José María Barbano
¡Si habremos escuchado cosas en esta pandemia…!
El encierro, y sus consecuencias,-efecto colateral – nos golpeó a todos. La saturación de noticias y especialistas en los medios se hartan de repetirnos que nos quedemos en casa y nos lavemos las manos. A falta de fútbol nos gritan con fruición el ‘ranquin’ de infectados y muertos con tablas prolijas de la subida o baja de países, regiones provincias y municipios. Y por si fuera poco, la avalancha de mensajes en las redes, son una pandemia adicional que nos enreda entre versiones, sospechas, esperanzas, cadenas y milagros.
Y uno, tras fallar en el intento de caminar por las paredes, (porque molestan los cuadros), no tiene más remedio que dar vueltas y vueltas en derredor del sillón del living. Hasta que avisen que llegó el alcohol en gel y pueda atrapar el respiro salvador de salir a la farmacia.
Y el idilio de disfrutar la vida juntos viendo crecer a los niños, se trueca en un silencioso “lo hubiera pensado antes”…
Me lo dice un preso
Frei Betto sobrevivió cuatro años preso en las peores cárceles brasileñas bajo la dictadura militar. Y dijo cosas como estas:
“Mantenga cuerpo y cabeza juntos. Estar con el cuerpo confinado en casa y la mente enfocada allá fuera, puede causar depresión”.
Y tiene razón. Estar con la cabeza en el trabajo, en la playa, en la salida con amigos, en el deporte, en la calle… cualquiera acaba sintiéndose ajeno a ese cuerpo encerrado. Se pierde conciencia de sí mismo, de lo que uno es o el lugar donde está.
Moverse en una realidad contradictoria, eso se llama alienación.
Y se puede arrastrar a un grupo entero, al menos al núcleo conviviente.
Ansiedad, tensión, miedo, amargura, depresión, preocupación constante por situaciones sin resolver… Todas estas sensaciones descontroladas nos involucran en una vorágine paranoica que debe frenarse antes de que comience.
Aceptar la realidad, adaptar las actividades al contexto, resolver las situaciones mínimas del encierro, estar atento a la necesidad de los demás. Vivir el momento. Vivir el ahora en el aquí. “Carpe diem” decía el poeta latino Horacio. En el encierro de casa es menos poético. Pero vale.
Quizá, después de encarar la debacle económica, algún día habrá que pensar en la catástrofe síquica que flotará en el ambiente. Una ayuda preventiva al respecto, puede ser tan importante como enseñarnos a lavar la lechuga.
La luz al final del túnel
Le queda algo más para decir al golpeado escritor brasileño:
“En prisión, no hay nada peor que el abogado que garantice al cliente que recuperará la libertad dentro de dos o tres meses. Eso desencadena una expectativa desgastante. Así, prepárese para un largo viaje dentro de su propia casa”. (Cfr. www.freibetto.org/)