Conseguir un primer trabajo para una persona joven es casi seguro una puerta a la informalidad. ¿Cuál debería ser el diálogo entre el modelo educativo y el sector productivo para la transformación del país? Opinan: Verónica Millenaar (socióloga), Amanda Martín (ex legisladora porteña), Manuel Becerra y Facundo Lancioni (docentes).
Por Florencia Mártire y Mariana Portilla
Ilustración: Adictos Gráficos
Pasar de la educación secundaria al mundo del trabajo no es precisamente una transición llena de oportunidades. Rara vez un primer empleo cumple las condiciones de lo que se considera un trabajo decente, tornándose común que los y las jóvenes comiencen su trayectoria laboral aceptando lo que venga para poder obtener un ingreso.
Según un informe reciente del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), titulado “Heterogeneidad en la clase trabajadora. La dinámica del empleo y los salarios en la Argentina reciente (2015-2022)”, el empleo no registrado promedio para menores de 24 años en Argentina fue históricamente de 59,5 por ciento. En tanto, los datos disponibles publicados por el Ministerio de Trabajo de la Nación arrojan en el presente una informalidad del 66,4 por ciento para las personas de esa franja etaria.
En la edición de Octubre de 2022 de Malas Palabras, Joana Giménez, secretaria nacional de las Juventudes de la CTA Autónoma, señaló la falta de acceso a la capacitación y formación en habilidades concretas como un obstáculo que tienen los y las jóvenes para poder acceder a un trabajo formal. En paralelo, egresan de un modelo educativo con escasas herramientas para abordar la complejidad del mundo del trabajo.
El caso puntual de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que implementó durante el 2022 una serie de prácticas para estudiantes del último año del secundario en empresas del sector privado y en organismos públicos, puso sobre la mesa esta problemática estructural luego de que algunos docentes calificaran la iniciativa como una «puerta de entrada a la precarización laboral».
¿Cómo se puede analizar el nexo entre la educación formal y el mercado laboral? ¿Es necesaria una aproximación al mundo del trabajo planteada desde la escuela? ¿Faltan propuestas formativas o existen pero no están bien difundidas en los territorios? ¿Qué rol juega el sector privado? Estas son algunas de las preguntas que responden a Malas Palabras Verónica Millenaar, Manuel Becerra, Amanda Martín y Facundo Lancioni.
“Jóvenes varones y mujeres se insertan en actividades que concentran mucho el empleo no registrado”
Verónica Millenaar. Socióloga y Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora asistente del Conicet. Integrante del Programa de Estudios sobre Juventud, Educación y Trabajo (PREJET) del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES).
El empleo no registrado es una deuda de hace muchas décadas en nuestro país. Incluso en momentos de reactivación como los que hemos tenido luego de la crisis del 2001, los datos mostraron que la ampliación del empleo asalariado debía acompañarse por políticas de formalización y se buscó avanzar en ese sentido. No obstante, la característica de las primeras inserciones de jóvenes es que se dan en sectores que concentran el empleo no registrado, como el comercio, la construcción y las múltiples actividades de subsistencia asociada a la microeconomía informal.
La población jóven está hace varias décadas en desventaja respecto de la población adulta, tanto en términos de los niveles de desocupación como también del empleo no registrado. Es parte de una tendencia histórica que se sostiene e incluso se agrava. Jóvenes varones y mujeres se insertan en actividades que concentran mucho el empleo no registrado.
Es interesante también incluir nuevos nichos ocupacionales como los trabajos de plataforma que inciden en que aumente en algunos sectores el trabajo independiente, que no siempre se acompaña garantizando buenas condiciones laborales.
La relación de la escuela con el mundo del trabajo es un tema que tiene una larga tradición en los debates y se vincula con las preguntas en torno a qué significa formar para el trabajo y cómo hacerlo. En la modalidad técnica de la secundaria, por ejemplo, estos debates fueron centrales en la definición de las “prácticas profesionalizantes” (que hoy son obligatorias) en el último año. La experiencia es valiosa porque allí se trabajó mucho en la necesidad de garantizar que la práctica sea una instancia educativa, en una situación real de trabajo, que sume a la experiencia de formación de estudiantes, pero desde una lógica acompañada y con un sentido en el conjunto del diseño curricular.
Las escuelas técnicas pueden optar por garantizar estas prácticas en vinculación con empresas, pero también a partir del desarrollo de proyectos productivos dentro de las escuelas. Estas diferentes opciones amplían las posibilidades de su realización e incluso la concepción de lo que significan.
