Por Juliana Godoy.- Bajo el nombre de “La experiencia de los Gobiernos Progresistas en Debate. Vigencia de la contradicción entre capital y trabajo”, se realizó en Montevideo una jornada de análisis sobre la realidad del continente. La CLATE, a través de a su presidente Julio Fuentes, participó de la convocatoria y nos contó que, principalmente, allí se debatió sobre el declive mostrado por esos gobiernos progresistas, el rol de las organizaciones del pueblo en el contexto actual y la continuidad de la construcción de una sociedad justa.
¿Qué significó políticamente el encuentro de Montevideo?
* En el año 2005, se convocó a un grupo de intelectuales y dirigentes sindicales de América Latina para evaluar qué ocurría en ese momento político, qué era lo que pasaba en cada uno de los países de la región, y la perspectiva de los gobiernos en ese tiempo. Pasada toda esta década se vuelve a convocar a la misma actividad para realizar una evaluación de qué es lo que ocurrió, y debatir respecto de si los objetivos que nos planteamos 10 años atrás se cumplieron y analizar la situación en la que estamos hoy en términos generales. Esto no tuvo como sentido llegar a una conclusión definitiva, fueron disparadores para el debate, para realizar análisis de cada uno de los lugares a escala regional.
¿Qué fue lo que posibilitó el establecimiento de gobiernos progresistas en América Latina durante la última década?
* En primer lugar hay que mirar el período anterior, los ´90s y finales de esa década, de enfrentamiento de nuestros pueblos a las políticas neoliberales. América Latina estaba gobernada por políticos que representaban el consenso de Washington, que aplicaron a rajatabla las recetas del FMI y del Banco Mundial: Fujimori, Collor de Melo, Menem, Pinochet. Y en esa época, donde hubo resistencias tremendas en cada uno de nuestros países, huelgas, luchas, realmente las organizaciones populares dieron pelea. Por citar algún ejemplo: Argentina en 2001. Y surgieron gobiernos que tomaron esas demandas y se hicieron cargo de ellas. Después veremos si las resolvieron o no, pero en lo discursivo se hicieron cargo. Hubo todo un proceso como respuesta a esa lucha y a ese ascenso que tuvieron las clases populares en la década del ´90: la aparición de Hugo Chávez, el proceso bolivariano, el pararse ante la OEA, el pararse en las Naciones Unidas… Para mí, el momento de alza de conciencia y movilización más alto en la región fue en el 2005 con la derrota del ALCA. Nosotros creemos que hubieron gobiernos que tomaron los reclamos populares que estaban instalados, y ahí comienza a realizarse este proceso que podríamos titularlo como de los “gobiernos progresistas“, no porque sea exactamente el mejor término, pero para poner un término aceptado por todos decimos así, aunque no todos los gobiernos fueron iguales, no todos tuvieron la misma intención, ni siquiera tomaron las mismas medidas. Uno destaca las medidas constitucionales como expresiones altas de enfrentamiento y de imaginarse otro modelo de Estado y de organizar la sociedad, como en el caso venezolano, el caso boliviano y en menor medida, aunque el momento constitucional fue muy importante, el caso de Ecuador. También surgieron algunas cuestiones internacionales que favorecieron a la instalación de los gobiernos progresistas, como el alto costo de los productos y las materias primas que nuestros países exportan: petróleo, cereales, minerales… fueron tiempos de precios récord en cada una de estas cuestiones, con mayores ingresos al Estado, y eso permitió pensar una redistribución de recursos sin afectar la matriz distributiva de nuestros países. Es decir, se pudo repartir, se repartió, se satisficieron demandas populares, pero no se atacó la matriz distributiva. Cuando hay una caída de esos costos, cuando esos precios empiezan a bajar, como al día de hoy que estamos en récord de precios bajos, bajaron los ingresos a los Estados, y la distribución comenzó a achicarse. Yo creo que eso explica las derrotas electorales que sufrieron estos denominados gobiernos progresistas.
Hay bastantes coincidencias en el terreno de los intelectuales de izquierda que interpretan que este tiempo significó un momento de acumulación histórica para los pueblos latinoamericanos, ¿podes ampliar un poco en qué sentido eso ocurrió?
* Sin dudas que en las resistencias de los ´90s hubo un ascenso en las organizaciones populares, lo que no quiere decir que los gobiernos que le sucedieron hayan tomado todas las medidas en este sentido. En general, los gobiernos progresistas creyeron que se podía, sin afectar al capitalismo, hacer algo de justicia social. Pero a pesar de eso, si dejamos de mirar a los gobiernos y miramos lo que ocurrió en el seno de nuestro pueblo, sin duda hubo un avance en los procesos de integración. Yo creo que hubo un avance cultural en identificar los problemas, en poner en disputa y en discusión la organización popular. Por ejemplo en el caso del movimiento de los pueblos originarios, las cuestiones de género, las cuestiones de los derechos individuales… Por todas estas cosas uno podría recordar esta década como momentos importantes de avance del campo popular.
