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Nota publicada el 11 / 04 / 2018

La política exterior de Cambiemos

 

La mirada amarilla del mundo parece desconocer los límites que exhibe el comercio mundial desde el año 2008. A su vez que la incorporación de la Argentina a la agenda norteamericana de combate al narcotráfico y al terrorismo, tiende a borrar el límite entre la Defensa y la Seguridad y vuelve a volcar a las Fuerzas Armadas hacia tareas de Seguridad Interna.

Por Gustavo Lahoud y Claudio Lozano
(con la Base Estadística de Samantha Horwitz, Javier Rameri, Ignacio Lopez Mieres, y la Investigación de Tomas Raffo, Ana Rameri, Alejandro López Mieres, Horacio Fernández y Mariana Rivolta)

Si realizamos una primera aproximación a la gestión de la administración Cambiemos en el plano internacional, podremos distinguir algunas particularidades vinculadas a las prioridades que se han fijado y las dinámicas de inserción económico-comerciales presentes en el sistema internacional. Este gobierno aparece muy fuertemente orientado a la lectura global de lo que podríamos calificar como Occidente en materia de avance de la agenda económica liberalizadora, de los intereses estratégicos globales vinculados al combate al terrorismo internacional, el crimen organizado y el narcotráfico.

A su vez, en el marco de esta cosmovisión aperturista, el gobierno nacional ha consolidado señales en dirección a una diplomacia económico-comercial centrada en la conclusión de acuerdos de libre comercio con la Unión Europea- en el marco del Mercosur- y con los Estados Unidos, lo cual abriría la perspectiva de múltiples negociaciones en áreas estratégicas que van desde bienes y servicios, propiedad intelectual hasta resolución de controversias y compras gubernamentales. Asimismo, se perfilan otros temas de carácter prioritario para la Administración Cambiemos en lo que respecta al vínculo comercial con los Estados Unidos, que van desde el definitivo levantamiento a las restricciones vigentes para la entrada de limones al mercado estadounidense, el negocio de las carnes y el acero, hasta las investigaciones realizadas por el Departamento de Comercio de los Estados Unidos sobre el biodiesel- principal producto de exportación argentino al mercado del país del norte- y la factibilidad de negociar exitosamente la reentrada de la Argentina al Sistema Generalizado de Preferencias (SGP), lo cual redundaría en la baja de aranceles para la exportación de una determinada cantidad de productos al mercado estadounidense.

En este escenario convulsionado e incierto, la Argentina de Cambiemos parece avanzar a paso firme con el único objetivo más o menos relevante que le queda por delante de cara a la reunión del G20 de noviembre de 2018.

Los europeos presionan a los países del Mercosur para una mayor y más acelerada apertura de los sectores industriales, la liberalización de las inversiones y la facilitación del comercio, la instauración de regímenes de compras gubernamentales abiertos y la consolidación de regímenes de patentes que aseguren protección de datos y tecnologías a las grandes empresas farmacéuticas, biotecnológicas y de otros sectores sensibles. A cambio, nuestros países intentan obtener mayores cuotas de ingreso a carnes y productos alimenticios varios de las cadenas agroalimentarias de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. De darse, eso redundará en la consolidación de profundas asimetrías entre ambos esquemas de integración.

También se registra una fuerte apuesta en materia energética, área en la que resaltan dos grandes objetivos de Cambiemos: apuntalar, por un lado, el incipiente proceso de inversiones en nuevos proyectos de energías renovables y, por el otro, consolidar una corriente permanente de inversiones destinadas a la nueva “joya” geoestratégica- el yacimiento neuquino Vaca Muerta-, donde se están perfilando más de veinte proyectos extractivos, en buena medida relacionados al gas no convencional. Ambas apuestas en materia energética han sido pergeñadas bajo una estructura financiera, de inversiones y de estímulos oficiales- léase, subsidios multimillonarios-, con el objetivo de “atraer” a potenciales inversores multinacionales mediante costos de oportunidad muy favorables a sus intereses.

El peligro para Latinoamérica

Las señales que la administración Cambiemos ha dado en materia de políticas de integración comercial, remiten a la búsqueda de acuerdos aperturistas enmarcados en los ejes estratégicos del Mercosur y de la Alianza del Pacífico, a tal punto que las agendas de Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay, Argentina, Colombia y Perú parecen converger en criterios de “unidad sudamericana” pensados en términos de ejes comunes para la inserción de nuestras economías en los mercados externos.
Se configura, entonces, un escenario que será importante relevar a futuro, ya que la contracara de la evolución de un esquema de “plataforma comercial exportadora” es el debilitamiento de las estrategias de cooperación y concertación político-diplomáticas y económicas entre los mismos países de la región latinoamericana, en perspectiva de lo que fue la incipiente construcción de nueva institucionalidad a través de la UNASUR y la CELAC durante la primera década de este siglo.
Incluso, los modestos avances que se habían logrado en los últimos años en lo que respecta a la posibilidad de “gestionar” nuestros propios conflictos sudamericanos a través de estrategias de concertación y coordinación político-diplomáticas en el marco de la UNASUR, crujieron al compás de la asunción de nuevos liderazgos de centro derecha y derecha.
En efecto, los graves problemas acumulados en términos de negativas gestiones gubernamentales, junto a la consolidación de procesos de corrupción público-privado generalizados, han sido el caldo de cultivo propicio para pavimentar el avance de nuevos procesos políticos conservadores en nuestra región.

