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Nota publicada el 06 / 11 / 2023

La lógica del escorpión

Un recorrido por la historia de Mauricio Macri, el personaje más oscuro de la política argentina de los últimos tiempos. De dirigente de fútbol a líder de la derecha, aguijoneando a propios y ajenos.

Por Nicolás Poggi y Mariana Portilla

Ilustración: Juan Soto

El escorpión le pide a la rana subirse a su lomo para cruzar el río, porque por su cuenta no puede llegar al otro lado. La rana se niega: “¿Cómo sé que no me vas a picar?”. El escorpión la hace entrar en razón: “Si te pico y te morís, yo también me ahogo”. La rana accede y lo carga sobre su espalda. En mitad del recorrido, el escorpión clava su aguijón. Antes de que mueran los dos, el escorpión explica: “Lo siento. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy ni actuar en contra de mi naturaleza”.

Esta fábula legendaria bien podría aplicarse a la historia política de Mauricio Macri: desde las sombras del poder, su hábitat natural, opera para imponer decisiones personalistas, acumulando varias víctimas y atentando contra su propia construcción política.

Si bien en un momento Cambiemos fue la alianza que encabezó y con la que venció al peronismo en 2015 -con la UCR y la Coalición Cívica como furgón de cola-, los problemas para administrar esa coalición en el gobierno y su intromisión en la definición de candidaturas de este año demostraron que el ex presidente no tiene intenciones de colaborar. Más bien todo lo contrario.

Quizás Macri se arrepienta de no haber seguido el consejo del único peronista que consiguió llevar para sus filas: Miguel Pichetto. Antes de definirse los nombres para competir en 2023, el histórico senador había dicho que la mejor alternativa para resolver la grieta era que los principales referentes de cada coalición, es decir, Macri y Cristina Kirchner, se enfrenten en las elecciones. Como en Brasil, donde hubo una disputa de pesos pesados entre Lula Da Silva y Jair Bolsonaro. Y que ganara el mejor.

Pero, retirado de la contienda antes de tiempo, Macri no supo ubicarse en el rol de un líder que cede el protagonismo y aporta desde los laterales. Incapaz de aceptar sucesiones, se dedicó con tenacidad a esmerilar, primero, a Horacio Rodríguez Larreta, quien fuera su jefe de Gabinete durante ocho años en la ciudad de Buenos Aires y quien, como alcalde porteño, podría ser la continuidad natural en el esquema de poder de Juntos por el Cambio.

El expresidente no aceptó el desafío que le planteaba Larreta, un político con pretensiones presidencialistas que se negó a aceptar imposiciones. ¿Cómo alguien iba a osar con desobedecerlo? Así, Macri concentró sus esfuerzos en potenciar a Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad de su gestión, en detrimento de quien siempre había sido su “mejor alumno”. 

Subestimada en un principio, Bullrich hizo una campaña austera pero de mayor sintonía con el núcleo duro antiperonista. Una conexión con los sectores medios que venía desde la pandemia y la resistencia a las medidas de cuidado. Y, aunque nadie diera crédito, la candidata inesperada terminó ganando las PASO.

Pero aún faltaba la estocada final de Macri, la del escorpión, un movimiento que dejaría a Juntos por el Cambio al borde de una virtual disolución. Concretada la derrota de Bullrich en las elecciones de octubre, con guarismos que mostraron incluso la diáspora en los votos de ese espacio (el frente pasó de 28 puntos porcentuales en las PASO a 23 en octubre), el ex presidente promovió un acuerdo con el libertario Javier Milei, el ganador en agosto y poseedor del segundo puesto en las elecciones generales, para el balotaje del 19 de noviembre.

Y así, tras lo que fue una conversación inconsulta con el resto de los socios, la UCR rechazó el acuerdo y la Coalición Cívica se declaró prescindente. Juntos por el Cambio, que había nacido en 2015 como un frente antiperonista, quedó entonces a un paso de la ruptura. Macri lo había hecho de nuevo

La estocada que Macri le propinó a los propios no quedó ahí: la incursión del ex presidente en La Libertad Avanza generó también diáspora entre algunos legisladores libertarios electos de la provincia de Entre Ríos que ya anunciaron dejarán esas filas. También aparecieron senadores y diputados nacionales electos que cuestionaron el acuerdo, aunque después negaron correrse del futuro bloque.

A la derecha de la derecha

“Macri logró cambiar el mapa político que se abría en el siglo XXI porque formó un partido suficientemente fuerte como para ganar distritos y hacer una alianza para alcanzar la Presidencia. Y eso hay que subrayarlo porque en la historia argentina la derecha no formó partidos para llegar al poder sino que siempre hizo presión económica para meter, por ejemplo, ministros. Macri mantuvo una posición de poder muy fuerte, quiso controlar y cuando no pudo hacerlo dio un golpe de mano”, le dice el politólogo Sergio Morresi a Malas Palabras .