¿Y si miramos a los gobiernos?
* Volviendo a los gobiernos, está claro que no se tomaron las medidas que nosotros creíamos que debían haberse tomado. Uno nunca va a saber si no pudieron o no quisieron, pero a veces se vio por lo menos un poco de ingenuidad al pensar que las corporaciones internacionales, los grandes grupos económicos, de buena manera iban a distribuir su riqueza. Esto no es así. Se necesitaba tomar medidas fuertes que traten de poner en caja al Capital, que ordenen las economías de nuestros países. Se subestimó totalmente el problema más grave que tiene América Latina que es la deuda externa. Se podría haber aprovechado para hacer un planteo unitario, en momentos de mayor unidad, frente a acreedores externos. Quizás por la bonanza de los buenos precios y los buenos ingresos a los Estados, parecía que esto iba a durar infinitamente y se sabe que económicamente siempre hay ciclos.
¿Consideras que hubo algún tipo de decisión del bloque dominante para llevar a los gobiernos de la región a este momento de declive?
* Sin duda. Los precios de las materias primas están fijados por los imperios. Estados Unidos invade países para bajar el precio del petróleo, no es casual todo los que está ocurriendo hoy en las regiones petroleras más importantes del mundo. El imperio y los países centrales tienden permanentemente a bajar los costos de las materias primas, y nuestras regiones son proveedoras. Siempre hay una decisión de las potencias de extraer lo nuestro al menor costo posible. Me parece que esto es otra de las cosas que se subestimaron. Nosotros criticábamos el haber bajado algunas banderas, o términos que se dejaron de usar como capitalismo, imperialismo, burguesía, trasnacionales. Hasta se nos habló de un capitalismo humanizado. Esto es una falacia, el capitalismo es voraz, sino no es capitalismo. Los pueblos pagamos caro el precio por subestimar esto.
¿Consideras que este declive de los gobiernos progresistas es definitivo o que aún no podemos decir la última palabra?
* Creo que no se terminó. Yo creo que existe el fin de un ciclo económico. Si uno por ejemplo toma el parámetro de los precios internacionales de la materia prima, ese es un dato de la realidad. El fin de la historia, no. El fin de la lucha de los pueblos, no. Yo creo que el campo popular tiene que sacar experiencia, conclusiones, hacer análisis, tener miradas críticas del accionar del movimiento y propio para poder seguir avanzando. La cosa acá no se termina. Ni siquiera está dicha la última palabra para los gobiernos que están actualmente. En Argentina, a pocos meses de instalado un gobierno de neto corte neoliberal, el pueblo ya está en la calle. En Brasil pasa lo mismo, en Chile… los pueblos están luchando. Lo que hay que hacer es mirarnos, repensarnos y repensar nuestras organizaciones, y volver a definir las cosas por su nombre. Con el capitalismo no se juega: o se lo condiciona o se lo controla. Si se lo deja libre, vuelve a reproducir la explotación sin límites, poniendo en riesgo la propia existencia de la humanidad. Con eso hay que ser muy serio, muy concreto, y es una de las cosas que hay que revisar. Pero no está terminada la historia para nada, los pueblos siguen su lucha. Lo que sí, nos deben servir todo este tiempo para revisar los errores cometidos para que en el futuro no los volvamos a cometer.
En el caso de Argentina nosotros estamos hablando desde organizaciones que fueron marginadas de la discusión con el Estado, ¿cómo impacta la necesidad de autocrítica en estas organizaciones?
Lamentablemente, salvo el caso venezolano y el caso de Bolivia, en la mayoría de los países ha ocurrido lo que ocurrió en Argentina: los gobiernos progresistas creyeron que el sujeto de cambio era el Estado bajo su mando y no las organizaciones populares, con esas organizaciones los gobiernos progresistas no se supieron relacionar. Se relacionaban con aquellas organizaciones dispuestas a decirles que estaba todo bien, y si alguna organización así no lo disponía, automáticamente eran marginadas. Esto fue uno de los pies de barro que han tenido los gobiernos progresistas: creer que el instrumento de cambio no son las organizaciones del pueblo, fuertes, coordinadas, desarrolladas, sino el Estado. La clave es seguir el debate político y fortalecer a las organizaciones autónomas.
¿Qué es lo que debiéramos hacer las organizaciones en este momento de resistencia en Argentina?