Como contracara el Mercosur no debería ser pensado como una “… marca para salir afuera, sino como una herramienta para lograr una mayor integración regional. Nuestro primer anillo de política exterior pasa por la región”.
Ello resulta aún más acuciante, ante la consolidación de un patrón productivo de carácter extractivo en buena parte de nuestra región, cuyo sesgo primarizador se ha agravado al compás del crecimiento de China como socio comercial estratégico. De hecho, en la última década, el gran país asiático ha aumentado su cuota importadora e inversora en América Latina, mientras nuestros países debilitaron sus propios nexos comerciales intrarregionales, fenómeno que ha impactado severamente en el comercio entre Brasil y Argentina.

Malvinas

Por otro lado, donde se ha visualizado la preocupante carencia de una mirada integral en términos de política exterior, ha sido en el asunto Malvinas. Las fallidas escenas y acciones comunicacionales posteriores a la reunión de Macri con la flamante Primer Ministro Theresa May en septiembre de 2016, en el marco de las sesiones anuales de las Naciones Unidas, permiten observar que el pretendido objetivo de “mejorar el vínculo bilateral” a través de una agenda multitemática que permita construir “consensos” más allá del no tratamiento del tema central- es decir, la problemática del reclamo soberano argentino-, dista de ser una aproximación novedosa y creativa, ya que más bien evoca las fallidas estrategias de apertura de los ’90, carentes de esa necesaria visión integral del conflicto y de la irrefutable constatación que Gran Bretaña se ha movido- en las últimas tres décadas- bajo la política del hecho consumado, lo cual deviene del acto ilegítimo de fuerza de la ocupación militar, situación estratégica que le ha posibilitado tomar medidas unilaterales en forma sistemática en materia pesquera e hidrocarburífera.

Asimismo, ante un contexto geopolítico mundial acuciante en términos de lucha por el control y el acceso a recursos naturales estratégicos como los hidrocarburos y minerales, las Malvinas y los espacios marítimos circundantes, son parte de un renovado interés geoestratégico de los británicos y los kelpers, asociado a la potencial explotación masiva de las riquezas hidrocarburíferas existentes y a la continuidad de la explotación pesquera, con el horizonte de la proyección de poder hacia la Antártida, leído en términos de acceso y control.

En este contexto de permanente conflictividad, inestabilidad e incertidumbre estratégica, las continuas declaraciones en los ámbitos regionales de integración favorables al reclamo soberano argentino, como las que se propiciaron en el Mercosur, Parlasur, Unasur, Celac, OEA o las mismas Naciones Unidas, formaron parte de un valioso esquema de concertación y cooperación regional que ha permitido que la presión diplomática sobre el Reino Unidos crezca de manera significativa, generando un margen de maniobra mucho más sólido para la Argentina.

Los falsos enemigos internos

En otro orden, una de las tendencias más preocupantes en el escenario internacional contemporáneo, y que ha generado acciones muy concretas por parte de la Administración Cambiemos en sus dos años de gobierno, es la que vincula crecientemente las problemáticas del crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo con la necesidad imperiosa de adoptar agendas de carácter “securitista”, propaladas fundamentalmente desde los centros de poder estadounidenses a través de una compleja trama de agencias de seguridad, defensa e inteligencia.

Esta particular cosmovisión, ha impactado fuertemente en las mismas agendas de seguridad, defensa y política exterior del gobierno nacional, en cuyos intersticios se han puesto en marcha discusiones y debates no tan públicos y explícitos, sobre la necesidad estratégica de nuestro país de responder a escenarios de “nuevas amenazas”, con configuraciones de actores e intereses diversos y complejos, situación que determinaría la asunción de “nuevos roles” por parte de nuestras Fuerzas Armadas en los límites mismos de lo que las legislaciones vigentes en materia de defensa nacional y de seguridad interior- respectivamente-, permiten y habilitan. En efecto, hacia fines de 2017 y comienzos de 2018, desde el Ministerio de Defensa se han tomado un conjunto de decisiones vinculadas tanto a adquisición de material bélico bajo parámetros de secreto de Estado, como la “instalación mediática” de ciertas líneas de acción orientadas a la posible constitución de una Fuerza de Despliegue Rápido compuesta por miembros de las tres.
En tal sentido, toda nuestra región del Noroeste y del Noreste- con epicentros en Salta y Misiones-, serían los lugares indicados para poner en marcha este tipo de “acciones de coordinación y apoyo” que se harían bajo el estricto marco de las legislaciones vigentes que, recordemos, separan abierta y claramente las cuestiones e incumbencias de acción de las fuerzas de seguridad y de las Fuerzas Armadas.

