “Primero, recuperar PetroBras como motor del desarrollo económico nacional, recordemos que los intereses petroleros extranjerizantes, más que la presión militar, fueron centrales en el derrocamiento de Dilma Rousseff. En segundo lugar, revisar la reforma laboral impuesta por (Michel) Temer, y profundizada por Bolsonaro. Por último, retomar políticas sociales que llevan el sello de sus anteriores gestiones como el programa Bolsa Familia, o los estímulos financieros otorgados a los estudiantes de bajos recursos”.
Los ecos de las elecciones brasileñas suelen retumbar en la región. El país vecino se erige como excepcionalidad, ya sea por el sonido y color distintivo de su idioma, lo fastuoso de su extensión, un mapa verdeamarelho que trepa por todo el Atlántico, la relevancia de su peso económico. Además, los comicios de octubre plebiscitarán el consenso democrático regional.
Desde que cayó el ciclo dictatorial del Plan Cóndor, las y los latinoamericanos eligen a sus presidentes ejerciendo el derecho del voto. Impertérrito, Bolsonaro escupe la Constitución, amenaza con desconocer los resultados si no son de su agrado. Ante la amenaza de fraude o boicot, los gobiernos populares y los movimientos sociales del Cono Sur activan sus tradicionales mecanismos diplomáticos y redes de solidaridad política para que haya un proceso electoral limpio.
En caso de triunfar Lula protagonizaría un hecho inédito, ser el primer presidente integrante del denominado boom progresista regional de inicios de siglo -la era donde brillaron Chávez, Correa, Morales- en retornar al gobierno. De esa manera, el ex tornero de San Pablo, a diferencia de sus “colegas” mencionados, estaría doblegando a la muerte, el destierro o el declive político que llegan inevitablemente con el paso de los años. ¿Podrá?