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Nota publicada el 23 / 09 / 2016

Con el plomo en la sangre

 

Por Silvana Melo (Periodista; Agencia de Noticias Pelota de Trapo).- Se presentó en la Universidad de Lanús la serie de videos producidos y editados desde La Olla TV “Plomo en la Sangre”. La Universidad de Lanús, fue el lugar elegido para esta iniciativa promovida desde el Foro Hídrico de Lomas de Zamora y la Fundación Che Pibe. Víctor De Gennaro, presidente del Consejo Comunitario de la UNL fue el gestor de la iniciativa que se vivió a sala llena. “Un niño que nace y tiene que desarrollarse en un ambiente contaminado con plomo es un niño que tiene hipotecada su vida y todo su desarrollo futuro”, sintetizó Sergio Val.

 

(APE).- Plomo, glifosato, endosulfán, 24-d, mercurio, cianuro. No se calzan uniforme ni apuntan con la 9 mm. Son los asesinos silenciosos, arteros, de los cesanteados del futuro por origen. Por marca en la piel. Los que matan sin balazos por la espalda, sin la hambruna construida. Son asintomáticos hasta la conquista total de los huesos y la sangre. Voraces con el cerebro y con la hormona perdida que segrega de a gotitas un flojo porvenir.
El plomo suele ser el rey de los criminales. Porque es artero. Es la bala del exterminio. Y es lo que respiran y aspiran los niños en la vera del Riachuelo. El plomo es un aniquilador serial. Asma, trastornos neurológicos, retrasos madurativos, malformaciones, intoxicaciones y cáncer rondan a los niños que abren las puertas de sus casas al Riachuelo, cloaca de decenas de miles de industrias.
Sergio está convencido de esa consigna palmaria que Alberto Morlachetti echó a andar hace años y que es hoy: el hambre es un crimen. Y los niños no sólo mueren en esta tierra por enfermedades parientes del hambre y sus hermanas.
También mueren por lo que comen y por lo que respiran. El plomo es un visitante extranjero en los cuerpos de los chicos.
Para la Organización Mundial de la Salud “no existe un nivel de exposición al plomo que pueda considerarse seguro”. El Ministerio de Salud de la Nación, sin embargo, “tomó como valores tolerables la presencia de hasta 5 µg/dl (microgramos por decilitro de sangre)”.
Sergio Val prefiere quedarse con el planteo de la OMS: “La presencia de concentraciones menores a esta medición por tiempo prolongado también puede provocar” las enfermedades descriptas.

Si la OMS, que es insospechable de ser una entidad transformadora, considera que cualquier nivel de plomo es peligroso y que el glifosato es cancerígeno, el cimiento ideológico de la salud pública de estas tierras pacta con la concepción economicista de la naturaleza y el mundo. Puestos al servicio de una generación despiadada de riqueza que nunca –jamás- se distribuye entre aquellos a quienes se enfermó, se cesanteó, se expulsó, se condenó al agua tóxica, al aire envenenado, a la tierra corrompida. Fundamentalmente los niños.
Porque “La capacidad de absorción gastrointestinal es cinco veces mayor que en el adulto, la eliminación es menor y la deficiencia de hierro y calcio en la alimentación aumenta la absorción del plomo”, dice el informe que armó Fundación Che Pibe y que presentó días pasados.

El tejido óseo suele darle albergue al 95% del plomo que entra en el cuerpo. La ausencia de nutrientes aumenta la absorción. El plomo es secuaz de la desnutrición y la anemia: sustituye al calcio y al hierro. Entonces en Fiorito, como en Inflamable, como en la 21-24, los niños corren por patios comunes, minados por basureros industriales, por cementerios de autos, en tierras contaminadas por el óxido, el plomo, el manganeso y el asbesto de las pastillas de frenos. Las Cortes, los Acumares y los funcionarios firman en sus escritorios lejanos los decretos de remediación del suelo. Pero el remedio no llega nunca. Ni para la tierra ni para los chicos de Fiorito o Inflamable. Sin hierro pero con plomo, sin calcio pero con agrotóxicos, sin luz segura ni agua limpia.

