Malas Palabras testimonió una guardia nocturna en el Hospital Durand, la institución administrada por Jorge Macri donde los enfermeros atienden en pasillos atiborrados de objetos, y los pacientes duermen en camillas. Además, los profesionales trabajan sin resonador ni sistema de triage, y con un solo tomógrafo.
Por Nicolás Poggi
Fotos: Santiago Oroz
Restos de computadoras esparcidos por el suelo; bultos de cartón, chatarra y bolsas de nylon obstaculizan el paso hacia los ascensores, que de todos modos no funcionan.
Parece la escena de una película de terror de los años 80. Lunes a la medianoche en la guardia del Hospital Durand, en pleno corazón del barrio porteño de Caballito. En el inicio de una nueva guardia los pocos enfermeros disponibles se reparten para la atención general y las emergencias, cuando deberían ser, como mínimo, el doble de trabajadores.
Es justamente la madrugada, cuando reina el silencio en el predio y todo se apaga, el momento escurridizo en que los enfermeros deben cumplir sus labores “mirando por la espalda”, sobrecargados de tareas y deseosos de contar con seguridad policial.
Sin embargo, la policía de la Ciudad permanece de la puerta de la guardia hacia afuera, más atenta a la conflictividad que pueda haber en la “zona mixta” del ingreso que a los ataques que puedan sufrir los agentes de la salud. Lo único que tiene como salvaguardia el personal de enfermería son las cámaras que penden de los techos.
El estado de tensión en esta institución pública parece abarcar a todos los involucrados, desde pacientes a personal médico, pasando, especialmente, por los enfermeros, que son la “primera trinchera” de la emergencia. El personal de enfermería recibe a ciudadanos en estado de crisis y deben ponerlo en condiciones antes de que reciba el tratamiento médico adecuado.
“El ‘burnout’ (stress laboral) es la norma acá”, dice Luis Ortiz, enfermero del turno noche y delegado de ATE, a Malas Palabras tras haber asistido una situación de emergencia. “De hecho, muchos compañeros han dejado la guardia, cambiaron directamente de trabajo. Nos sentimos solos acá y todo el tiempo tenemos que improvisar”, resalta.
¿Cómo es trabajar en la guardia de un hospital público gigantesco como el Durand, que ocupa toda una manzana a metros del Parque Centenario, tiene 7 pisos en su pabellón principal y recibe en su guardia a alrededor de 7 mil personas por mes?
“El ‘burnout’ (stress laboral) es la norma acá. De hecho, muchos compañeros han dejado la guardia, cambiaron directamente de trabajo. Nos sentimos solos acá y todo el tiempo tenemos que improvisar”
Luis Ortiz, enfermero del turno noche y delegado de ATE.
Caerse de la camilla
La principal demanda de los trabajadores es la de contar con más recursos humanos, principalmente, enfermeros. El personal médico también se fue reduciendo con los años (por ejemplo, las únicas dos nutricionistas de la institución solo están a la mañana), pero eso es “sobrellevable”, recalcan las fuentes consultadas.
Lo que no se puede suplir es la ausencia de enfermeros, que a estas alturas cumplen tareas que exceden sus labores, como la asistencia técnica en tareas de laboratorio. No es su trabajo pero así y todo lo hacen en las largas horas del servicio, sin quejarse, a riesgo de sufrir represalias de las autoridades.
“El Durand no trabaja con el sistema de triage y tampoco hay resonador, solo un tomógrafo”, explica a Malas Palabras Luis mientras atraviesa los patios internos atestados de chatarra y restos de computadoras y nos introducimos en los pasillos silenciosos del nosocomio.
El triage es un sistema de clasificación destinado a atender a los pacientes según su gravedad y urgencia. Esta herramienta, que es utilizada en la mayoría de los establecimientos sanitarios del mundo, no se aplica en el Hospital Durand, donde tampoco se cuenta, por ejemplo, con la plataforma virtual para elaborar historias clínicas digitales de los pacientes.
El triage es un sistema de clasificación destinado a atender a los pacientes según su gravedad y urgencia. Esta herramienta, que es utilizada en la mayoría de los establecimientos sanitarios del mundo, no se aplica en el Hospital Durand, donde tampoco se cuenta, por ejemplo, con la plataforma virtual para elaborar historias clínicas digitales de los pacientes.
Ortiz da algunos números. “Somos 500 enfermeros y necesitamos, como mínimo, 100 más para cubrir todo”, calcula. La falta de personal es la punta del iceberg de una situación de vulnerabilidad mayor que viene afectando a todo el sistema público de salud y que parece haber hecho eclosión en los últimos meses, al calor de la motosierra y el ajuste de la administración libertaria.
Los turnos de los enfermeros son de 6 o 7 horas, según el caso, de lunes a viernes. Y de 10 y 12 horas para los trabajadores nocturnos y los franqueros, respectivamente. Lo que llevó a muchos trabajadores a presentar medidas cautelares de reducción horaria por insalubridad en servicios como “neonatología, unidad coronaria, terapia pediátrica y diálisis”, detalla Ortiz.
Ortiz se mueve por el hospital con la protección que le dan los fueros gremiales, un rol al que accedió hace más de 15 años. “Ellos están conmigo y cualquier cosa me hago cargo yo”, aclara ante el llamado de atención del personal de seguridad por la presencia de este cronista y del fotógrafo en la recorrida nocturna. No es el caso de otros trabajadores que deben ser más cuidadosos a la hora de hablar.
Al número incompleto de personal se suma, entonces, el déficit de infraestructura. Como la asistencia no da abasto, los enfermeros intercambian los espacios disponibles en las salas de guardia general y de emergencias, donde hay patologías distintas, para alojar a los pacientes mientras se decide el próximo paso. A veces, por ausencia de camas y habitaciones necesarias para contener la demanda, muchos de los enfermos quedan internados sobre una camilla en un pasillo durante días, semanas incluso, sin poder asearse en condiciones, sin agua, y sin acceso a un baño cercano.
En ese panorama de improvisación permanente, de elección en el momento, la atención muestra sus fisuras. “Muchas veces te dan un analgésico y chau”, resume un joven treintañero al momento de contar cómo es atenderse en una guardia está siempre poblada.
A veces, por ausencia de camas y habitaciones necesarias para contener la demanda, muchos de los enfermos quedan internados sobre una camilla en un pasillo durante días, semanas incluso, sin poder asearse en condiciones, sin agua, y sin acceso a un baño cercano.
Cuadro de situación
ATE vino reclamando durante todo el año al gobierno porteño por mayores recursos humanos, mejoras salariales y la profesionalización de la actividad de enfermería, en una serie de protestas y paros a las que se sumaron movilizaciones a la Legislatura porteña.
El sector de enfermería pide también incluir la actividad en la ley 6.035, que nuclea a los profesionales de la salud, para equiparar la igualdad de la carga horaria con los demás trabajadores de ese ámbito y para que el 90 por ciento del sueldo pase a corresponder a la categoría de ingreso de la carrera profesional. Así se reconocería además la “especialidad, actividad crítica y la insalubridad en los servicios de áreas cerradas».
Una de las últimas manifestaciones fue en octubre, cuando los trabajadores hicieron un acto en la puerta del Hospital Durand. Pero, la gestión del ministro de Salud, Fernán Quirós, hace oídos sordos, según denuncian, alentada por el clima de época de una administración libertaria que, a nivel nacional, busca no solo recortar el sistema de salud pública sino privatizarlo.
De todos modos, y tal como pasa con las universidades públicas, por ahora el presupuesto está garantizado. Eso permite que tantas guardias, como estas, sigan funcionando, aunque más no sea a pico y pala.