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Nota publicada el 24 / 05 / 2017

La voluntad popular es la clave para resolver las crisis en Venezuela y Brasil

João Pedro Stedile

“Precisamos elecciones directas
y un plan popular de emergencia”

Por Joana Tavares (desde Brasil para ECUPRES)

João Pedro Stedile, dirigente del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y del Frente Brasil Popular analiza en esta entrevista el escenario político brasileño, el papel de la Red Globo, las divisiones en el campo golpista, y habla sobre la necesidad de construir un gobierno de transición y un proyecto popular para Brasil.

¿Cuál es el interés de la Globo en difundir estos audios y porqué insisten en elecciones indirectas?
–La Red Globo se convirtió en el principal partido de la burguesía brasileña. Cuida los intereses del capital, utiliza su fuerza de manipulación de la opinión pública y articula con los sectores ideológicos de la burguesía, que incluyen el Poder Judicial, algunos procuradores, y la prensa en general. Ellos saben que Brasil y el mundo viven una gran crisis económica, social y ambiental, causada por el modus operandi del capitalismo. Eso en Brasil se convirtió en una crisis política, porque la burguesía precisaba tener hegemonía en el Congreso y en el gobierno federal para poder aplicar sus planes de poner todo el peso de la salida de la crisis sobre la clase trabajadora. Por lo tanto, la Globo es mentora, y, al mismo tiempo, gestora del golpe.
Por lo tanto, poner a Temer después del impeachment de Dilma fue un tiro en el pie, ya que su bando –como lo reveló el propio Eduardo Cunha- es un bando de “lúmpenes”, oportunistas y corruptos, que no estaban preocupados con un proyecto burgués de país, sino tan solo con sus propios bolsillos.
La operación “Carne frágil” fue otro tiro en el pie, que ayudó a desacreditar al PMDB –partido de Temer-, ya que varios de ellos estaban involucrados y acabaron provocando a un sector de la burguesía agroexportadora. Ahora, ellos precisan construir una alternativa a Temer.

¿Cómo se organiza el campo golpista?
–El campo golpista está dividido desde 2014. Y eso nos ayuda. Porque en los golpes anteriores, el de 1964, y en el período de gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC) de 1994, la burguesía estaba unida, tenía un comando único, un proyecto de país y una retaguardia importante en el capital estadounidense. Ahora, no tienen proyecto de país. Perdieron la retaguardia gringa, porque se alineaban con Hilary Clinton, y quieren salvaguardar solo sus intereses económicos particulares. Como dice el sociólogo tucano (del PSDB) José de Souza Martins, “las reformas de la previsión social y del trabajo son medidas capitalistas, que aumentan la explotación de los trabajadores, pero que también son contradictorias con un proyecto capitalista de país”.
Tampoco los golpistas tienen comando único. Están divididos entre el poder económico (Meirelles –ministro de Hacienda-, JBS, etc); el grupo de lúmpenes del PMDB (Romero Jucá, líder del gobierno en el senado, Eliseu Padilha, Ministro de la Casa Civil, Temer, Moreira Franco, Jefe de la Secretaría General de la Presidencia), que tienen el poder de las leyes, pero comienzan a tener fisuras, como es el caso de Renán Calheiros. Hay también un grupo ideológico compuesto por Globo, y el Poder Judicial, pero hay muchas contradicciones internas entre ellos.
El ideal para ellos sería invisibilizar a Lula, tener un gobierno de transición, que fuese aceptado por la mayoría de la población, que podría ser hasta la ministra Carmen Lucia, hasta octubre de 2018, y ahí intentar ganar las elecciones. Pero esa división aparece también para las candidaturas, ya que todavía no consiguen construir un FHC, un Collor. Están tanteando a la opinión pública, presentando a João Doria –actual alcalde de San Pablo- o a Luciano Hulk. Pero saben, por las encuestas, que son inviables y extenderían más la crisis política.

