La victoria de la coalición Pacto Histórico expande las fronteras de la nueva ola progresista y retira a EE.UU. su tradicional base de operaciones militares. Con Gustavo Petro triunfa una izquierda de tonalidades verdes, feminista en la gobernanza, sensible en la agenda ambiental.
Por Emiliano Guido
Gustavo Petro trastabilla porque sus pies no se amoldan al contorno de su travestido calzado, tiene los mofletes pintados y una peluca de bucles pende sobre su cabellera corta negra. De joven, el nuevo presidente colombiano se valió del auxilio de unas vecinas de la localidad de Zipaquirá, quienes le proveyeron maquillaje y vestuario, para eludir un patrullaje militar que buscaba detener a los militantes de la guerrilla M19. Cecilia, una señora septuagenaria recuerda con cariño el hecho a la revista colombiana Cambio: “Una vez lo sacamos a las cuatro de la mañana, hora en que salen las cortadoras de flores a trabajar. El ejército lo estaba buscando y se lo pasamos por al frente y no se dieron cuenta, a pesar de que ni sabía caminar en tacones”.
A Cecilia, y otros habitantes del municipio bogotano mencionado, Petro y sus compañeros los habían ayudado a consolidar una toma de tierras públicas que luego fueron utilizadas para erigir un barrio de viviendas populares. El actual líder de la coalición Pacto Histórico, primera formación política popular en llegar al Palacio Nariño, se hacía llamar “Aureliano” en esos años a modo de homenaje al personaje literario creado por Gabriel García Márquez, que estudió en el mismo Liceo donde se graduó Petro.
Erudito, tímido, mesiánico. Tales son los rasgos centrales de la personalidad de Petro según consta en el relato biográfico coral Los Presidenciables que editó meses atrás el sello Random House. La incursión al pasado del nuevo Jefe de Estado colombiano permite sobrepasar la remanida etiqueta de “ex guerrillero” que los medios concentrados endilgan con malicia a Petro al momento de contar su historia. Es cierto que el mandatario guerrillero fue parte de una formación militar irregular; sin embargo, el M19 tuvo sus propias características -más componedora y nacionalista- en un país donde, producto de la represión política al sindicalismo y a la izquierda, las guerrillas brotaban como hongos selváticos tras un aguacero amazónico.
En el podcast A fondo, la periodista colombiana María Jimena Duzán aporta detalles de la precuela guerrillera de Petro: “El M-19 era una guerrilla muy distinta a las que se habían creado; primero, porque era una guerrilla nacionalista. A diferencia de las guerrillas que ya existían como las FARC, que era pro soviética y marxista, o como el ELN, que era procubana. Ellos querían ser una guerrilla urbana, que en ese momento estaban surgiendo en el continente. Ellos creían en los desafíos que había planteado Simón Bolívar. Y por eso uno de sus actos más emblemáticos fue el robo de la espada de Bolívar, ocurrido el 17 de enero de 1974”.
PETRO Y LOS VERDES
Si el mapa de Sudamérica replicara la lógica del clásico juego militar de mesa TEG, Colombia sería el país donde Estados Unidos posiciona más fichas. En la literatura de las relaciones internacionales la nación con salida bioceánica -tanto al Mar Caribe como Pacífico- es el “país pivote” de Washington en el Cono Sur, la cabecera de playa que más asistencia militar -tanto presupuestaria como en lo que respecta a emplazamiento de FOLs (bases militares)- recibe por parte del actual gobierno estadounidense presidido por Joe Biden.
Pero, “los fierros” no sólo están portados en suelo colombiano por los marines y sus compañeros de armas nacionales, además los grupos paramilitares, que fungen como guardia pretoriana de los grandes hacendados, las formaciones guerrilleras aún no desmovilizadas y las organizaciones narco también defienden sus posiciones de poder a punta de pistola. En ese lienzo verde castrense, Gustavo Petro intentará plasmar un gobierno con otras tonalidades verdes, de raigambre feminista y ambientalista.