Actualmente, la posibilidad de realizar una experiencia de acercamiento al mundo del trabajo es valiosa, necesaria y significativa para muchos jóvenes y también lo es para muchas familias. Pero la pregunta es cómo se realizan. Porque es fundamental resguardar que las mismas sean experiencias educativas reguladas, acompañadas y que, a la vez, se comprenda su sentido en el marco de todo el resto de la formación.
“La escuela no puede resolver los problemas del mercado laboral”
Manuel Becerra, docente. Profesor de Historia por el ISP “Dr. Joaquín V. González” y Magíster en Historia por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
Me parece que la escuela común, no la escuela técnica que en todo caso tiene otro tipo de esquema, lo que puede dar es un pantallazo general de cuál es la oferta educativa a nivel superior, cuáles son las oportunidades más interesantes de un trabajo formal en el territorio donde está inserta la escuela y cómo es el esquema del trabajo informal.
Eso se puede hacer y se hace. Pero es cierto que las escuelas en general no lo tienen muy sistematizado. Entonces, más allá de que en los diseños curriculares estén los derechos laborales o cuáles son las líneas del mercado laboral, no está muy sistematizado esto de preparar el currículum y vincularse para conocer dónde se consigue trabajo en los alrededores amplios de la escuela y cuál sería la mejor manera de ir hacia un trabajo formal, que no sea precario y de mala calidad, lo cual depende básicamente del mercado laboral.
La escuela no puede resolver los problemas del mercado laboral. Si la economía argentina tiene un 50 por ciento de informalidad, eso la escuela no lo puede resolver. Si tiene pocas áreas que son formales, si no hay un mercado laboral expansivo, eso la escuela no lo puede resolver. Eso es un problema de la economía argentina, no de la escuela.
Está poco publicitada la oferta de recorridos pre profesionales del sistema educativo que ya existen. Hay algo ahí que está siendo mal gestionado desde los gobiernos, sin distinción. No van a las escuelas secundarias a contar todos los cursos que hay para hacer. Es un desperdicio porque hay muy buenas ofertas. No hay una articulación orgánica entre estas ofertas que son muy variadas y los escenarios laborales de cada territorio. Ahí tiene que haber una articulación más orgánica entre el estado, las empresas, las distintas organizaciones y las instituciones educativas.
La plataformización genera “oportunidades” de trabajos que son muy flexibles, entonces los pibes pueden ir y venir. Son brutalmente precarios pero al mismo tiempo son flexibles para el momento de la vida en que están los pibes a esa edad. Ante la imposibilidad de conseguir un trabajo en blanco, porque es cada vez más difícil, puede ir a Rappi y eso le da cierta flexibilidad a un pibe que recién egresa y que está viendo un poco qué hace de su vida.
Hay algo ahí donde esos escenarios precarizados pero a la vez flexibles un poco hacen juego con la subjetividad de los pibes que es cada vez más intermitente. Yo tengo alumnos que laburan en Rappi o en algún otro tipo de plataformas de delivery. Ellos entienden que están trabajando en condiciones de cuasi esclavitud, no se comieron el verso de ser su propio jefe, pero tampoco son demasiado críticos al esquema. De alguna manera les sirve.
¿Querrían algo mejor? Sin dudas. Pero les funciona y entonces yo creo que hay algo ahí a lo que nos cuesta asomarnos: es un esquema que hace juego con ellos. Es un problema porque les funciona más allá del discurso, les funciona a niveles mucho más sutiles. En cuanto ellos empiezan a estudiar y van encontrando otras oportunidades laborales que les den más guita y que no corran el riesgo de ser pisados por un colectivo, irán hacia eso.
En un escenario como Argentina, con crisis económicas recurrentes, cierta inestabilidad, es atractivo para un pibe irse a Europa donde todo es más estable en términos de economía. Es una aspiración que siempre estuvo, sobre todo en momentos de estancamiento y de crisis económica. Nunca puede ser una decisión moral: quedarse en el país o irse por una cuestión moral… el tema es si estás cómodo o no estás cómodo. No se puede apostar a que la gente se quede en un país donde la pasa mal. Y donde efectivamente no se resuelven los grandes problemas estructurales por lo menos de la economía.
Uno le puede tener mucho amor a la tierra donde nació, pero si uno está muy incómodo y ve que las cosas no se resuelven nunca, va a tener ganas de irse. Hay que entender en todo caso ese razonamiento. Y la oferta del país, de Argentina como estado y como mercado, no puede ser moral, no puede ser porque “corresponde”. Tiene que ser quédense porque acá hay oportunidades de bienestar y de crecimiento.
“La educación no puede estar en relación directa a las necesidades de un mercado laboral caracterizado por la precarización”
Amanda Martín, docente y ex legisladora porteña del Frente de Izquierda.