¿Qué pueden hacer en este contexto los trabajadores y las organizaciones populares?
–Nosotros estamos debatiendo desde el año pasado, en el ámbito de los más de 80 movimientos populares y organizaciones políticas que forman parte del Frente Brasil Popular, que las salidas que le interesan a la clase trabajadora son un conjunto de medidas que se complementan. Primero, bajar a los golpistas y suspender todas las medidas legislativas que vienen tomando contra el pueblo. Después de eso, tener un gobierno de transición, que convoque a elecciones presidenciales para octubre de 2017, y que se discuta una forma de tener una reforma política inmediata, que garantice la voluntad del pueblo, y se elija un nuevo Congreso. Otro punto es que el nuevo gobierno asuma el compromiso, ya en su campaña, de convocar una Asamblea Constituyente Exclusiva para construir un nuevo modelo democrático de régimen político-electoral en el país. De forma paralela, construimos un “Plan Popular de Emergencia”, que incluye más de 70 medidas de emergencia que el gobierno de transición y el nuevo gobierno deberían implementar, que, desde nuestro punto de vista, sacarían al país de la crisis económica, social y política.
Durante la campaña electoral precisamos discutir un nuevo proyecto de país, que tome en cuenta la necesidad de reformas estructurales a mediano y largo plazo, como la reforma tributaria, la reforma de los medios de comunicación, la reforma agraria, y la propia reforma del Poder Judicial. Pero para que todo esto ocurra, los trabajadores, las masas, precisan tomar las calles de forma urgente. La fuerza del pueblo se ejerce ahí, en las movilizaciones, en las ocupaciones y la presión popular. Creo que en las próximas horas y días, habrá plenarios para debatir calendarios concretos de movilización

¿Las elecciones directas pueden traer avances al país? ¿Cómo? ¿Quiénes serían los candidatos?
–Claro, las elecciones directas para presidente y para un nuevo Congreso son una necesidad democrática, para sacar al país de la crisis política. O sea, sólo las urnas pueden conducir a un gobierno que represente los intereses de la mayoría y pueda tener legitimidad para hacer los cambios a favor del pueblo que permitan salir de la crisis económica. Porque la crisis económica es la base de toda la crisis social y política. El candidato de la clase trabajadora es Lula, que representa a las amplias mayorías del pueblo brasileño, y que se puede comprometer con un proyecto de cambios y apoyar nuestro plan de emergencia.
Probablemente, habrá otros candidatos, como Bolsonaro, el representante de la extrema derecha, Marina Silva, que intentará atraer un electorado de centro, pero su base real es apenas la iglesia Asamblea de Dios. Los “tucanos” están en crisis, porque Alckmin está involucrado en varias denuncias. Doria es un playboy de quinta categoría. Y la Globo no ha tenido tiempo de construir una alternativa, como fue Collor en 1989.

¿Cuál es la salida para impedir los retrocesos de la agenda golpista?
–Movilizar, luchar, y no salir de las calles. Debemos trabajar en la perspectiva de una huelga general por tiempo indefinido. Toda nuestra militancia social deben estar alertas, los próximos tiempos serán de batallas definitivas para definir los rumbos del país en los próximos años. La fuerza de la clase trabajadora sólo se expresa en las calles.

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Venezuela

La salida en manos del propio pueblo

Por Oscar Fortin (Desde Religión Digital para ECUPRES)

Uno tiene la impresión de volver al tiempo de Reagan y de Juan-Pablo II en su lucha común contra el comunismo. El 1º de mayo, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, firmo el decreto por el cual llama a la convocaría de una Asamblea Nacional constituyente como salida a una situación nacional en que la oposición oficial se niega en participar a una mesa de dialogo con el gobierno.

El actuar de esta oposición va mas hacia un cambio de régimen político por la vía violenta de un golpe de estado, que por la vía política y constitucional. La Asamblea Nacional Constituyente se presenta como el poder supremo del pueblo capaz de resolver los problemas y asegurar la paz.

Importa recordar que las relaciones privilegiadas de la oposición con Washington y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, le permitieron, por una parte, promover la actuación de la Carta democrática de esa misma OEA, abriendo así la puerta a una intervención militar extranjera, y, por otra parte, divulgar a través los medios de comunicación de las fuerzas dominantes del Occidente, una imagen del gobierno de Venezuela como fuente de todos los males que tocan la población.

Hay que añadir el apoyo incansable del episcopado venezolano que utiliza todos los medios a su alcance para confirmar la quiebra de un gobierno que no logra solucionar los problemas del pueblo. “No podemos olvidar ni poner de lado la tristeza y el sufrimiento que este régimen está provocando a nuestro pueblo”, dicen los obispos en su documento.

En este escenario no se habla de las conquistas revolucionarias en los campos de la salud, de la educación, del alojamiento. No hablan tampoco de las otras causas que generan esos problemas de acceso a la alimentación y a los medicamentos. No hablan de esa guerra económica que influye en la distribución de los bienes esenciales, en el clima social, político y económico. Todo está hecho para que el pueblo se ponga en contra de su gobierno, el único culpable de todo lo malo que sucede en Venezuela.

En cuanto al apoyo del pueblo a su revolución y a su gobierno, la conferencia episcopal no dice nada de los tres millones de venezolanos, venezolanas de todos los sectores que se juntaron el 23 de abril en las calles centrales de Caracas. Esos millones estaban allí no para echar piedras al presidente Maduro, sino para apoyarlo en su lucha contra una oposición vendida al Imperio, más que nunca interesado en la toma de control del Estado venezolano y de sus riquezas en petrolero y oro, entre otras. En ningún momento, la oposición logro juntar un millón de personas.

