La muerte de Joaquín Lavado, Quino, generó un consenso que no genera ni la política, ni el fútbol, ni la religión. El país todo lloró a este genial artista popular y muchos lo recordaron de maneras diferentes. Aquí, nos instalaremos en su mirada de izquierda de la vida. Socialista y permanentemente luchador contra las diferencias sociales, no muchos recuerdan que su ya inmortal personaje de Mafalda, estuvo en realidad inspirado en su abuela republicana y comunista. Aquella de la que aprendió a denunciar las injusticias y las desigualdades.
Quino, nacido en Mendoza e hijo de inmigrantes andaluces, siempre contó que en su casa se respiraba política, hablaba de sus padres socialistas y de su abuela comunista. “Cuando yo tenía cuatro años empezó la guerra civil española y en mi casa se vivió como una tragedia personal; además, como la perdimos, peor todavía. Y el clima se enrareció aún más, cuando se acaba la guerra civil española y comienza la Segunda Guerra Mundial».
En una entrevista al diario italiano La República, el dibujante relató que en su casa había siempre discusiones entre su abuela, «comunista, una mujer muy simpática con un gran sentido del humor» y el resto de la familia republicana. «Mi abuela era una militante que vendía los bonos del partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban unas trifulcas terribles luego de cada almuerzo».
El dibujante recordaba con enorme cariño a esa abuela: «Ella era un cómic viviente, estaba constantemente hablando del Chile de Pinochet y de las atrocidades cometidas en Vietnam».
En un extenso reportaje que le dio Quino a Mónica Maristain en 2004, para Página/12 se definía a si mismo como socialista: “El capitalismo también se va a ir al carajo. Esto no puede continuar así. Yo lo que espero es que a la larga se intente otra forma de socialismo. No igual al que ya fue, pero para mí sigue siendo el mejor sistema de gobierno”.
La última pregunta de la entrevista fue si “morirá siendo socialista”: “Sí, por supuesto. Esa es la mejor forma de gobierno que concibo, es el mejor sistema. Apenas tuvo 70 años para expresar y es probable que estuviera mal aplicado. Si pensamos que al cristianismo le llevó tres siglos imponerse, ¿por qué no podemos pensar que el socialismo regresará y finalmente podremos vivir en un sistema más justo y más humano para todos?”, respondió.
En una entrevista con Rep, Quino contó que lo peor que le sucedió con sus dibujos fue durante la última dictadura militar. En marzo de 1976 decidió autoexiliarse y, meses más tarde, se produjo la llamada “Masacre de San Patricio”, en la que cinco religiosos palotinos fueron acribillados en una iglesia en el barrio de Belgrano.
El grupo de tareas que los mató colocó al lado de uno de los cadáveres una de las viñetas más conocidas de Mafalda, en la que señala al bastón de un policía y afirma: “¿Ven? Este es el palito de abollar ideologías”.
Como queda claro, Mafalda, el personaje que lo consagró como uno de los artistas más populares de la Argentina, aquella niña contestataria que se animaba a hacer todo tipo de preguntas, no fue una creación aislada de Joaquín Lavado -su verdadero nombre-. A lo largo de toda su trayectoria, el dibujante llevó a su trabajo su mirada socialista sobre el mundo, ya que, según él mismo contó alguna vez, uno de los temas que siempre lo obsesionó fue “la relación entre los débiles y los poderosos”.
Duelo nacional
Para el periodista y escritor Héctor Rodríguez, la muerte de Quino generó un verdadero duelo nacional: “La partida de un artista irrepetible, provocó un tsunami de tristeza colectiva. Fue tapa de todos los diarios. Y no solo aquí, sino en el mundo entero ocurrió algo similar. De solo pensar que Mafalda fue traducida a más de veinte idiomas, allí está la respuesta de cómo un creador genial, de esos que caminan entre nosotros muy de tanto en tanto, supo interpretar(nos) el alma humana, nuestras miserias, contradicciones, mañas e injusticias. Quino fue parte del crecimiento de cada uno de nosotros. Por eso con él se nos murió un poco de esa infancia, adolescencia y juventud. Porque nos supo dibujar con la inteligencia, la ironía y la ductilidad propia de seres que se convierten en eternos apenas dejan este mundo”.
“Pocas veces vi en las redes sociales semejante cantidad de muestras de agradecimiento y dolor, a la vez, por la muerte del papá de Mafalda. Algo similar pasó con el Negro Fontanarrosa, la Negra Sosa, Spinetta. Como para no pensar que es el arte el que nos salva…”, reflexionó.
En un tuit, Reynaldo Sietecase contaba que una vez le preguntó a Quino si se imaginaba a Mafalda de grande. Y que él le respondió: “Imposible, sería una de los 30 mil desaparecidos”.
