Desde hace algún tiempo los patrones de la industria azucarera han coordinado un ataque simultáneo en Salta, primero con despidos y luego con el cierre del Ingenio San Isidro y más de 150 despidos en El Tabacal, y en Jujuy, con 338 despidos en el Ingenio La Esperanza y 30 despidos en el Ingenio Ledesma. A lo que se suma, nuevamente, la incertidumbre sobre el futuro del Ingenio San Juan en Tucumán.
Al frente del la movida de las patronales se encuentran tristes apellidos de nuestra historia, como la del genocida Carlos Blaquier, histórico dueño de Ledesma, y sus socios o testaferros, como Eduardo Nougués en la presidencia del Centro Azucarero Regional del Norte Argentino (CARNA) y la vicepresidencia de la flamante conducción de la UIA y la COPAL; Javier Goñi, en la presidencia de IDEA, o el propio Carlos H Blaquier como socio de AEA.
Buscan imponer mayor flexibilidad salarial e impedir una nueva rebaja del precio del bioetanol, otro tema para no perder de vista. Se trata de grupos que, aunque mientan pérdidas o desventajas, nunca dejan de ganar millones y aprovechan la debilidad de los gobiernos provinciales para ejecutar su propia reforma laboral y arrancar mayores beneficios fiscales.
El titular de ATE Nacional, Hugo ‘Cachorro’ Godoy, bien explica el cuadro de situación: “Se trata de un clarísimo lock out patronal. Hace cinco años vienen modificando las condiciones laborales de la región. Hasta no hace tanto, se trabajaba casi con un modelo de esclavitud y la lucha de los trabajadores ha logrado equiparar los salarios existentes en otras provincias. En este contexto de despido masivo y de sindicalistas corruptos para subordinar a los trabajadores, los dueños cierran porque dicen no tener plata y declaran, como establece la ley, un estado de emergencia económica. O sea que, ante el crecimiento de los derechos laborales, los destruyen cerrando las empresas, para luego, seguramente, abrir otras con otros nombres y otras condiciones laborales. Es una manera de destruir la organización sindical y esto se da en medio de una ofensiva del gobierno macrista para relacionar la lucha sindical con la corrupción de tipos como Balcedo o el Pata Medina”
Un poco de historia
Son varios los aspectos que importan para recrear lo que viven los trabajadores en aquella región. En primer lugar hay que ubicar la cuestión de los salarios, en los que hubo una recuperación lenta pero permanente, porque los trabajadores han ido arrancando rentabilidad. Por supuesto, las patronales han tratado de no hacerlo y, en el ingenio San Isidro, por ejemplo, tuvieron que reconocer tras haberse declarado en proceso de crisis para no pagar los aumentos, que la situación no era tan grave como argumentaban. Después de eso, declararon el cierre. O puede recordarse el caso de los Blaquier, que decían no tener plata para los aumentos pero sí para comprar el ingenio Concepción en Tucumán.
Si además, observamos las condiciones laborales deplorables en que viven los trabajadores, el cuadro de situación llama más la atención, ya que a cada metro se pueden detectar cuestiones de inseguridad laboral, malas situaciones de salud que enfrentan los trabajadores, precariedad, o hasta condiciones de vida semiesclavas.
Y en esto nada tiene que ver la supuesta ‘grieta’ bien defendida en los últimos años tanto por los gobiernos amarillos, como los kirchneristas: en Jujuy hay un gobierno radical que responde a Cambiemos y en Salta, un gobierno del Frente para la Victoria, con Juan Manuel Urutubey, el hijo pródigo de familias como la Romero siempre ligadas al justicialismo más ortodoxo.
Es decir, los dos sectores defienden allí la concentración y la extranjerización del sector azucarero.
