Por Florencia Mártire y Mariana Portilla
Aumentan la comida, los medicamentos y la ropa. Aumentan el transporte y los alquileres. Aumentan la luz, el agua y el gas. Aumenta todo, menos los sueldos de los trabajadores que buscan ganarse el “mango” del día a día para sobrevivir en la vorágine económica de un país que no da respiro.
“Ya no sé qué hacer para llegar a fin de mes. Voy a tener que buscar un tercer trabajo”, asegura una mujer en la calle. Su historia se repite en miles y miles de pluriempleados que se la rebuscan como pueden para hacerle frente a la crisis.
Con una clase trabajadora fragmentada también aumenta la flexibilización. La desestructuración del mercado laboral hace que cada vez menos sectores puedan ser incorporados dentro de la lógica de la formalidad laboral.
En un contexto económico y social signado por la incertidumbre, las preguntas por el futuro del trabajo se tornan ineludibles. ¿Cómo se lucha en el mundo de hoy contra la precarización? ¿Siguen siendo los sindicatos los espacios que deben asumir la defensa de los trabajadores? ¿Qué tipo de representación gremial se necesita? ¿Se pueden pensar formas nuevas de organización?
Un terreno para inventar
“Hay una dimensión de lo que tiene que ver con el mundo del trabajo hoy y con las formas de producción de valor que es un terreno para inventar”, alumbra Ariel Pennisi, ensayista, investigador y colaborador del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP). “No es un terreno para buscar la seguridad en términos de las conquistas del siglo XX”.
Más allá de la dialéctica existente en torno a la pérdida y la recuperación de los derechos de las personas trabajadoras, dice Pennisi, este nuevo terreno “hay que volver a mapearlo, a cartografiarlo, y, al mismo tiempo, plantearse otros desafíos” que estén a tono con las transformaciones.
Ante este panorama, el sindicalismo se ve empujado por nuevas necesidades y uno de sus desafíos, señala el ensayista, es la auto-organización del trabajo. “Yo veo que hay un desplazamiento de un sindicalismo que organiza a los laburantes que ya forman parte de algún sector, a un sindicalismo que asume como desafío la auto-organización del trabajo”, afirma.
“En todo caso habría que aprovechar por un lado la tradición sindical existente y las estructuras sindicales existentes”, explica, “pero al mismo tiempo tener un margen de apertura suficiente como para que estas nuevas necesidades que aparecen también puedan tener su cuota de organización y de reconocimiento”.
Giro a las nuevas generaciones
En un escenario mundial donde el capitalismo disputa todos los días la constitución del sujeto trabajador, los sindicatos se replantean sus estrategias para resistir los avatares de la precarización y la informalidad laboral.
Para Mariana Mandakovic, secretaria general adjunta de la CTA Autónoma y secretaria de Organización de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN), el desafío radica en identificarse como clase para modificar un sistema donde todo se compra y se vende, y donde la fuerza de trabajo ha perdido su valor.
“Las nuevas generaciones vienen con otra cabeza, tenemos que dar el debate con ellos para pensar cuáles son las estrategias necesarias para hacerle frente a la precarización y reconstruir una visión de clase”, explica y sostiene que hay que garantizar un cambio generacional en la representación gremial porque “los más jóvenes sienten que los sindicatos ya no les sirven”.
Las nuevas generaciones “Ya no se perciben como trabajadores y trabajadoras, ahora se sienten emprendedores y emprendedoras, colaboradores y colaboradoras. Un repartidor tiene de mediador una app que le hace creer que lo mejor que le puede pasar es no tener patrones cuando, en realidad, son invisibles y funcionan a nivel mundial”, agrega la referente.
Mientras el capitalismo trata de fragmentar al movimiento sindical -principalmente desde los discursos de odio que reproducen los medios masivos de comunicación- las organizaciones le hacen frente a un modelo que, cuando avanza, busca esclavos con voracidad.
“El sistema puede modificar absolutamente todo, pero no la realidad de que somos los trabajadores quienes producimos la riqueza”, sintetiza Mandakovic.
Hacia un nuevo rol
En el Tercer Consejo de Política Internacional de la CTA-A, desarrollado a mediados de agosto, los dirigentes sindicales analizaron el panorama actual y reconocieron que “con las instancias organizativas que tenemos hoy no alcanzan”. En esa oportunidad, Marcelo “Turco” Abdala, del PIT-CNT de Uruguay, señaló que se necesita “una plataforma sindical continental para una unidad de acción común”.
Consultado sobre si una organización regional y/o internacional es necesaria y si podría contribuir a mejorar la situación particular de los trabajadores precarizados en Argentina, Pennisi señala que hay que pensar que conviven distintos niveles de problemas, de organización, de acción política. “Uno de esos niveles es pensar la clase en tanto tal, y si pensamos la clase en tanto tal, la clase es de por sí de carácter internacional. Y, en particular, si uno cruza el eje clase, que es internacional, con el eje regional, que es en todo caso políticamente estratégico, por supuesto que es una gran cuestión a profundizar”.
Las transformaciones en los modos de producción de valor dan cuenta que hoy no se puede pensar al mercado laboral de la misma manera que hace cincuenta años. Por eso, proteger los derechos de las personas trabajadoras solamente con viejas herramientas se vuelve algo inviable. Se necesita que el movimiento sindical asuma un nuevo rol para estar a la altura de la exigencia y afrontar la transición de la economía informal a la formal.
Opinan Mariana Mandakovic y Ariel Pennisi.
Opinan Mariana Mandakovic y Ariel Pennisi.