Por Carlos Fanjul
La dictadura cívico-eclesiástica-empresarial y militar que asoló al país entre 1976 y 1983 dejó, entre tantos otros, dos legados nefastos que aún hoy enmarcan nuestro tiempo.
Fueron tan fuertes esos dos ‘mandatos’, surgidos de las entrañas del modelo capitalista, que ningún gobierno democrático los modificó de cuajo, seriamente.
Uno fue la instalación de un ‘imposible’: que en un país donde sobra riqueza exista un tercio de personas en condición de pobres y hasta hambrientas; sin ninguno de los elementos que hacen a una vida digna, para así garantizar mano de obra barata y seres cuasi esclavos ante la falta de proyectos.
El otro, igual de doloroso, que persista en el tiempo como idea posible, practicable, que una persona pueda no figurar en ningún lado. Que no esté ni en libertad, ni encarcelada. Que no aparezca ni entre los vivos, ni entre los muertos.
Instaló la palabra ‘desparecido’.
Lo terrible es que la democracia los aceptaron como dos hechos naturales.
Y lo más terrible es que también lo hizo una enorme parte de la sociedad.
Hoy exigimos que aparezca vivo, ya mismo, Santiago Maldonado y percibimos con nitidiez que el hecho se da un contexto donde el gobierno amarillo aumenta su fortaleza y sus formatos represivos, en sus más variados sentidos.
Te despide, te caga a palos, te encarcela, te desaparece.
Pero lo lamentable es que, al igual que con la pobreza, esto no surgió ahora. Fue una práctica casi permanente desde la recuperación democrática. La CORREPI comprobó que desde 1983 hasta acá existen 210 personas en condición de desaparecidas, más de un terció de ellas registradas en los últimos 15 años.
Hubo casos emblemáticos, pero muchos más fueron silenciados.
Podemos remontarnos a tiempos menemistas cuando desapareció Miguel Brú de una comisaría platense, pero más cerca, en septiembre de 2006, cuando ya no supimos más de Jorge Julio López tras salir a caminar en su barrio también de La Plata.
O más cerca todavía cuando Luciano Arruga despareció en Lomas del Mirador en 2009, y aunque en 2014 supimos que había sido asesinado por fuerzas policiales, también permaneció desaparecido durante esos largos 5 años y 8 meses.
Como vemos, a las fuerzas del desorden, supuestamente democráticas y de cualquier gobierno, se les hizo carne aquella hipocresía del genocida Videla de que alguien puede no figurar de ninguna manera “ni vivo, ni muerto….es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está”.
Hoy queremos que aparezca con vida Santiago. ¡¡¡Ya mismo!!!
Luchamos para eso, reclamamos, exigimos…
Pero también lo hacemos para que desaparezca la desaparición como idea posible en el diccionario argentino.
Sin oportunismos, ni elecciones de cuando sí o cuando no.
Perder la fe en ese objetivo, ni siquiera es una opción.