Se puede vincular la escuela con el mundo del trabajo desde las prácticas, siempre y cuando el contenido de esa práctica tenga una relación con el que se dicta en las instituciones educativas y no sean como las pasantías, que terminan transformándose en trabajos que realizan estudiantes sin ningún tipo de marco regulatorio.
La versión de la Ciudad de Buenos Aires es escandalosa porque las prácticas no forman parte del contenido de la currícula que estudian las chicas y los chicos, sin mencionar que van a trabajar sin contrato, salario o ART en empresas, ONGs e incluso instituciones estatales. Los estudiantes parecen ser una especie de mano de obra barata para los empresarios.
La educación no puede estar en relación directa a las necesidades de un mercado laboral caracterizado por la precarización porque sino ese mercado laboral hace que la escuela se adapte a sus necesidades. Por eso, creo que la escuela secundaria tiene que ser como un paso intermedio de adquisición de contenidos integrales que sirvan para poder dotar a los estudiantes de elementos críticos para que analicen el mundo que los rodea y los forme para, eventualmente, continuar los estudios o insertarse en el mercado de trabajo.
Si necesitan calificar en algún aspecto del trabajo en el que se van a desempeñar, que sea la empresa la que pueda formar y capacitar. Muchas veces escuchamos que firmas como Toyota, por ejemplo, se quejan porque los estudiantes no tienen las calificaciones que requieren. Ahí se esconde una preocupación de los empresarios por cargarles la educación al estado para que formen a los estudiantes con las habilidades que ellos necesitan para sus empresas. La educación no tiene que tener como fin adquirir algo superficial, una habilidad que con los años puede cambiar, sino contenidos sólidos y universales.
“Creemos en el nexo entre la educación pública, el sindicato y el sector privado para resolver esta problemática”
Facundo Lancioni, docente y secretario general del Sindicato de Educadores Argentinos (SEducA).
Hoy los chicos de la secundaria no tienen mucha experiencia en el mercado laboral. Lamentablemente, los diseños curriculares y la formación docente están desactualizados para poder generar herramientas para este fin.
Como solución, lo que nosotros como sindicato vemos factible es que se empiece a involucrar el sector privado. Sin tenerle miedo. A veces uno habla del sector privado y habla de privatización, etcétera… Pero, dadas las circunstancias, donde estos últimos 20 años el estado y la política no pudieron resolver la inserción de adolescentes en el mercado laboral, nosotros creemos fuertemente en el nexo entre la educación pública, el sindicato y el sector privado para resolver esta problemática.
En la Ciudad de Buenos Aires trabajamos fuertemente con la Subsecretaría de Trabajo, que tiene formación laboral. Los Centros de Formación Profesional en la Ciudad están muy bien equipados, como también las escuelas técnicas. Pero hay una gran falencia del Ministerio de Educación de la Nación que no lo aplica como política pública en todo el territorio.
Tenemos provincias como Formosa, Chaco, donde no existen Centros de Formación Profesional y no tienen una mirada socio-productiva de la educación. En muchos municipios de la provincia de Buenos Aires también sucede. Esto es injusto porque, por ejemplo, tenés un chico de Avellaneda que quizás no tiene estas herramientas y tiene que cruzar el puente para ir a Capital y poder tener capacitación en formación laboral. No es una política de estado a nivel nacional. Es aquí donde digo que hay que reestructurar el funcionamiento del Ministerio de Educación de la Nación y se tiene que hacer cargo de la formación para el empleo.
La escuela tiene que generar herramientas para ayudar a los chicos en la salida al mundo laboral. Si decimos que la escuela no puede resolver esto, ¿quién lo va a resolver? Yo creo que la escuela no es la solución de todo pero sí debe ser una herramienta fundamental en los últimos años de secundaria para empezar a trabajar en este tema. Hay que enseñarles a los chicos a hacer un CV, a inscribirse al Monotributo. Estas son herramientas que no están en los diseños curriculares. Estoy convencido de que tienen que estar. Insisto también en el rol de los sindicatos de generar herramientas de capacitación dirigidas a los docentes para que les puedan transmitir soluciones prácticas a los alumnos.
Hoy, solamente un 35 por ciento de la gente está en relación de dependencia. El resto, el 65 por ciento, no tiene trabajo o no está registrada. Como sindicato, estamos convencidos de que necesitamos una actualización de las leyes laborales y de la ley impositiva. Necesitamos movimiento en el mercado laboral, principalmente para enfocarse en estas nuevas generaciones que salen de las escuelas y generar trabajo registrado.