Hace un tiempo atrás, el líder de Unidad Popular, Víctor De Gennaro –ver columna aparte- relataba que “Los trabajadores han enfrentado esta dura realidad con mucha valentía en los últimos años. Recuperando organizaciones como la del ingenio Ledesma, la del ingenio El Tabacal, La Esperanza, San Isidro y toda esa zona de la industria azucarera que están organizados dentro de la CTA Autónoma. Hubo un proceso de recuperación de las organizaciones sindicales que han ido peleando para transformar esa realidad y, de hecho, algo cambió. En el ingenio El Tabacal hubo una huelga histórica de 75 días enfrentando a los capitales extranjeros que explotan el ingenio y que terminó con una represión al pueblo que apoyaba a los trabajadores. Bastones, balas de goma, enfrentamientos. Y aun así se logró un gran triunfo porque se eliminó el cuarto turno y se mejoró un 41% el salario. También se logró la presencia como querellantes de los trabajadores de Ledesma, empresa de la familia Blaquier.
Este cambio cualitativo que hicieron los trabajadores es castigado por un triángulo que incluye: Gobierno, Justicia y es promovido por la patronal. Lo que conduce a la criminalización de la protesta. El compañero Mario Cuenca, Secretario General del ingenio San Isidro, tiene abiertos 47 procesos penales. En El Tabacal los dirigentes ya ni cuentan los procesos que se llevan en su contra. En Ledesma es el Ministerio de Trabajo el que sanciona con multas millonarias al sindicato por no acatar una segunda conciliación obligatoria continuada, lo que es ilegal e inconstitucional. Pero esto hay que verlo como el resultado de la organización de los trabajadores para cambiar su realidad”.
Retornados al presente, el dirigente de la CTA A, Nicolás Tapia, describió hace pocas horas: “Hemos recorrido el ingenio Tabacal y también estamos al tanto de lo que pasa con el San Isidro. Estamos preocupados por la declaración de los gerentes, tanto del grupo La Gloria como del grupo de la Seaboard Corporation en El Tabacal, donde argumentan que los despidos y el cierre del ingenio San Isidro se debe a las políticas que ha tomado el Gobierno nacional que afecta el bolsillo de las empresas, cuando en realidad no hablamos que el año pasado en el ingenio del Tabacal tuvo una zafra récord donde tienen una ganancia de un billón de pesos por zafra y ellos hablan de una perdida de 137 millones de dólares en cinco años, lo cual es mentira, o sea, hay 200 despedidos y eso no genera una pérdida y no genera un superávit en el ingenio, todo lo contrario, o sea, despedir 200 personas que ganan 20 mil pesos todos los meses no es que te ahorras en el costo de los insumos del ingenio”,
Vamos por partes
El ingenio San Isidro, la empresa más antigua del país en la materia, cerró sus puertas días pasados tras 258 años de historia. Fundado en 1760 en Campo Santo, 59 kilómetros al sur de la ciudad de Salta, cuando aún esa región formaba parte del Virreinato del Perú, el ingenio perteneciente al Grupo Gloria, de origen peruano, dejó en la calle a sus 710 empleados, lo que, como efecto dominó, le hace perder la fuente laboral a unas 2.600 personas en forma directa e indirecta.
La situación del San Isidro es el caso más destacado de la crisis que alega el sector azucarero que, en el caso particular de Salta, también se expresa a través de los 164 despidos ya en marcha en el ingenio El Tabacal, en el norte de la provincia, lo que implica casi el 10 por ciento de su plantilla de personal.
A la hora de explicar motivaciones, las patronales sufren de manera parecida: Todas coinciden en culpar al aumento de los aportes patronales del 17 al 19,5 por ciento; la derogación del decreto 814/01, que permitía a las empresas descontar una parte de lo que pagaban por esas contribuciones como crédito técnico de IVA; los aportes previsionales que deberán abonar por las sumas que antes eran no remunerativas y que en el caso del San Isidro rondan el 33 por ciento de los salarios.
A estos número que se relaciona a lo conocido como costo laboral se suma la reducción de un 13,89 por ciento del precio de venta del biocombustible que fabrican los ingenios, con el que se cortan las naftas. Además, su principal producto, el azúcar, también sufrió una baja internacional de su valor debido a la caída del consumo. También, dicen, el gobierno provincial aumentó el impuesto que percibe por las actividades económicas.