Dijo Rodríguez en esa dirección: “Me puse a pensar, entonces, que la última tira de la niña antisopa se publicó en el vertiginoso 1973, tres años antes de que empezara la peor noche. En medio del terror, el allanamiento a editoriales y la quema de libros por parte de los militares fue parte del genocidio cultural. Uno de los tantos perseguidos fue Daniel Divinsky, de Ediciones de la Flor y el editor responsable de Quino. Divinsky, junto a su mujer, fue detenido a disposición del Poder Ejecutivo durante 120 días y luego partió al exilio”.
“Cuántos miles de argentinos, en aquel tiempo –cuando cargar con un simple ejemplar podía ser la llave que condujera al infierno–, debieron esconder con sigilo y temor sus propios libros, sus propias bibliotecas. En infinidad de jardines caseros fueron enterrados títulos de Galeano, de Neruda, el Che y María Elena Walsh”, añadió.
“Miles de jóvenes –prosiguió- quemaron a tiempo en las parrillas de los fondos de sus casas sus apuntes de facultad, sus valiosos materiales de estudios y también revistas de Mafalda. Ellos, que corriendo el mayor riesgo sobre sus vidas igualmente apostaron a la esperanza de conservar (y recuperar, alguna vez) sus libros, hoy también se sienten (nos sentimos) con el corazón estrujado porque partió un maestro y extraordinario artista popular. Su memoria y su honda humanidad, la que nos permitió reflexionar, jamás dejarán de arder en el corazón de un pueblo que siempre resiste”.
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Mafalda fue concebida para anunciar electrodomésticos
La misma niña que tanto reflexionó sobre el capitalismo, la economía y el orden mundial es fruto mismo de la sociedad de consumo.
Al poco de publicarse en 1963 el libro Mundo Quino, el primero de humor gráfico de este dibujante argentino, a Joaquín Lavado le piden diseñar a una familia de personajes para poder promocionar los electrodomésticos Mansfield de la firma Siam Di Tella en una tira de diario —todos con nombre que comiencen por M—.
La niña recibe el nombre de Mafalda —por uno de los personajes de la novela Dar la cara, de David Viñas—, pero la campaña publicitaria nunca vio la luz y Quino guardó a su nena en el cajón.
Es finalmente unos meses después, cuando le piden a Quino publicar una tira en el semanario Primera Plana, que Mafalda se convierte en papel prensa y comienza su carrera a la fama.
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Felipe existió realmente, y vivía en Cuba
Al mejor amigo de Mafalda le encanta fantasear, jugar a ser El Llanero Solitario y retrasar todo lo posible los deberes de la escuela. Pero quizás lo que más defina a Felipe son sus dientes de conejo y su cara alargada, con pelo despeinado.
Esas mismas facciones son las del periodista argentino Jorge Timossi, quien trabajó en la agencia cubana Prensa Latina y fue un buen amigo de Quino.
La relación venía de la década del 50, cuando un grupo de jóvenes se reunían en el Bar Británico( frente al Parque Lezama ). Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Jorge Timossi y Joaquín Lavado, que ya publicaba humor en las revistas Leoplan » y » Vea y Lea».
«Yo lo vi y pensé, aquí hay algo familiar. Poco después, en Chile, me cayó una dirección suya y le mandé una tarjeta de presentación mía en la que le puse: ‘Quino, confiesa, hijo de p…’ Y a vuelta de correo, me llegó un afiche con Felipito, que decía: «Justo a mí me toca ser como yo'».
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Mafalda en cada barrio
Mafalda está en todas partes. Y no sólo porque sus libros hayan sido traducidos a 30 idiomas.
En el barrio de Colegiales, en Buenos Aires, hay una Plaza Mafalda. Y en el de San Telmo está la escultura de la niña en tamaño real, del artista Pablo Irrgang.
Pero también bajo tierra hay un homenaje a la tira. En la estación de Subterráneo de Perú, en la capital argentina, hay un mural de «El Mundo Según Mafalda».
Y en el metro de París, en la estación Argentine, Mafalda observa atenta desde un mural a figuras de la ciencia, la política o las artes de Argentina, como Jorge Luis Borges.
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Un libro «para adultos»
La siempre crítica Mafalda hay que remarcar que generalmente siempre le cayó mal a cierta derecha
En España, la censura franquista obligó a los editores a colocar una franja en la portada del primer libro de Mafalda con la que se declaraba como una obra «Para adultos».
Mafalda también tuvo que enfrentarse a la censura en otros países, como Bolivia, Chile o Brasil.
«De entrada nomás la tuve», cuenta Quino sobre la censura. «Me decían: ‘Pibe, chistes contra la familia no, militares no, desnudos no. Yo nací con autocensura».