* Las organizaciones del campo popular deben adaptarse a la realidad del mundo de hoy. No debemos intentar todo lo contrario, que sería que el mundo de hoy se adapte a nuestras organizaciones que tienen 70, 80 años. Tenemos que estar dispuestos a transformar a nuestras organizaciones para adaptarlas a la realidad del hombre y la mujer actual, de la clase trabajadora actual, porque sino no hay posibilidad de que nuestras organizaciones sirvan para representar. Si no, quedamos atados a un modelo organizacional que puede haber dado buenos resultados hace 60 años pero hoy puede no ser el mejor. Hay que prepararse para ese cambio y trabajar mucho en el debate político, en la formación de los cuadros, para tener capacidad de análisis en conjunto que nos permita direccionar nuestras herramientas y a nuestras organizaciones por la mejor senda, por el camino más justo y que tenga que ver con el desarrollo del poder popular, para que la historia no se detenga, para que esto que nos toca vivir hoy sea un mal trago para nuestro pueblo, y no la permanencia por décadas y décadas de estas misiones neoliberales. Es duro lo que nos ha pasado, las decepciones de los gobiernos que hubieran podido hacer más. Yo tengo una visión optimista: no hay que detener la máquina. El sueño y la utopía de la construcción de una sociedad justa, la liberación de nuestra patria grande, está absolutamente vigente. Hay que transmitirlo a nuestro pueblo y aportar a la organización popular. Para salvar a la humanidad hay que cambiar el sistema capitalista, porque con el sistema capitalista la humanidad está en riesgo. Hay que organizarse, movilizarse, prepararse para la lucha que hay que dar.
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Fuerte representatividad
El encuentro de Montevideo fue organizado por el Instituto de Estudios Sindicales (Inesur) de la Confederacion de Organizaciones de Funcionarios del Estado COFE, y participaron además la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales (CLATE), el Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores PIT-CNT, la Asociación Trabajadores del Estado de Argentina a través del Instituto de Estudios sobre Estado y Participación ATE – Argentina, el Colectivo de Derechos Humanos de Venezuela y el Instituto de Estudios Sindicales ‘Universindo Rodriguez’. Desde el sector académico, estuvieron Atilio Borón, Julio Gambina del Instituto de Estudios y Formación de la CTA-A y Horacio Fernández del Instituto de Estado y Participación de la ATE (Argentina); Marcelo Díaz Carcanholo y Plinio Arruda Sampaio Jr. (Brasil); Roberto Regalado (Cuba); Antonio González Plessman (Venezuela); Antonio Elías y Álvaro Rico (Uruguay). Desde el sector sindical: Julio Fuentes (Presidente de CLATE y Secretario General Adjunto de la ATE Argentina), Hugo Godoy (Secretario General de ATE Argentina); Joselo López (Secretario General de COFE Uruguay); Marcelo Abdala (Secretario General del PIT-CNT) y Martín Pereira (Presidente de COFE) (Uruguay).
Roberto Regalado (Cuba)
“(Estamos en) un momento de reflexión. Aquí están jugando dos factores. Uno es el perfeccionamiento de la campaña de desestabilización y promoción de derrota de los gobiernos de izquierda y progresistas por parte del imperialismo y las oligarquías criollas. El otro es auto analizarnos e identificar nuestros problemas, nuestras deficiencias que le dan combustible a la guerra mediática“.
Plinio Arruda Sampaio Jr. (Brasil)
“Creo que lo marca la coyuntura histórica es la necesidad de cambios profundos. Esta es la lección que nos da la experiencia progresista, cambios pequeños y superficiales no resuelven los problemas. Los cambios profundos tienen nombre: revolución. Lo que tenemos que debatir hoy es cómo cambiamos la realidad en América Latina. La diversidad es buena, hay una riqueza de pensamiento en la clase obrera. Pero la diversidad no puede romper la unidad, y la unidad se construye con lucha y debate. De este modo tendremos la posibilidad, además de resistir, de abrir nuevos horizontes para los trabajadores latinoamericanos“.
Horacio Fernández (IDEP ATE, Argentina)
“Si uno quiere plantear cuál fue el principal problema con el que ellos se encontraron, fue justamente querer moverse en el marco del capitalismo. Ahí están los límites de un modelo que permite extender renta cuando hay ingresos, pero a los dueños del capital nunca se los puede tocar. La primera cuestión para superar esa lógica es ver cómo construimos distintas coaliciones para aplicar reformas con la movilización popular apoyando ese proceso. Y la medida de lo posible no puede estar sólo en el Estado. Tiene que haber un diálogo concreto con las fuerzas que pueden impulsar transformaciones cotidianamente. Es la única forma de superar asimetrías y subordinaciones. Si no, ¿para qué hacemos política?