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Nota publicada el 01 / 07 / 2023

Hambre y resistencia

Conversaciones con referentes sociales que contienen la emergencia social en territorio. Opinan: May Sánchez, Raíces Barriales; Omar Giuliani, Secretario General de la Federación Nacional Territorial (FeNaT); Felicitas Perea, trabajadora social y militante de la organización Territorio Social; y Yanina Sánchez, trabajadora territorial CTA Autónoma.

Por Christian Madia

Ilustración: Adictos Gráficos

May Sánchez es de la ciudad de La Plata y pertenece a la organización social Raíces Barriales. La labor territorial la llevan adelante en barrios populares como Villa Elvira, San Carlos, Barrio Nuevo y Melchor Romero. Allí tienen comedores, pero en el caso de emergencia social (como en la última inundación) salen a repartir comida en ollas populares: “el pilar fundamental de esta lucha son las compañeras, ya que además de sostener a sus propias familias, sostienen a las familias de otros que están en peor situación socioeconómica”, dice. Raíces Barriales hablan con niños y jóvenes de entre 11 y 16 años y ellos no ven futuro a causa de no encontrar las herramientas. La pobreza no es hereditaria, “lo que nosotros tenemos es una batalla cultural”.

May Sánchez. Foto: Ariel Valeri.

May siempre tuvo conciencia social. Cuenta que a los diez años acompañaba a su abuela, quien era manzanera, y salían juntas a traer los cajones de leche. “Hoy soy trabajadora de la salud y gremialista dentro del hospital, me involucro en la defensa de los derechos del otro, pero también es un peso porque las horas en que no trabajo, estoy en la calle militando, estando con el otro porque lo necesita”. 

Omar Giuliani empezó alfabetizando en el Barrio Ejército de los Andes en Ciudadela (mal llamado “Fuerte Apache”) y anteriormente se dedicó a las artesanías: “me involucré porque no alcanza con decir lo que está mal, hay que plantear cuál es el país que deseamos y cuál es el que estamos dispuestos a construir. Esto significa ahora, YA, no cuando estén dadas las condiciones, porque éstas no vendrán mágicamente, debemos construirlas y para ello hay que meterse en el barrio. Uno es por lo que hace y no por lo que dice”.

Hoy es Secretario General de la Federación Nacional Territorial (FeNaT) y desde Ranca Hueney, su organización de base, se dedica a las niñeces. Tras veinticinco años de trabajo territorial se encuentran militando en todo el país aunque su centro operativo es en General Rodríguez y Lujan. Allí hay una escuela primaria, secundaria y un centro de día, y en todos hay un espacio alimentario. 

Omar Giuliani. Foto: Canal Abierto.

Él cuenta que las organizaciones son producto de la unidad popular y del ADN histórico de los argentinos, como cuando echaban a algún trabajador y los sindicatos comunistas y anarquistas hacían un fondo de huelga para llevar dinero a su familia. “Hoy tenemos más de ocho millones de pibes bajo la línea de la pobreza, esto hace que muchas organizaciones, además de cuestiones educativas, artísticas y laborales, hayan implementado espacios alimentarios. Por ejemplo, en las escuelitas de fútbol hay merenderos porque si no les das una merienda a los pibes después no pueden correr”. Omar debe salir con sus compañeros a buscar recursos, pedir donaciones y crear estrategias, de este modo surgen los espacios productivos donde los recursos afloran directamente de la organización “esto es consecuencia de la etapa de plena crisis que vivimos con Desarrollo Social, ya sea a nivel nacional, provincial o municipal, porque los alimentos no llegan”, asegura.

Felicitas Perea trabaja en los barrios hace 20 años, poco tiempo después de la crisis económica del 2001, cuando los vecinos se agrupaban en plazas y barrios para buscar salidas colectivamente. De ese modo inician las ollas populares y ella comienza a acercarse como cocinera comunitaria. Entre 2003 y 2018 se dedicó a cocinar en la organización “Ojitos de barrio” en Los Hornos. “Este camino que elegí me dignifica y me hace levantar cada día para luchar por los demás. No es justo vivir luchando, pero no nos queda otra que salir a la calle y reclamar nuestros derechos”, recuerda emocionada. 

Felicitas Perea.

Hoy es trabajadora social y militante de la organización Territorio Social. El trabajo territorial se focaliza en Berisso, Ensenada, Los Hornos, Melchor Romero y San Carlos con unidades productivas. Además de las ollas populares, llevan adelante trabajos de textilería artesanal con el objetivo de ayudar a conseguir los recursos necesarios para la olla “ya que no nos llegan grandes cantidades de aceite, de azúcar y otros productos, nosotros fabricamos ropa y la vendemos para poder comprar los insumos y alimentar a los vecinos que lo necesitan”.

Yanina Sánchez es nieta de una de las primeras manzaneras de La Plata, su abuela participaba mucho ayudando en escuelas primarias mediante la cooperadora. “Vengo de una familia peronista, así que me crié en ese tipo de hogar donde era prioritario que estemos todos bien como comunidad”, rememora. Hoy es trabajadora territorial de la CTA Autónoma y primera concejal suplente del Frente de Todos. De las ollas populares dice que nacen naturalmente de la necesidad y, al no haber un espacio físico, se llevan a cabo en las puertas de las casas de los vecinos, en una esquina o en plazas: “hay mucho para hacer y no podemos dejar de hacer”.

Yanina Sánchez.

