La política, los gremios y los movimientos sociales comparan la tímida reacción popular del momento con respecto a lo vivido en el macrismo. Opinan los dirigentes Hugo Godoy, Sergio Sasia y Alejandro Gramajo.
Por Nicolás Poggi
Ilustración: Juan Soto
Devaluación del 120 por ciento, quita de subsidios en el transporte y los servicios públicos, flexibilización de la economía y una inflación del 4% en julio a costa de secar los ingresos de los trabajadores y obligarlos a endeudarse para pagar sus gastos corrientes. Un panorama desesperante para el sostenimiento de la economía doméstica, con 330.00 cuentas sueldo cerradas desde que asumió la presidencia Javier Milei, según datos del propio Banco Central, y una pobreza en torno al 55%, de acuerdo al Observatorio de Deuda Social de la UCA, una cifra que arroja el máximo de los últimos 20 años.
¿Por qué, ante este escenario, no se canaliza una protesta mayor en las calles como en otros períodos recientes de la historia? ¿Ya no hay más lugar para “piquete y cacerola, la lucha es una sola”? ¿La CGT, las CTA y los movimientos sociales no encuentran feedback en las bases de la patria sublevada? ¿Por qué se perdió el fuego en el territorio?
Malas Palabras consultó a tres dirigentes de distintos sectores de representación de los trabajadores –la política, los gremios y los movimientos sociales– para trazar una comparación entre lo que fue la reacción social a la anterior experiencia de derecha en el país, que fue el gobierno de Mauricio Macri, y la convivencia actual de los sectores populares con la experiencia libertaria. ¿Hubo más protestas, tanto orgánicas como inorgánicas, durante la etapa del macrismo? ¿Hay hoy menos reclamos organizados? ¿A qué puede atribuirse este presente anestesiado?
La nueva desesperanza
Hugo “Cachorro” Godoy, secretario general de la CTA Autónoma, aclara que no hay tantas diferencias en la reacción popular registrada en las dos épocas políticas citadas. “A Macri, el primer gran paro nacional, con el que llenamos la Plaza de Mayo, se lo hicimos los estatales el 24 de febrero de 2016. En el caso de Milei, fue un paro nacional el 24 de enero. También hicimos movilizaciones como las del Paro Nacional de Mujeres del 8 de Marzo, y la del 24 de Marzo, que al igual que con Macri fue un símbolo de época, enfrentando al negacionismo del macrismo y a la complicidad de ahora con la dictadura”, advirtió en diálogo con este medio.
Godoy apunta que, después de aquel primer paro de este año de la CGT, “hubo un segundo paro nacional, también masivo, el 9 de mayo, con altísimos niveles de participación. O sea que, en 6 meses, el gobierno de Milei recibió tres paros nacionales: dos generales y uno de mujeres. Y dos masivas movilizaciones sectoriales, una el 24 de Marzo y la del 23 de abril de los universitarios”.
De todos modos, el referente gremial plantea que “cuando se pierde la capacidad de unidad y hay sectores que, por complicidad o conveniencia sectorial, se limitan en su campo de acción, como fue lo que hizo la conducción de la CGT el 12 de junio y el 27 de junio, cuando se aprobó, primero en el Senado y después en Diputados, la ley Bases, el nivel de movilización decrece”.
Para explicar la retracción en las calles, el secretario general de la CTA-A identifica también, como dato no menor, “las diversas acciones represivas que viene desplegando el gobierno, desde el protocolo antipiquetes hasta las causas contra organizaciones populares y dirigentes destinadas a quebrar a los movimientos sociales. De hecho, la represión del 12 de junio ante el rechazo a la ley Bases todavía tiene compañeros presos, en una clara señal intimidatoria”, recordó.
Para el conductor de la CTA-A, “es más la desesperanza que el miedo lo que pone límite al protagonismo de una parte importante de nuestro pueblo”. Por eso, “en tanto y en cuanto la lucha crezca, y se vayan construyendo nuevas referencias, va a recuperarse la confianza en que no solamente hay que ponerle un freno a este desastre que está produciendo Milei sino también a la posibilidad de alentar una experiencia política nueva”.
La estrategia “tiempista” de la CGT
Sin querer profundizar en comparaciones, el secretario general de la Unión Ferroviaria, Sergio Sasia, integrante del consejo directivo de la CGT, sostiene que en cada etapa hubo movimientos de protestas diferentes. Y explica que, desde el inicio del gobierno de Milei, la central obrera “trazó una agenda, y en base a eso se llevan adelante distintas acciones, como presentarse a la Justicia por el DNU 70/23, los dos paros nacionales y tender puentes con el sector político, porque sabemos gran parte de las leyes del mundo del trabajo se dirimen en el Congreso”.
Sasia, titular también de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), señala en declaraciones a Malas Palabras que “la CGT es abarcativa de los temas a nivel transversal y después está lo particular, que son las actividades por rubro. En lo particular, en nuestro caso lo ferroviario, no sabemos cuál va a ser el futuro, si bien en la Ley Bases se ha establecido que hay intenciones de privatizar, por eso queremos participar en las mesas donde podamos tener nuestra opinión”.
El jefe de la Unión Ferroviaria sostiene que si bien en ese sector “hay una preocupación por saber hacia dónde va el sistema ferroviario”, no se ve que las bases de trabajadores del rubro “digan que hay que salir a la calle”. “Son coherentes de la situación, saben de la responsabilidad que tenemos, confían en la gestión que llevamos adelante y los resultados no dejan de ser positivos. Podemos discutir, o no, si perdemos porcentajes, pero discutimos paritarias y es una manera de negociar que nos permite más o menos paliar la inflación, lo mismo que la pérdida de empleo, que en nuestro sector no lo hemos percibido”, justifica Sasia.
Autocrítica y espera en los movimientos sociales
Desde el sector de trabajadores informales, el dirigente Alejandro “Peluca” Gramajo, secretario general de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), advierte que, a pesar de que el gobierno intenta transmitir que a la calle la tienen controlada, “podría ser así si solo se mira el conflicto social desde la 9 de Julio, que podría ser una forma de analizar la conflictividad social en la Argentina”.
Pero, aclara rápidamente, “las fechas de movilizaciones, como los dos paros generales, el paro universitario y el de mujeres reflejan que no es así. Entendimos, desde el principio del gobierno, que estamos transitando una nueva etapa política y social, que la derrota del 2023 no solo fue electoral, sino fundamentalmente política. Hace mucho que no tenemos en claro cuál es el modelo de país de nuestro campo, y no pudimos resolver los problemas de nuestro pueblo. Entonces, en esta nueva etapa, las características de la resistencia social a este gobierno y sus políticas económicas de hambre, empobrecimiento, saqueo, deberían tomar formas y características distintas”.
En la misma línea que Godoy, el referente de la UTEP señala que el gobierno de Milei, “a diferencia de los anteriores, tomó la clara decisión de implementar la violencia como forma de intentar frenar la conflictividad social, que naturalmente va ir creciendo cada día más, porque este modelo empeoró todos los indicadores sociales negativos de los gobiernos anteriores, rompe con el diálogo como método de resolución y elige el peor camino, que es la violencia”.