“Por la cuenca baja del Riachuelo viven más de 8 millones de personas”, repasa Sergio Val. “En menos del 0,1% del territorio del nacional vivimos casi el 19% de la población, una verdadera locura demográfica”. En los terrenos donde se han erigido los barrios del sur “existe una grave situación de contaminación ambiental, debido a la presencia de fábricas que han vertido durante décadas sus desperdicios de alto contenido tóxico a los arroyos, al suelo y al aire, sin ningún tipo de control o sanción por parte de los estados municipal, provincial y nacional, lo que hace que nuestras familias tengan que pasar sus días en uno de los 8 lugares más contaminados de todo el planeta”.
Por Che pibe pasan cotidianamente los niños atravesados por el envenenamiento sistémico. Por el saturnismo social que les tiene reservado el plomo de la bala policial o el plomo que tajea los pulmones.

Sergio cita datos oficiales: “Según el Ministerio de Salud, sólo en la Argentina mueren 13 niños por día menores de un año debido a la combinación de causas evitables:. una de ellas es la exposición a agentes contaminantes”. Y da ejemplos: “La falta de hierro y calcio en la nutrición de una mujer embarazada que vive pegada a la Planta de Camilo Ferrón S.A o a el pasivo ambiental que dejaron DAPSA y Conte Todo S.A., es un factor de riesgo para la salud del niño por nacer. Esta carencia de nutrientes, que se replica en el recién nacido, permite que el plomo se instale en los cuerpos en reemplazo de esos elementos”. Entonces “la falta de hierro disminuye el desarrollo del sistema nervioso central, esto implica la disminución del coeficiente intelectual. La falta de calcio permite la acumulación del plomo en los huesos: se ven deficiencias en el crecimiento y en la consolidación del sistema óseo. La consecuencia más evidente es la disminución en la talla de los chicos y las fracturas frecuentes”.

Un estudio que firma el ingeniero Facundo del Gaiso (Auditor General de la Ciudad de Buenos Aires), sobre la base de informes oficiales de hospitales públicos, equipos interdisciplinarios de salud, ACuMaR y la AGCBA entre 2008 y 2014, destaca la evolución en la supervivencia de los niños con cáncer pediátrico en los últimos 30 años: “Se estima que entre el 85% y el 95% de estos cánceres están relacionados con factores de riesgo medioambiental”. Acumar, en 2013, descubrió que el 27 % de los niños analizados en el retazo Lomas de la cuenca tenían plomo en sangre. Pero no hubo seguimiento. Y los niños diagnosticados quedaron a la buena de dios y del plomo, trabajando en su cerebro y en sus huesos sin obstáculos. “Se cree que los efectos neurológicos y conductuales asociados al plomo son irreversibles”, asegura el estudio de la Auditoría. Son los niños que aprenderán menos, que tendrán un coeficiente intelectual reducido, que comprenderán menos. Cesanteados sociales de cualquier intento de cambiar un mundo de profunda hostilidad.

Desde Che Pibe, redondean amargamente la propuesta de organismos internacionales: “El alejamiento de la fuente, es decir: remediación del ambiente en conjunto con una alimentación a base de hierro y calcio… nada de esto está al alcance de nuestras familias”.
Entonces, la condena parece inexorable: “en los arrabales contaminados del capitalismo, hay una sociedad mutilada en sus capacidades para comprender la realidad”. Y si no se la comprende “difícilmente la podamos transformar”.

Para dar vuelta el mundo como una media, la lucha empieza desde los huesos contra el veneno. Contra el hambre atroz. Contra el plomo del que dos veces deberán zafar los cachorros que asoman debiluchos de los barrios. Ellos serán legión armada de ternura. Los que se salven de la muerte que cobra peaje a la hora en que amanece saldrán a desenvenenar. Y a sembrar semillas de justicia en la tierra arada.

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