Morresi es doctor en Ciencia Política y en 2015 publicó junto al periodista Alejandro Bellotti y el sociólogo Gabriel Vommaro el libro “Mundo PRO”, que se aventura en la agrupación política nacida de las cenizas del sistema de partidos, cuando las cacerolas y los piquetes se unieron para exigir «Que se vayan todos». Una centro-derecha moderna, festiva y con un discurso cuidado. 

Pero, ¿qué cambió en el ex Presidente para poner en riesgo la estructura del PRO y virar hacia una posición más extrema, menos acuerdista y negociadora ? Morresi entiende que, más allá de cuestiones personales, la decisión de Macri debe enmarcarse en un contexto mundial.

“Uno mira lo que pasa en Austria, India, Noruega y ve cómo los partidos de centroderecha se van radicalizando en su afán de que la derecha no los ‘coma’. También es cierto que hay una especie de insatisfacción cada vez más grande con la democracia”, analizó.

En 2005, cuando fundó el Pro, Macri aspiraba a representar a la nueva clase dirigente que le hablaba a los que miraban la política desde afuera, desencantados con la dirigencia tradicional, un partido que se jactaba de no tener ideología. Algo difícil, casi imposible, porque la política sin ideología no existe.

“Y esa ideología se fue llenando con las editoriales de La Nación, con las redes sociales y con el contexto internacional. Se fue extremando todo. Con el tiempo, a Macri le empezaron a salir competidores por derecha, como José Luis Espert y Juan José Gomez Centurión y fue coqueteando con esas ideas. Por eso no sorprende su apoyo a Milei”, sintetiza Morresi. 

La historia de un juego propio

Macri fue el presidente de los ricos y de los grupos concentrados de la economía, el que estigmatizó a los trabajadores, quiso desmantelar el Estado y puso de rodillas al país con una deuda externa de 227 mil millones de dólares. ¿Cómo comenzó su incursión en el mundo de la política? 

Con el fútbol. Podría decirse que, más allá del paso por el sector privado a expensas de su padre Franco en el Grupo SOCMA, donde dirigió la automotriz Sevel, su marca comenzó a dejarla en el Club Atlético Boca Juniors,que presidió entre 1995 y 2007 y que le permitió una proyección nacional como figura de alto calibre.

A caballo de una gestión exitosa en lo deportivo, Macri comenzó a hacer de las suyas tempranamente. Se enfrentó a muchos jugadores, con Juan Román Riquelme, por su negativa a transferirlos y permitirles continuar su carrera en Europa. Y llegó a traicionar a su técnico estrella, Carlos Bianchi, al inmiscuirse en una conferencia de prensa y pedirle que dijera, públicamente, por qué no quería seguir siendo el DT. La reacción de Bianchi la viviría luego en la política: el técnico se levantó, en medio de los flashes y la expectativa, y se fue.

Macri compitió en 2003 para la Jefatura de Gobierno porteño de la mano de su partido Compromiso para el Cambio (que luego sería el Pro), y perdió contra Aníbal Ibarra. En 2005 fue electo diputado nacional y justificó su escasa asistencia al Congreso porque “se aburría” (SIC).

Hasta que en 2007 fue electo alcalde porteño, dando inicio a un ciclo virtuoso de ocho años en los que buscó “modernizar” la Ciudad, delegando los aspectos más tediosos de la gestión en Larreta, por entonces su Jefe de Gabinete. Por aquellos tiempos eran comunes las imágenes en las que algún asesor le “cantaba”, incluso delante de las cámaras, las respuestas que tenía que dar.

En 2011 Mauricio coqueteó con la posibilidad de ser candidato a presidente, pero desistió ante la imposibilidad de vencer a Cristina Fernandez de Kirchner en las urnas, aparentemente por consejo de quien entonces era su asesor estrella, el ecuatoriano Jaime Durán Barba. Así, renovó su mandato en la Ciudad y cimentó su proyección a la Casa Rosada. Igual que Fernando De la Rúa.

Su estilo personalista e intolerante con la disidencia se evidenciaría en 2015, el momento de competir por un pasaje a la Casa Rosada. Para enfrentar al kirchnerismo, Macri selló una alianza con la UCR y la Coalición Cívica, en lo que fue Cambiemos. En un intento por guardar las formas, Macri compitió en las PASO de ese año contra Ernesto Sanz y Elisa Carrió, uno por cada fuerza. Pero el hijo de los ‘90 siempre supo que era el elegido de ese frente y que por eso mismo lo había promovido.

Por aquellos días se lo escuchaba decir en off: “Los votos son míos, así que voy a decidir yo”. Y así fue. Pese a que el radicalismo le otorgó al Pro la estructura nacional que le permitió competir en condiciones y hacerle frente al aparato peronista, Macri hizo escasas concesiones al partido centenario. Ni siquiera respetó el acuerdo con Sanz, el gran promotor de esa alianza, para dispensarlo con la estratégica Jefatura de Gabinete, que terminó siendo para su fiel colaborador Marcos Peña. Molesto con ese destrato, el radical se retiró de ese gobierno antes del traspaso de mando. La traición se había configurado.

