*Por Adolfo Fito Aguirre, Secretario de Relaciones Internacionales de la CTA Autónoma Nacional
Conmemoramos semanas atrás nuestra fecha emblemática, el 1ro de mayo, sin nuestras tradicionales marchas. Desde nuestros hogares mostramos el orgullo de ser trabajadores y les recordamos a los gobiernos y empresarios del mundo que en la primera línea de lucha contra el Covid19 está la clase trabajadora.
Tomé el título de esta columna de opinión de un concepto del compañero secretario general del PIT-CNT de Uruguay, Marcelo Abdala, quien con maestría dijo sobre el Día Internacional de los Trabajadores: “Que cada casa sea la plaza de la movilización, queremos tener una actitud movilizada pero al mismo tiempo muy responsable con la salud de los trabajadores y las trabajadoras, así como también con las perspectivas de esta pandemia”.
Pues entonces, ese viernes homenajeamos a nuestros antepasados: a los Mártires de Chicago, a los que lucharon por las ocho horas de trabajo, a los que resistieron en la Patagonia Rebelde y en la Semana Trágica, en el Cordobazo y en las dictaduras, en el neoliberalismo y contra el gobierno de los CEOs. Pero también pusimos en alto el nombre de cada trabajador y trabajadora que hoy arriesga su vida para que la sociedad en su conjunto pueda revertir este tiempo dramático. Sin trabajadores no hay futuro.
Por ejemplo, es muy fuerte leer que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) proyecta que podrían perderse hasta 195 millones de empleos, cifra que no incluye a la economía informal. En América Latina, para la CEPAL, la tasa de desempleo llegaría al 12%, es decir, unos 40 millones de compañeras y compañeros sin trabajo.
El coronavirus provocara la peor caída de la actividad económica internacional desde la crisis hipotecaria-capitalista de 2008. Los números indican que las consecuencias serán aún mayores que la Gran Depresión de 1929.
Sin dudas, el mayor peligro para la clase trabajadora la representan los gobiernos de la derecha. Como en Sudamérica el Brasil de Jair Bolsonaro, Chile de Sebastián Piñera, Colombia de Iván Duque, Ecuador de Lenin Moreno, Bolivia de Jeanine Añez, Paraguay de Mario Abdo y Perú de Martín Vizcarra. Estos líderes-títeres de los Estados Unidos muestran que los gobiernos neoliberales solo pretenden salvar las ropas de sus aliados empresariales y tirarán a la hoguera al pueblo.
Como nos cuenta un relevamiento de la Confederación Sindical Internacional (CSI), el 68% de los países decretaron la cuarentena obligatoria. Mientras tanto, Bolsonaro es el único mandatario que sigue afirmando que el coronavirus no representa una amenaza importante a la salud pública o la economía nacional. Avanza en medidas antiobreras, contrataciones precarias, despidos al margen de la ley y ajuste fiscal.
En Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Paraguay el hambre se ha presentado con todo su poder humillante. Dejando a amplias capas de la población sin ayudas, en la miseria y en el caso de los países andinos con éxodos masivos en busca de la sobrevivencia. El presidente Duque suma además cuotas de impunidad insoportables ya que no hace nada para acabar con la persecución a líderes sociales y sindicales. 82 han sido asesinados en lo que va de 2020. En el caso chileno, Piñera pretende saltarse la cuarentena en pos de la economía y aprovechar para desacelerar el conflicto social.
Agregaremos en este ranking al Uruguay de Luis Lacalle Pou, recientemente asumido presidente, que ya pretende acabar con las conquistas obtenidas en el gobierno del Frente Amplio y la central obrera de ese país que avanzó como nadie en derechos laborales según todos los organismos internacionales.
Como argentino, no puedo dejar de destacar que en ese ranking del sindicalismo internacional la Argentina haya sido reconocida ya que encabeza las posiciones por su capacidad de respuesta ante la crisis porque garantiza la licencia paga por enfermedad, estableció ayudas salariales tanto para los trabajadores formales como para independientes, autónomos e informales, ayudas financieras para pequeñas y medianas empresas, la introducción de moratoria en los pagos de alquileres, hipotecas y créditos y, por supuesto, la atención sanitaria gratuita y al alcance de todos/as. A eso se añade el decreto de necesidad y urgencia que incorpora al Covid19 como enfermedad profesional permitiendo tanto la atención como la prevención. Pero a nivel regional y mundial, Argentina está del lado de la excepción al ofrecer esta integralidad en las medidas para proteger vidas y empleo.
Más Estado
La emergencia del coronavirus que se desató al otro lado del mundo en noviembre de 2019 continuará al menos hasta mitad de año en América y la normalidad no volvería en el mundo en el corto plazo, por eso es necesario afirmar que ha fracasado la tesis neoliberal del recorte del Estado. Necesitamos más Estado, por ende más trabajadores y más trabajo de calidad, mejores salarios, mejores convenios colectivos, más leyes de protección, más salud, educación y vivienda.
El déficit de los Estados exige propuestas que la mayoría de los gobiernos, incluso los progresistas, se han negado a implementar y ya va siendo hora. ¡Impuesto a las grandes fortunas, empresas y herencias ya! Tripartismo para atender las distintas realidades que enfrenta la clase trabajadora, que no debe pagar esta crisis, y una mayor democracia y solidaridad en contextos de excepción que algunos gobiernos aprovechan para imponer un mayor autoritarismo y violencia represiva.
Como señalé unos párrafos atrás, si se pueden perder 195 millones de empleos formales en 2020 no cuesta imaginar la deriva a la que están entrando los sectores informales y los de subsistencia básica. Por eso, hay que trabajar para la implementación de un Fondo Global para la Protección Social Universal para sostener a los países más pobres con ayuda sanitaria y apoyo a los ingresos. Protección a los trabajadores que están en la primera línea, como los de salud, el apoyo a las PyME, el alivio de la deuda y el diseño de planes de resiliencia.
Es por eso, y que tras atravesar otro 1ro de Mayo no avalamos acuerdos para universalizar una quita del 25% del salario de los trabajadores, donde se pretende un sistema de subvenciones, donde sectores de empresas concentradas transfieren el pago de salarios al erario público. De esta forma, solo se hacen cargo de una pequeña parte con un costo insignificante en función de sus ingresos y ganancias habituales. El acuerdo pone en el mismo plano a las pequeñas y medianas empresas que verdaderamente requieren el apoyo del estado. No es el camino, el camino es gravar a las grandes fortunas, como fue en su momento la tasa Tobin sobre las transacciones financieras o la propuesta de ATTAC de impuestos unitarios globales y que se desmonten la red de paraísos fiscales al servicio de la atención de pandemia y como un principio universal entre Estados para desmontar estas guaridas que evaden impuestos y desfinancian a los Estados.
¡1ro de Mayo de las y los trabajadores! Porque un mundo sin nosotros está condenado al extinción.