La violencia de la cual Venezuela es victima es de la misma naturaleza que la utilizada en otros países como Ucrania, Libia, Siria cuyo objetivo es crear el caos y justificar una intervención militar para terminar con los gobiernos que no se someten a las ordenes del Imperio.
En el caso de Venezuela, el presidente Maduro pone a prueba la democracia de los que quieren intervenir militarmente en manos de la misma democracia.
Al llamar a una convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, pone entre las manos de esa constituyente, compuesta de 500 personas de todos los medios y sectores sociales, políticos, y económicos, religiosos etc., electos directamente por sus correspondientes, de encontrar soluciones a los problemas.

Esta Asamblea Nacional Constituyente será capaz de abordar todos los problemas y de presentar sus soluciones. Ningún otro poder en ejerció podrá oponerse a sus decisiones (art.349).
Una fórmula que expresa bien lo que puede ser la democracia verdadera: el poder del pueblo por el pueblo.

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¿34 ALCAS?

Por Adolfo ‘Fito’Aguirre (Secretario de Relaciones Internacionales de la CTA Coordinador del Foro por los Derechos de la Niñez, la Adolescencia y la Juventud de la Provincia de Buenos Aires)

Si hay algo que se destacó durante la campaña y en los primeros meses de gobierno de Donald Trump en Estados Unidos es su rechazo a los acuerdos de libre comercio. Esto puede ser presentado como un dato positivo para los trabajadores en ambos lados de las fronteras, ya que los tratados de libre comercio son una de las principales amenazas a derechos laborales y a la organización sindical en general.

El discurso de Trump contra el NAFTA y la retirada de EEUU del proyecto del Tratado del Transpacífico (TTP) son datos auspiciantes en ese sentido. Sin embargo, no podemos engañarnos.
La agenda de Trump, interna y externa, no tiene como beneficiarios a los trabajadores, sino a las clases dominantes.
Ante esta realidad, nos preguntamos dos cuestiones: ¿Cómo se plasma esto en la agenda de libre comercio? ¿Qué impacto puede tener sobre Argentina?
Para responder a la primera cuestión, hay que tomar en cuenta que Trump, y el sector económico que lo apoya, no está en contra del libre comercio per se. Su oposición es a lo que entiende como tratados que afectaron negativamente a Estados Unidos, que supuestamente fue abusado por países como México y China. Esta visión del recorrido está lejos de la realidad. Pero es la visión que promueve el presidente norteamericano.
¿Qué significa esto? Probablemente que la agenda multilateral de libre comercio sea cambiada por una agenda bilateral, donde EEUU negocie mano a mano con cada país.
Organismos como la Organización Mundial del Comercio pierden relevancia, con la posibilidad que ante la profundización de las quejas (EEUU es el país con más demandas en contra) el país del norte se retire de esta organización. Trump quiere generalizar lo que ya comenzó haciendo con Japón y China: Una renegociación de los capítulos comerciales, con mayor preferencia a que las inversiones se queden en EEUU. Esta agenda no es fácil de llevar adelante, en especial porque no es lo que las grandes multinacionales de origen estadounidense defienden. Pero, con las concesiones adecuadas, es una posibilidad factible.

Esto nos lleva a buscar dar una respuesta a la segunda pregunta, sobre el impacto de esta agenda en la Argentina. La reunión entre Trump y Macri lo dejó bastante claro. No habrá grandes concesiones. Ni siquiera promesas concretas de una apertura del mercado yanqui a los limones argentinos. Antes gobiernos como el de Macri, subordinados totalmente a la estrategia político-económica de EEUU (gobierne Trump u Obama), podemos esperar hasta una celebración de tratados bilaterales de libre comercio, donde claramente saldríamos perdiendo.
El Mercosur es todavía un muro frente a esa posibilidad, pero dada la orientación de los gobiernos actuales de la región, la posibilidad de cambiar las reglas de negociación en bloque es alta. Macri va a intentar mostrar que la agenda del libre comercio tiene todavía cabida.
En este sentido se abre la posibilidad de pensar en 34 acuerdos bilaterales de libre comercio, que de hecho reemplacen simbólicamente al ALCA, pero dejen a nuestros países en un lugar de mayor subordinación.
Desde los trabajadores tenemos que reforzar la integración regional, demostrar que la agenda de libre comercio, bilateral o multilateral, no nos beneficia, y en especial profundizar las alianzas con sindicatos y trabajadores del norte, de EEUU, que serán claves para lograr combatir una nueva embestida del capital como la que vemos en estos días.

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