La escritora argentina habla sobre su reciente libro Un millón de cuartos propios, Ensayo para un tiempo ajeno, deriva ensayística de un texto canónico de Virginia Woolf. Por qué una obra, con una centuria a cuestas, ayuda a entender la complejidad del feminismo contemporáneo.
Por Walter Lezcano
Fotos: Carlos Ruiz B.k.
¿Qué tiene para decirnos sobre nuestros días una obra publicada en 1929? Para la escritora y columnista argentina Tamara Tenembaum, el libro Un cuarto propio de Virginia Woolf, implica una lámpara que ilumina de manera bestial hacia el presente. La también docente y periodista Tenenbaum (1989) explica a Malas Palabras que se involucró en términos profesionales con Un cuarto propio a partir de un encargo de traducción. Ese origen, en principio un simple trabajo contractual, la inspiró a escribir una mirada sobre los feminismos contemporáneos.
Un millón de cuartos propios. Ensayo para un tiempo ajeno, ganador del Premio Paidós de Ensayo 2025, funciona como link progresivo de lo que Tenenbaum hizo con El fin del amor, Amar y coger en el siglo XXI (2019), un texto de mucha circulación, tanto que sirvió de base narrativa para una serie en Amazon Prime protagonizada por Lali Espósito.
Tenenbaum cuenta a Malas Palabras la intimidad de la génesis creativa de la obra: “Cuando me avisan del concurso, lo único que tenía eran las notas que había tomado haciendo la traducción, no tenía proyecto de libro. Y empecé a pensar en convertirlas en libro para mandarlas a este concurso. Cuando uno está empezando a escribir un texto suele pensar ¿Esto sirve para algo o no sirve para nada? Creo que los concursos sirven para acallar esta pregunta”.
«Cuando uno está empezando a escribir un texto suele pensar: ¿Esto sirve para algo o no sirve para nada? Creo que los concursos sirven para acallar esta pregunta”.
Temas de aparente discordancia como el dinero, la comida, el dinero, el resentimiento, el uso de la primera persona, la nostalgia y la tradición son abordados con un flujo ecléctico que va de la rigurosidad al desparpajo, del humor a la conciencia extrema.
Tenenbaum emprende la tarea con una prosa que lleva al lector a su terreno para que piense y reflexione junto a ella. Es evidente que el magisterio de su prosa es parte de un oficio con años de escritura, ya que se destacó, y destaca, en el periodismo, la narrativa, la poesía y la dramaturgia. A continuación, un encuentro con Tamara Tenenbaum para dialogar sobre Un millón de cuartos propios pero, fundamentalmente, para conversar sobre por qué hay que pensarlo todo de nuevo.
-Esto que empezó como un encargo laboral, traducir Un cuarto propio de Virginia Woolf, ¿te ayudó a tratar de entender en qué momento está el feminismo?
-Va más allá del feminismo, y tiene que ver con la idea de cierto imperio de la actualidad. Hay una saturación del presente que no nos sirve para leer el presente. Estamos todos leyendo los mismos discursos, los mismos conceptos. La idea del pasado, de alguna manera, es un territorio nuevo, diferente. Me pareció que eso me estimulaba, buscar claves a un libro que no estuviera obsesionado con las mismas cosas.
“Estamos todos leyendo los mismos discursos, los mismos conceptos. La idea del pasado, de alguna manera, es un territorio nuevo, diferente. Me pareció que eso me estimulaba”.
– Si bien el concurso precipitó el proyecto, ¿cómo fuiste tejiendo el desarrollo de las ideas del libro?
– Son ideas que venía pensando hace mucho. Eran cosas que venía leyendo y escribiendo en columnas periodísticas. Se trata de conceptos que no sabía para qué me iban a servir. Una trabaja en cosas que no sabe para dónde van. Me interesaba ese registro del ensayo en el sentido de prueba.
Busqué que el texto tenga esa sensación del trabajo, de la investigación y el fluir, pero también esa cosa, un tanto aventurera, de ir buscando en el momento. Para mí, es parte de un tono que tiene el carácter de lo provisorio. Las cosas, los hechos, cambian todo el tiempo, entonces todas las verdades que sostenemos, pienso, son endebles.