La periodista Gabriela Cerruti, actual portavoz del Gobierno, alumbró la naturaleza de Macri en su libro biográfico “El Pibe” (2010, Planeta). “Creo que la mejor definición me la dio Gregorio Chodos, que es como un padre para mí -reflexiona en esas páginas el fundador del Pro-. Él me dijo: ‘Mauricio, en la vida están los que eligen tener y los que eligen ser. Vos elegiste ser’. Y yo siento eso. Que yo tenía todo ya. Así que elegí ser«.

Ya en su gestión como presidente los radicales siguieron siendo ignorados, aunque de vez en cuando había alguna foto de ocasión para demostrar que participaban de la “toma de decisiones”. Nada más alejado de la realidad. El gobierno era comandado por el “ala dura” del Pro. Ni siquiera Rogelio Frigerio o Emilio Monzó, que pertenecían al sector dialoguista, tenían oportunidad de terciar.

Así llegó Macri a buscar su reelección en 2019, con una economía en rojo, la destrucción del consumo y un acuerdo salvaje con el FMI. Ni siquiera escuchó a su gente cuando, el día después de haber perdido las PASO por 15 puntos ante Alberto Fernández, se dedicó a retar a la sociedad por no haberlo elegido. 

Después de ese 11 de agosto el presidente traicionaría una vez más, pero ahora a sí mismo: convalidó una serie de medidas para fortalecer el ingreso -congelamiento del precio de los combustibles, aumento de salario a estatales, eliminación del IVA en alimentos, aumento de Ganancias y congelamiento de los créditos UVA, que estaban atados a la inflación-, pero nada fue suficiente. Por eso declararía más tarde que su gobierno económico había terminado el día de las PASO.

Ya como opositor al gobierno de Alberto Fernández, Macri se resguardó durante la pandemia y resurgió como un potencial candidato para 2023, obturando la posibilidad de una sucesión encarnada, por ejemplo, en Larreta. Tras retirarse de la contienda, en un anuncio que hizo vía redes sociales, se dedicó entonces a promover a Bullrich, sin preocuparse siquiera por hacer equilibrio.

Nadie esperaba que, en la última curva, el presidente que había jugado con su coalición como un titiritero terminara embelesado con Milei.

El pacto de Acassuso

Apenas 48 horas habían pasado de las elecciones de octubre cuando Macri ofició de anfitrión de una reunión secreta entre Milei y Bullrich en su casa de Acassuso. 

Ya en 2022 Macri había intentado forzar la inclusión del libertario a Juntos por el Cambio, pero la Mesa Nacional le cerró las puertas. Sin embargo Macri nunca cedió ni un centímetro en su ambición personal de continuar manejando los hilos de la oposición. O, al menos, una parte de ella.

Presos de la furia, sus socios del radicalismo le saltaron al yugular. Ya no había marcha atrás. La coalición que había ganado elecciones en 2015, 2017 y 2021, la misma del “Sí se puede”, estaba quebrada. “Macri es el responsable del fracaso de Juntos por el Cambio. Por su capricho personal destruyó las candidaturas de Larreta y Bullrich”, disparó Martín Lousteau. En la misma línea se expresó el gobernador jujeño y titular de la UCR, Gerardo Morales: “Es el gran mariscal de la derrota. Se encarga de darle letra a Milei para que nos critique”.

La UCR se quejó incluso orgánicamente. “Rechazamos posiciones unilaterales inconsultas que no expresan los valores de Juntos por el Cambio”, manifestó el centenario partido en un documento, donde además pidió “autocrítica” a los referentes de la coalición por el tercer lugar obtenido en las PASO. Teléfono para Macri y Bullrich. El ex presidente incluso llegó a decir que mucha gente se lamentó de que él no fuera el candidato.

Pero en lugar de apaciguar las aguas, el ex presidente echó más leña al fuego contra los radicales: “Si ellos lo que quieren es apoyar a Massa, que lo digan», provocó. También los acusó de «vivir transando». Fue su intento por mantenerse como outsider, que es lo que Milei vendió con éxito en estas elecciones.

Estos reiterados cruces públicos suponen ahora un futuro distinto para el frente opositor, en una reconfiguración que se dará también en el Congreso. En el Senado, Juntos por el Cambio ratificó su unidad, pero en Diputados las divisiones están latentes entre los que responden a Macri y los que apelan a la neutralidad rumbo al balotaje. 

Como la fábula del escorpión y la rana, Macri no puede cambiar su propia naturaleza. ¿Qué sigue para este dirigente que parece haber destruido su propio juguete? “Busca reordenar a Juntos por el Cambio hacia una derecha radicalizada, dejando de lado el pragmatismo y la negociación, y trata de ‘barrer’ a quienes se opusieron a ese cambio. Ahora apuesta a construir un gobierno con Milei; y en caso de que no se dé, podría erigirse en el referente de una oposición más dura”, finalizó Morresi.

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