Por Vicente Zito Lema (APe).- Memorar el horror es justo y necesario.
Porque el horror existió y muchos que lo padecieron están vivos.
Memorar el horror debe ser un acto de amor para los muertos, que están solos en la soledad de la muerte.
Y esa memoria debe estar viva, para que ese amor sea vida y no una siniestra y vacía parodia del amor.
Esa memoria, esa pasión, saben que hubo responsables del horror.
Los que de una manera y de otra manera y de mil maneras, mataron, torturaron, violaron y profanaron la vida y hasta profanaron la muerte con la desaparición de los cuerpos.
(Pobres cuerpos que nunca terminarán de ser profanados…)
Fue una gran pesadilla. Sin embargo podemos decir más: se trató de una realidad organizada.
No hubo aquí horror por el horror.
Sí, hubo aquí, horror para precisos fines. Verdugos, para uno a uno cumplir los fines.
Hablamos de los verdugos y hablamos de quienes arrimaron la soga a los verdugos y arrojaron los pobrecitos cuerpos de los sacrificados a las manos de los verdugos.
Hablamos de esos fines: sostener un sistema de reproducción material de la existencia basado en la perfección de la antropofagia; cuerpos que devoran a otros cuerpos más débiles con usura, y que destruyen a la naturaleza también con usura.
Hablamos de un poder político, de un poder económico, de un poder cultural, del poder de una iglesia que sacrifica la vida porque solo existe en la muerte.
Hablamos de unos fines: defender, profundizar, perpetuar ese poder que se sentía amenazado, y que estaba amenazado.
Miles y miles de hombres y mujeres, muchos de ellos muy jóvenes, o sea que pensaban que la vida era eterna, muchos de ellos casi niños de frentes celestes,
querían construir el reino de los cielos, aquí, en la tierra.
El amor, aquí, en la tierra; La belleza, aquí, en la tierra; La justicia, aquí, en cada pliego de la realidad de la tierra.
Y entonces supieron como hoy, que no hay amor con pobreza.
No hay belleza, con pobreza.
No hay justicia, en la manchada y desgarrada realidad de la tierra, con pobreza.
Todo hiede, todo se vuelve llaga, los cuerpos son fantasmas de las lágrimas, con pobreza.
La cara más terrible de la pobreza, la esencia más terrible de cada cuerpo, allí mismo donde yace la angustia de la finitud, es el hambre, la tristísima materialidad del hambre.
La desgracia, de la que habla el alma herida, es el hambre.
El dolor es el hambre. La muerte a caballo de la muerte, es el hambre.
Y más desgracia, más dolor, y más humillación de la vida a caballo de la muerte más muerte es el hambre que sufren los niños. (¡Oh, Dios, hay un cuchillo en esos ojos!).
Sí, hay memoria del horror porque hubo un tiempo en que los corazones se alzaron contra una manera de vida que no es vida, en el horror de todos los días…
Memorar el horror del Terror de Estado (24 de marzo de 1976), es seguir alzando el corazón y la palabra contra el horror del hambre y el crimen de la pobreza;
Que la paz sea en los espíritus cuando halla justicia en el reino de la tierra.