“La apuesta de Petro es acelerar la transición energética mediante políticas públicas, que transformen el parque automotor e impulsen las energías renovables que aprovechen el sol y el viento de zonas como La Guajira”, anticipa un informe elaborado por el recomendable portal colombiano La Silla Vacía. La proyectada meta de “descarbonizar” la economía nacional por parte de Petro implica un desafío mayúsculo porque Colombia es un país exportador de petróleo.
Otro de los rasgos centrales que identificarán al nuevo gobierno fue anunciado horas después del conteo de los votos por la Vicepresidenta Francia Márquez -una dirigente negra, comunera, y ambientalista de la combativa zona del departamento del Cauca que ganó su lugar en la fórmula tras realizar una gran elección en la primaria del Pacto Histórico– que prometió poner en marcha “un ministerio de la Igualdad y de la Mujer” con el fin de revertir las enormes asimetrías sociales y de género de su país.
Los retos del gobierno de Petro y Márquez son enormes. Por caso, un informe publicado por la Cepal a inicios de junio estima que en 2022 Colombia será el país donde la pobreza aumente más en América Latina debido al incremento en los precios de los alimentos.
A pesar del difícil horizonte trazado, Gustavo Petro, aquel que alguna vez se hizo llamar “Aureliano”, no pierde la compostura y se muestra firme al momento de realizar anuncios políticos en la previa de su asunción presidencial fijada para los primeros días de agosto. Dos días después de su victoria presidencial, Petro aseguró que “desmilitarizará” la enorme frontera común con Venezuela, lo que implicaría el inicio de un gravitante deshielo diplomático bilateral en la región. Desde el norte también llegaron vientos componedores para las costas colombianas.
El cronista Marco Teruggi asentó desde Bogotá en su cuenta personal en Twitter que: “Petro y Biden hablaron 48h después de la victoria presidencial, el llamado más rápido (entre los dos países) desde Bush a Uribe. En el caso de Ecuador, por ejemplo, la llamada entre Biden y Lasso demoró 13 meses. Una señal hacia el nuevo gobierno colombiano que asumirá el siete de agosto”.
Petro promete, entonces, consumar una revolución, pero a tiempos lentos. En su último reportaje cedido previo al ballotage explicó que aún se consideraba “revolucionario”; una vez pronunciada esa palabra se apresuró a explicar que así lo creía porque “evolucione dos veces”.
“Es el fin de la hegemonía uribista”
María José Cano, Directora del Departamento de Derechos de Los Pueblos ATE – CTA A Nacional, estuvo en suelo colombiano durante el ballotage presidencial ya que integró el equipo de la Misión Sindical de Observación Electoral de la CSA (Confederación Sindical de trabajadoras y trabajadores de las Américas). Malas Palabras habló con Cano a su regreso de Bogotá sobre sus impresiones en torno a la etapa política que se abre en el país pacífico- caribeño.
-¿Qué implica la victoria de Gustavo Petro?
Las elecciones tuvieron un carácter histórico. La voluntad popular pudo poner fin, por primera vez en la historia, a 214 años de gobiernos liberales y conservadores; a su vez, el triunfo de Petro cierra un ciclo de dos décadas de hegemonía uribista. Además, con la asunción de Francia Márquez, por primera vez una mujer, que además es negra y de familia campesina, ocupará la Vicepresidencia del país.
-¿Qué tipo de gobierno buscará implementar?
Creo que será un gobierno que buscará apuntalar profundos cambios económicos, sociales y ambientales en el marco del cumplimiento del acuerdo de paz. Sin embargo, el Pacto Histórico tendrá arduas batallas en el Congreso, ya que no cuenta con una mayoría absoluta. De ahí que Petro insista en la necesidad de tejer consensos en pos de afianzar la gobernabilidad.
-¿Cuáles son las expectativas del movimiento sindical colombiano?
Las mismas que tiene el pueblo colombiano, avanzar en profundos cambios, con paz y democracia. Las y los dirigentes sindicales vienen de enfrentar sistemáticas políticas de criminalización y hostigamiento que han costado la vida de importantes líderes y lideresas. El acuerdo del movimiento sindical con Petro, en principio, es comenzar a superar las políticas de precarización existentes.