PONERLE EL CUERPO A LA AUSENCIA DEL ESTADO

El Estado tiene la obligación de garantizar el acceso equitativo a alimentos sanos y seguros para toda la población y así asegurar la vigencia plena del derecho a una alimentación adecuada. Es una necesidad básica. Pero ¿qué pasa cuando esto no ocurre? Las organizaciones sociales deben suplir esa carencia. Como bien dice Felicitas: “hay que estar todos los días y por distintos motivos, por el alimento, por el derecho del trabajador para conseguir su propio recurso. Nos ponemos esa mochila que le corresponde al Estado, pero debemos hacerle saber que hay una necesidad”.

El sacerdote Carlos Cajade del “Movimiento Chicos del Pueblo” tenía una frase de cabecera: “Nuestra razón de ser (como hogar) es dejar de existir en algún momento”. Es impensable festejar la apertura de nuevos comedores o merenderos en el país, lo que sí es importante celebrar es el cierre de estos, porque eso significaría que los niños y adultos pueden conseguir sus propios recursos para comer en sus casas, con sus familias, alrededor de la mesa. 

“Es ingenuo pensar que el mismo Estado que genera la pobreza vaya a resolverla, por lo tanto es una puja en el marco distributivo y es una puja política”, asegura Omar Giuliani. Además del vínculo con el alimento hay una relación aún mayor que es con la solidaridad en un mundo donde se prioriza el individualismo, la perversidad de construir hambre con la teoría del caos en un país como Argentina. “Estas son experiencias que encierran una denuncia a un sistema injusto”, concluye Omar. 

“Me da impotencia tener que suplir ese rol que le corresponde al Estado, porque hay veces que no podes resolver el no tener la contención adecuada, ni los recursos necesarios para ayudar.”, dice May. “Pero siempre las fuerzas se renuevan al pensar que hay que luchar contra lo que no queremos, porque esto tiene que cambiar”. 

Actualmente hay un modelo donde se hipoteca el futuro de los niños en un presente hambreador a través de un modelo de sociedad que se viene implementando. Omar agrega: “una cosa es comer y otra cosa es alimentarse. Nosotros no estamos hablando de alimentar, estamos hablando de comer, y eso es una diferencia abismal. Nuestras niñeces, que hoy no se alimentan debidamente, seguramente van a tener grandes dificultades para insertarse en el sistema educativo, no van a tener las mismas oportunidades”.

Para May esas oportunidades y herramientas son generadas por la misma organización, aunque en muchas ocasiones se complica porque hay que derivar el tiempo en la asistencia más urgente. 

“Toda forma de organización retroalimenta las voluntades de los que la hacen y quienes reciben esos alimentos. Hoy nos toca ayudar a nosotros, el día de mañana capaz que le toca al otro ayudarme a mí”, dice Yanina Sanchez.

Omar Giuliani recuerda que en el año 2000 se enunciaba la frase “El hambre es un crimen”, y agrega: “si es un crimen y hay hambre es porque hay criminales; por lo tanto, el hambre es una provocación y es un deseo”. El hambre es un control social concreto, no como la idea del panóptico de Michel Foucault, donde uno se podía sentir vigilado aún sin estarlo; aquí el control pasa por el hambre, por la desidia de que gran parte del pueblo no tenga para comer y eso provoca una baja en la calidad cognitiva para poder estudiar o trabajar. No es un error de cálculo de algún Ministro de Economía trasnochado. Son herramientas de control social en una sociedad desigual, y a medida que pasa el tiempo se vuelven estructurales. En consecuencia, se va naturalizando.

MÁS PARA LOS QUE MENOS TIENEN

Si bien hay medidas reivindicativas como el Salario Básico Universal, terminar con la pobreza estructural es más complejo. Tiene que ver con la redistribución de la riqueza. “Hay que ponerle un coto a las multinacionales. Durante la pandemia las siete empresas alimentarias más importantes del país han tenido ganancias por arriba del 170 %. A medida que crece el hambre, crecen las ganancias de estas empresas, por lo tanto está claro que la Argentina no tiene una crisis económica, sino una crisis política y de representatividad”, dice el Secretario General de la FeNaT. 

La discusión entonces se trata de modificar la correlación de fuerza: “mientras que una de las principales empresas lácteas del país aumenta un 300 % el precio de la leche, al tambero le siguen pagando lo mismo que hace dos años y la pobreza aumenta”, dice Omar. 

May agrega: “hoy en día hasta los profesionales de la salud están renunciando a sus trabajos en los hospitales públicos, porque ya está desvalorizado su trabajo y el sueldo no alcanza. Entonces ¿quién es el pobre realmente? No sólo el que vive en un barrio popular haciendo changas para pucherear el día a día, sino que los profesionales también lo son”.

Hay diferentes formas de mostrar la pobreza en los medios de comunicación, puede ser desde la caridad, como lo hace la Iglesia Católica, mostrando a un pibe que pide una monedita mientras se le caen los mocos o puede ser corriendo el velo y mostrar las grandes fortunas que amasaron las empresas mientras que pueblo adentro prolifera el hambre. Debería mostrarse la pobreza desde el lugar de denuncia de un modelo perverso, injusto y de muerte. 

Ser más solidarios, mirar a los costados, no dejar que la vida pase por al lado sin perturbar la comodidad de los privilegios heredados, porque también existe esa otra herencia de la que hablamos: la de la pobreza; y debemos hacernos cargo. En medio de un sistema hambreador que avanza a pasos de gigante, quizás un día cualquiera estaremos golpeando la puerta de un comedor comunitario pidiendo un plato de comida caliente para aplacar el crujir de nuestras tripas; o tal vez con la culpa de no haber hecho nada cuando aún estábamos a tiempo.

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