– ¿No te dio temor pensar que estas ideas, a los dos años, ya podrían estar muertas?
– Una nunca sabe qué es lo que va a quedar viejo, y qué es lo que no, esa es la magia del futuro. Uno puede pensar que sabe qué es lo que va a quedar, y qué es lo que no, pero eso es lo más impredecible de todo.
– ¿Cómo funciona la traducción en relación con eso que se llama la caja de herramientas de una escritora?
– Yo creo que, siempre, la lengua de otro idioma te hace pensar mejor en la tuya, y te hace pensar, además, en la música de las frases. Sobre todo, pienso que las cosas que me enseñan a traducir son inconscientes, se trata de elementos que me sirven para pensar al nivel de la frase, al nivel de la sintaxis, cosas muy chiquititas e inconscientes. En definitiva, te da una forma de usar tus propias herramientas.
– Pensando que hace poco publicaste tu novela, y ahora un ensayo, ¿Vas necesitando abordar diferentes géneros para no descuidarlos, o simplemente seguís un flujo del momento?
– Pienso en lo que tengo ganas de hacer. Puede ser que, a diferencia de otros escritores, tenga el foco más movido. Hay gente que es mucho más enfocada, sea en un género, en un tema y, quizás, soy más de los que gusta cambiar de tema, de tono, de lugar. Así funcionó en general.
También leo cuatro libros al mismo tiempo, tengo tres o cuatro proyectos abiertos al mismo tiempo, y me sirve. A veces, si estoy trabada con un proyecto, o estoy aburrida ya de eso, en lugar de dejarlo, sumó otra cosa, y me da aire. En mi caso, tiene que ver con cómo funciona mi atención, mi deseo y mi gusto.
– ¿Y la poesía qué lugar ocupa?
– A mí me encanta la poesía, pero me cuesta un montón, no me resulta fácil. Siento que ese libro, mi primer libro, tenía esa potencia de poner toda la carne al asador, poner todo lo que se tiene. Por ahora, no encontré mi segundo libro de poesía, y la verdad, me encantaría encontrarlo, pero todavía no apareció. Uno no escribe lo que quiere, escribe lo que puede.
– Dos de las ideas que circulan en Un cuarto propio, y que vos desarrollás en tu libro, son las del cuarto y la mensualidad. ¿Cómo vínculas esas ideas con el presente?
– El asunto del cuarto propio y el ingreso siguen siendo tal cual. De hecho, para Virginia un cuarto propio es un cuarto con cerrojo, donde uno puede poner la traba y que los niños no entren. Eso tiene actualidad. Y cuando dice eso hoy, en términos contemporáneos, podemos decir: “Y que haya alguien que esté cuidando a los niños”.
Creo que estamos pensando en esto también, que Virginia probablemente no lo pensaba, porque era una mujer de la alta burguesía de su época, y entonces la servidumbre era algo que daba por sentado, que no es lo que pasa en la sociedad contemporánea.
Las clases medias y las clases bajas no tienen quien las atienda. Las necesidades siguen siendo parecidas, después cambian los significados. En cada contexto se entiende de manera distinta pero, en el fondo, el cuarto propio y el dinero no pasan de moda como requisitos para escribir, pensar, tener una vida con sentido general.
– ¿En qué estado está el feminismo ahora?
– Está en un momento muy complejo, con mucho repliegue. En el sentido en el que el momento del auge, claramente pasó, y la contrarreacción está teniendo mucha prensa y espacio. Pero, también creo que es una oportunidad de usar el feminismo para pensar otras cosas. No solo para pensar a las mujeres o a las identidades de géneros, sino usarlo como una materia de pensamiento que relaciona lo público y lo privado, que se pregunta por las condiciones materiales de la vida, en un sentido muy literal.
“El feminismo está en un momento muy complejo, con mucho repliegue. En el sentido en el que el momento del auge, claramente pasó, y la contrarreacción está teniendo mucha prensa y espacio. Pero, también creo que es una oportunidad de usar el feminismo para pensar otras cosas».