Los últimos datos del INDEC demuestran una vez más que las estadísticas, sin contenido humano, son apenas números para el engaño. En la última medición se establece que la desigualdad bajó en el primer trimestre del año. Sin embargo, a poco de mirar más adentro surge la verdadera tragedia: mejoraron los estratos medios, pero empeoraron los más bajos. Los pobres son más pobres y no es una cuestión de números, ocultos detrás de otros número, sino de personas que sufren. El IPyPP vuelve a advertirle al gobierno que debe intervenir ya para evitar las consecuencias que traerá la pandemia.
Durante el primer trimestre del año, la desigualdad interanual disminuyó. El coeficiente de Gini –uno de los indicadores más usados para evaluar la diferencia entre pobres y ricos, que va desde 0 (igualdad absoluta) a 1 (total desigualdad)- terminó en 0,444, y marcó un leve descenso respecto del primer trimestre de 2019 (0,447).
Sin embargo, según un análisis del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP) sobre los números del INDEC hay que tomar en cuenta otras cuestiones antes de alegrarse. “Si se considera el coeficiente de Gini, la desigualdad mejora en el año, mientras que si se observa la brecha de ingresos medios, la desigualdad empeora. Esta aparente ambigüedad se aclara al considerar las características intrínsecas de estos indicadores”, sostiene.
Hilando fino, esta disminución se debe, sobre todo, a la mejora en el poder adquisitivo experimentada en los estratos medios de la población en relación a los estratos altos.
“El ingreso per cápita familiar promedio en el trimestre presentó un incremento nominal del 20,8% que en términos reales implica una recomposición del 11%”, sostiene en el informe titulado El proceso de polarización social. Herencia y compensaciones insuficientes que acaba de publicar el Instituto, firmado por la economista Agustina Haimovich y el director del Banco Nación Claudio Lozano.
Aunque aclara: “Sin embargo, esta leve mejora queda opacada por el mal desempeño sufrido por la población de más bajos ingresos, lo cual se traduce en un incremento de la brecha entre el promedio de ingresos percibido por el 10% más pobre y el 10% más rico”.
Con los números de la pandemia aún por venir –ya que se reflejarán recién en el segundo trimestre- se espera para los próximos meses un nuevo golpe regresivo en la distribución, que podrá ser mitigado parcialmente por las políticas de contención implementadas por el Gobierno “en la medida que las mismas tiendan a reforzarse y acentuar su carácter progresivo”, advierte el informe. Y asegura: “de lo contrario, la etapa pos-pandemia nos encontrará con una severa ampliación de la ya elevada brecha entre ricos y pobres”.
El tendal macrista
Actualmente, pese al mínimo repunte, los niveles de desigualdad en la Argentina son altos. El macrismo dejó un tendal tras de sí que se refleja en la ampliación grosera de la brecha entre ricos y pobres durante la gestión: el Gini, de 0,447 puntos en el primer trimestre de 2019, era de 0,427 en el segundo trimestre de 2016.
De acuerdo con el estudio del IPyPP, esos niveles elevados resultan aún más preocupantes si se tiene en cuenta el carácter insuficiente de los ingresos que percibe un amplio conjunto de la población para garantizar las condiciones materiales de vida de forma adecuada. “A comienzos de este año, aproximadamente el 10% de los hogares percibía ingresos inferiores a la Canasta Básica Alimentaria para una familia tipo ($17.300, en marzo), que marca la línea de indigencia. Y al menos 4 de cada 10 se encontraban por debajo de la Canasta Básica Total (casi $42.000, en marzo), que establece el límite de la pobreza.
“Las brechas entre el decil 1 y el decil 10 (el 1 son los más pudientes) indican que el 10% de la población con ingresos más altos gana en promedio 23 veces más que el 10% de ingresos más bajos, dos puntos más que en el cuarto trimestre (efecto esperable a causa del aguinaldo) y que en el mismo período del año anterior. Si en cambio se considera la mediana, la brecha entre ambos deciles es de 17 veces, lo que implica un incremento de un punto respecto al trimestre pasado y un estancamiento en términos interanuales”.
La pérdida de poder adquisitivo
En lo que refiere a la capacidad de compra de la población, el estudio destaca que, si se acota el análisis a los ingresos de los ocupados (sin incluir el efecto aguinaldo y otras variables como jubilaciones, subsidios y demás), “se aprecia que con respecto al cuarto trimestre de 2019, el ingreso medio de las y los trabajadores aumentó un 7,7% nominal (frente a un 8,8% de inflación), lo cual se traduce en una pérdida real promedio del 1%. Si bien ello implica un nuevo recorte en el poder adquisitivo, se modera el ritmo de caída con respecto al registrado en el cuarto trimestre de 2019, cuando los ingresos de los ocupados habían sufrido un recorte promedio del 5,3%”.
En términos interanuales, el ingreso medio de los ocupados arroja una pérdida real del 7,2%, producto de que los ingresos de los trabajadores se incrementaron nominalmente casi un 40% en promedio, frente a un 50% de inflación. Pero los más perjudicados fueron los estratos medios. De acuerdo con los números del IPyPP, allí los salarios sufrieron una caída que llega al 10%. Por su parte, el decil de más bajos ingresos presentó el menor deterioro (-3,2%), mientras el decil de mayores ingresos registró una pérdida real del 5,3%.
En cambio, si te toman en cuenta los ingresos de la población total, no sólo la que tiene trabajo, fueron los que menos ingresos tienen los más perjudicados. Si se compara al primer trimestre de 2020 con el de 2019, el deterioro real promedio de los ingresos de toda la población es del 1,5%. Pero el 10% de ingresos más bajos experimentó un deterioro real del 9,1%.