“A Chicha la conocí en septiembre de 2006. La había ido a visitar porque estaba haciendo un perfil de Miguel Etchecolatz, director de Investigaciones de la Policía Bonaerense. Unos minutos después de haber comenzado la conversación nos dimos cuenta que teníamos algo en común, muy allá en el tiempo, en Mendoza. Y esa coincidencia, que en realidad no sé hasta qué punto fue una coincidencia, estrechó nuestro vínculo”, recuerda Laureano Barrera, autor de “La Casa de la Calle 30”, un libro donde echa luz sobre la vida pública y cotidiana de María Isabel Chorobik de Mariani.
Laureano nació en Quilmes en 1980 y es periodista e investigador. Sus artículos y reportajes se publican en nuestro país y en el extranjero. En 2017 fundó con otros colegas la agencia Perycia, un espacio“que defiende los derechos humanos y se mete en el barro de la justicia”, según dice.
Además, formó parte del grupo de periodistas internacionales que llevó adelante la investigación “Migrantes de otro mundo”, que obtuvo el primer premio Fetisov en la categoría de Contribución a los Derechos Civiles.
Con más de 30 horas de conversación con Chicha y con testimonios de gente que la rodeó, además de cartas privadas, archivos y diarios de la época, reconstruye la historia de “una mujer común en circunstancias excepcionales”, docente de Historia del Arte del Liceo Víctor Mercante de La Plata, asidua a los conciertos, a las exposiciones de arte y a las reuniones con amigos.
Alguien cuya vida cambió para siempre el 24 de noviembre de 1976 cuando un grupo de tareas formado por cien efectivos del Ejército y de la Policía Bonaerense atacó la casa de la calle 30 número N° 1134 de la capital bonaerense, donde vivían su hijo Daniel Mariani, su nuera Diana Teruggi, militantes de Montoneros, y la beba de ambos.
Aquel lugar aparentaba ser un sitio donde se criaban conejos, pero en realidad allí funcionaba una imprenta clandestina de la revista Evita Montonera. Diana murió en el ataque, Clara Anahí fue secuestrada y Daniel, asesinado nueve meses más tarde.
Desde entonces y, por más de 40 años, Chicha buscó incansablemente a su nieta. Recorrió juzgados, dependencias policiales y entabló relación con abogados, funcionarios y dirigentes.
“Este libro viene a reponer esa neblina que hay alrededor de su figura. Es una deuda que tenía conmigo mismo y con Chicha, aunque ella nunca me lo hizo saber”, dice Barrera y agrega: “Creo que hay una parte de injusticia con su figura que, de alguna manera, ha quedado relegada a lugares más secundarios de la historia de Abuelas de Plaza de Mayo y del movimiento de Derechos Humanos. Fuera de La Plata y algunos ámbitos muy pequeños militantes de Capital Federal, su historia prácticamente no se conoce”.
UNA RELACIÓN MUY ESPECIAL
Laureano entabló un vínculo muy estrecho con Chicha, comenzó a visitarla con frecuencia a lo largo de los años y en junio de 2014, finalmente, tomó la decisión de sentarse con ella y escribir una nota larga. Todavía la idea del libro no estaba en su cabeza.
“Pero después me di cuenta por el tono de las conversaciones que podía dar para más. Hablé con mi editora, Leila Guerriero, y tomé conciencia que tal vez podía ser un libro. A partir de allí, comencé a charlar con ella sistemáticamente y a entrevistar gente que la había rodeado en esa etapa de su vida”, recuerda.

Foto: Matías Adhemar.
Barrera califica a la búsqueda y recopilación de datos como un “proceso largo y delicado”, porque los sobrevivientes, si bien muchos están acostumbrados al relato de la tragedia, porque han declarado en juicios o militan en organizaciones que los contienen, “siempre tienen que revisitar zonas del pasado que son dolorosas”.
“Con cada uno es diferente, hay caminos que se van dando con cada entrevistado. Para este libro yo hablé con personas que no han contado demasiado lo que les pasó, y siempre son procesos largos y delicados y que necesitan de mucha paciencia y empatía para abordarlos. Fue una experiencia muy intensa”, afirma.
Según sostiene, cuando uno hace entrevistas de este tipo “no sabe qué huellas deja en el entrevistado, porque no son las cuestiones más cómodas para charlar”. Sin embargo, ha tenido una muy buena recepción de todos con los que dialogó.

Laureano Barrera, autor.
EL CIRCULO SE CIERRA
En agosto de 2018 cuando Chicha murió a los 94 años, Barrera estaba en pleno proceso creativo y fue “un golpe muy duro” porque “sin decirlo, había un compromiso, una promesa, de que este libro iba a salir”.
“Narrar su fallecimiento fue una cuestión intensa, movilizante. Al igual que todos los momentos que fueron duros para ella, como el ataque a la casa, el secuestro de la nieta, el asesinato de su hijo y la aparición de la supuesta Clara Anahí. A veces uno no puede creer cómo se mantuvo en pie y siguió”, reflexiona.
Pese a su muerte, la búsqueda de Clara Anahí no se detiene, porque es colectiva. “Ese fue uno de los únicos consuelos que se llevó”, dice el autor y rememora el diálogo que, en su presencia, Chicha mantuvo con Leticia Finocchi, su mano derecha en la Asociación Clara Anahí, donde de alguna manera le pasó la posta.
FUNDACIÓN CLARA ANAHÍ
El organismo fue fundado el 10 de febrero de 1996, luego de que Chicha rompiera lazos con Estela de Carlotto y decidiera renunciar a Abuelas de Plaza de Mayo, para “promover, sostener y defender la plena vigencia de los Derechos Humanos”.
Si bien una de sus prioridades fue y sigue siendo la búsqueda de Clara Anahí, también tiene como firmes objetivos la construcción de la memoria colectiva, el asesoramiento en derechos humanos y la defensa del derecho a la identidad.
Desde la muerte de Chicha, la Asociación es presidida por Elsa Pavón, cofundadora de Abuelas de Plaza de Mayo y abuela de Paula Logares, primera nieta restituida en democracia, aunque por su avanzada edad, Leticia lidera la toma de decisiones del organismo.
“Ojalá que este libro llegue a manos de personas que a través de sus páginas puedan conocer un poco más quién fue Chicha Mariani y cómo buscó a su nieta sin descanso durante más de 40 años”, finaliza Barrera.