Los responsables del Grupo Gloria de capitales peruanos, que administra el Ingenio San Isidro, argumentan “poderosas razones de orden económico, financiero, y laboral han terminado por impedir la continuidad de las operaciones de la empresa”. La Seaboard Corporation de USA, que administra el Ingenio El Tabacal, justificaba los despidos por los “niveles salariales insostenibles para la estructura del negocio”, y una “fuerte baja del precio del bioetanol”, en referencia a la medida dispuesta por el Ministerio de Energía de la Nación. Y recientemente Ledesma también notificó la continuidad de su plan de guerra con nuevos retiros voluntarios y otras medidas flexibilizadoras del convenio laboral por las supuestas “dificultades económicas que atraviesa la empresa y el interés manifestado en contribuir a la reducción de costos de Ledesma para conservar los puestos de trabajo”. En el Ingenio La Esperanza, el argumento que sostiene el gobierno provincial no sería el de una crisis en el sector sino, a la inversa, una oportunidad de negocios para la colombiana Omega Energy. Con el pasar de los días crece la incertidumbre sobre la llegada del Grupo Omega al ingenio y la falta de respuesta oficial respecto del acuerdo dejaría expuesto al gobierno a tener que asumir que los despidos quedarían sin efecto.
Bioetanol
Pero veamos el tema de la caída del precio del bioetanol. Si observamos la evolución histórica del precio del bioetanol de caña podemos ver fuerte crecimiento, más que triplicando su precio en cinco años, al pasar de 4,9 pesos en 2013 a 16,8 pesos por litro en 2017. Un aumento mucho más acelerado que el de la inflación acumulada en ese período. Por eso incluso de aplicarse la reducción inmediata del 14%, el precio disminuiría a los mismos rentables niveles que tenía a principios de 2017.
Una segunda excusa hace referencia a una supuesta disminución del volumen de ventas y el aumento de la capacidad ociosa producto de inversiones realizadas. Pero este argumento tampoco se sostiene si observamos la evolución histórica por el lado de las cantidades vendidas, en un aumento sostenido que se acelera sobre todo desde 2015.
La evolución de los precios internos del azúcar también registra un ciclo ascendente en el último lustro, a un ritmo más acelerado que el de la inflación nacional. Tomando el precio del “azúcar común tipo A vagón-Ingenio” como referencia, se observa que los precios se triplican en 5 años, con un fuerte aumento (52%) entre 2016 y 2017.
Hay que tener en cuenta también que en los últimos dos años el sector azucarero se vio ampliamente favorecido por nuevas medidas gubernamentales que en el caso de las denominadas energías renovables fueron impulsadas durante el kirchnerismo, como es el caso del aumento del corte de etanol en naftas, y luego con Cambiemos recibieron una disminución de las retenciones a las exportaciones, la fuerte devaluación del peso, además de la reducción de los aportes patronales, reducción de impuesto a las ganancias, y otros beneficios incluidos en la reforma impositiva.
Pero además, si en cuenta se tienen los estados contables de los propios ingenios, tampoco aparecen razones para la aparente crisis. Es el caso de Ledesma SAAI que, en relación al negocio azucarero, afirman en sus memorias del ejercicio 2016 que “los precios tuvieron un aumento interanual de 52% en el mercado interno y de 48% en el mercado externo. Esto permitió que el resultado del negocio fuera un 225% superior al Ejercicio anterior”. En cuanto a la producción de alcohol y biocombustibles destacan un aumento del 40% en las cantidades vendidas de alcohol y del 71% en las cantidades de biocombustibles.
Entonces, aunque el balance consolidado de esta empresa diversificada registra pérdidas, el segmento “azúcar y alcohol” más bien operó en sentido inverso, con un aumento del 74% en los ingresos por ventas y del 210% en las ganancias netas del ejercicio (681 millones de pesos).
Respecto del ingenio San Isidro se calcula que los ingresos del ingenio se aproximarían a los 1000 millones de pesos en 2017 y la masa salarial apenas llegaría a un 24% de los ingresos de la empresa.