Ahora, más allá que estas decisiones no se han materializado aún a comienzos de 2018, no deja de ser sugestivo que, tanto desde el Ministerio de Seguridad como desde el Ministerio de Defensa y de Relaciones Exteriores, parece abrirse paso a una agenda multitemática que vincula el “nuevo rol internacional” de la Argentina con su “vuelta al mundo” y con la consolidación de agendas abiertamente proclives a los acuerdos multilaterales de comercio y a la simultánea aceleración de agendas securitistas en el ámbito de las políticas de seguridad- con eje central en el “combate al narcotráfico” a través de nuevos y aceitados vínculos con la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos (DEA) y otras agencias federales de ese país- y, finalmente, con la adopción de cambios que devienen en políticas más o menos híbridas en la naturaleza y alcance de las misiones de las Fuerzas Armadas, cuyo rol y despliegue aparecen cada vez más vinculado con ciertas cosmovisiones que corporizan “enemigos internos” que podrían responder a lógicas desestabilizadoras y, como tales, portadoras de amenazas sui generis

En esta panoplia de cuestiones, se registran miradas oficiales más o menos ocupadas en los posibles desafíos que el terrorismo internacional podría imponer a través de “supuestas células del Hezbollah” que actuarían en la zona de la Triple Frontera argentino-paraguaya-brasileña, hasta la necesidad estratégica de “preservar la integridad de nuestros recursos naturales” en áreas sensibles y de alta conflictividad como la zona de Vaca Muerta en la cuenca neuquina. En este último caso, veamos el derrotero de los acontecimientos entre fines de 2017 y comienzos de 2018, a propósito de la muerte violenta de Rafael Nahuel- miembro de la comunidad mapuche de Bariloche-, a manos de fuerzas federales de la Prefectura, investigación que está en un completo estado de parálisis.

¿La vuelta de Doctrina Monroe?

En el plano hemisférico y regional, y muy ligado a esta cosmovisión, no deja de ser sintomático el avance relevante de las fuerzas de derecha en toda la región y la explicitación de los Estados Unidos de un mensaje elocuente que remeda la vuelta a la vieja y ya perimida Doctrina Monroe, que sirvió durante los siglos XIX y XX para avalar un sinfín de aventuras intervencionistas del país del norte en nuestra región. Y es el mismo Secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson, quien reafirmó la pertinencia y enfoques de la mencionada doctrina, en un contexto de agravamiento de las tensiones internacionales.
A su vez, es en ese preocupante contexto en el que se inscriben algunas de las decisiones que la Administración Cambiemos adoptó en relación a las nuevas agendas. En efecto, en el marco de la visita presidencial del ex Presidente de los Estados Unidos, Barak Obama- en marzo de 2016-, se pusieron en marcha iniciativas bajo el paraguas del proceso de Diálogo de Alto Nivel (DAN). Ese acuerdo general, habilitó “la creación de “centros de fusión de inteligencia” entre las fuerzas armadas y de seguridad argentinas y oficiales de la DEA, del Departamento de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense y de miembros del Comando Sur del ejército norteamericano, conducido por Kurt W. Tidd…” En verdad, aún no se sabe a ciencia cierta qué tipo de objetivos tendrían estos nuevos centros, pero sí conocemos que tanto el actual Ministro de Defensa, Oscar Aguad, como la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, han estado en los primeros días de febrero del corriente año, en visitas oficiales en estos organismos de seguridad y defensa estadounidenses.

Finalmente, y a modo de cierre de este balance inicial, es fundamental afirmar la necesidad de una mirada atenta y paciente, que no genere instancias de decisión apriorísticas y precipitadas en un contexto mundial de enorme volatilidad, y que, simultáneamente, coadyuve a la construcción de un diagnóstico complejo y múltiple sobre las oportunidades, desafíos, límites y amenazas que nuestro país afronta.
En esta línea, hacemos propias nuevamente las palabras del analista internacional Juan Tokatlian, quien sostiene que “Por años se nos ha venido notificando el fin de las ideologías, de la guerra, del Estado, de la geografía, de la soberanía, de la historia, del racismo, de la política y de la religión. Sin embargo, todos esos fenómenos y dinámicas siguen vigentes, con las marchas y contramarchas usuales de los complejos procesos humanos de largo plazo”.

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