Por Julián Pilatti.- Marisol Gunther tenía 19 años cuando le dijo no a su pareja. Le dijo no a una relación enferma, llena de celos y también de maltrato, que incluso había llegado a golpizas repetidas. Marisol tenía 19 años cuando le dijo no a Ismael Albarracín, su verdugo. Marisol tenía 19 años cuando fue encontrada muerta, en un supuesto suicidio. Él la persiguió por la calle, luego de amenazarla, y con sus manos la ahorcó, con ese odio propio de aquellos que no pueden tener lo que se supone es propiedad de todo hombre. Eso pasó en el año 2011.
“Me mandé un cagadón”, les dijo a los policías Marcelo Raúl Nuñez en la madrugada del 8 de julio de 2015. Claudia Salgán era madre de tres chicos cuando fue asesinada por su marido, este la apuñaló con un destornillador porque supuestamente la había encontrado “mandándose mensajes con un flaco”. Nuñez todavía no tiene condena. A pesar de los testimonios, la Justicia prefiere investigar a la víctima, su madre contó que quieren saber “si salía con tipos, a ver con quién se acostaba”. Ella es la culpable de su propia muerte, parecieran decir los fiscales y jueces. Hombres todos ellos, por supuesto. Machos.
Desde el asesinato de Marisol al de Claudia se dieron más de mil femicidios. Solo en 2015 se contaron 286 casos y en los seis meses de este año ya suman más de 66 muertes en todo el país. Todas ellas madres, hermanas, hijas, pero sobretodo seres humanos, con historias, sueños, tristezas y esperanzas.
Los nombres de esos cuerpos
Cientos de plazas en todo el país se llenaron de mujeres y de varones para gritar por segunda vez “!Ni Una Menos!” el pasado 3 de junio. Lo que comenzó en 2015 como una convocatoria por las redes sociales se terminó desparramando a lo largo y ancho de Argentina como una verdadera expresión de lucha y reconocimiento de una de las problemáticas más graves que sufre la sociedad: Los femicidios, esa dolorosa cifra de una mujer asesinada cada 30 hs. De todas formas es imposible entender el fenómeno sin el aporte histórico del Movimiento de Mujeres, que desde hace décadas viene conquistando derechos y hace posible que convocatorias por Facebook o Twitter se vuelquen en las calles en expresiones concretas de multitudes diciendo basta. Basta del sistema patriarcal y del machismo que culturalmente enseña a las mujeres a cuidarse de no caminar en calles oscuras, pero no a los varones de ser violadores y asesinos.
En la capital de la provincia de Buenos Aires, la Plaza Moreno fue nuevamente el punto de encuentro de miles de personas, que después de un acto allí marcharon a Gobernación. Los sonidos son un intercambio de silencios sentidos, aplausos emocionados y cantos feministas. Desde el micrófono se menciona a las víctimas del cuádruple crimen en La Plata: Bárbara Santos (29), Susana Bártoli (63), Micaela Galle Santos (11) y Marisol Pereya (30), asesinadas en 2011 y aun esperando justicia. Al mismo tiempo, Patricia, la madre de Marisol Gunther, se encuentra parada con un cartel que pide justicia por su hija. Unos minutos después la madre de Claudia Salgán toma el micrófono y entre lágrimas pide que la acompañen al juicio que se realizará a fin de año, donde está segura que condenarán al asesino de su hija.
Obreras Trans
La ley 14.783 se sancionó en septiembre del año pasado y habilita un cupo laboral en el Estado para personas transexuales, travestis y transgéneros. Valentina Pereyra es trans y fue echada de su trabajo en la Municipalidad de La Plata luego de que asuma el Intendente Garro. El mandatario del PRO había opinado en plena campaña de 2015 que “jamás se me ocurriría darle trabajo a los travestis”, pero aclaró que sí los ayudaría desde lo “psicológico”, como si la disidencia sexual fuese un problema mental. Se entiende, entonces, por qué Valentina se quedó sin trabajo.
-¡Basta de violencia institucional! ¡Basta de reprimirnos! –dice ella en medio de un círculo humano que aplaude, asiente y también llora. La zona roja en La Plata ha sido militarizada desde que gobierna Cambiemos, volviendo más insegura la situación de muchas trans y trabajadoras sexuales. Pero no solo es violenta la policía sino también la Justicia, que condenó a Claudia –Trans- con el agravante de ser peruana. La discriminación y la xenofobia no solo conviven en el ciudadano de a pie. “Esperemos que nuestra lucha valga la pena, porque las compañeras se están muriendo, tenemos una expectativa de vida de 35 años. En la calle nos está matando el frío, la policía y todo tipo de violencia”, concluye Valentina.
Las astilleras
La sola palabra ´Astilleros´ remite a hombría, pero en el Astilleros Río Santiago de la ciudad de Ensenada hay una Comisión de Mujeres que hace poco se organizó precisamente en contra de la violencia machista que sufren en su trabajo. Sucedió en una escuela industrial que tiene el Astillero, luego de que una compañera sea amenazada de muerte por su jefe. Algunas se animaron a denunciarlo al gremio, pero les contestaron que no iban a intervenir por una sencilla “pelea entre trabajadores”. Fue así que algunas mujeres decidieron formar esta Comisión y luego de una larga lucha lograron sancionar al agresor.
-En una fábrica en donde todos tenemos el mismo convenio colectivo, qué casualidad que las que están precarizadas son las mujeres –expresa una de sus integrantes en la Plaza Moreno.
La organización de este grupo de trabajadoras en el Astillero es el resultado de esos repetidos padecimientos que las mujeres tienen que tolerar en un ámbito machista. Como bien se dice, el femicidio es el último eslabón de una cadena de maltratos cotidianos. Pero esta vez, las mujeres no callaron y decidieron actuar.
Vivas y en lucha
Mala Junta es una colectiva feminista que nació hace tan solo un año y ya suma a cientos de compañeras y compañeros en todo el país. Se trata de una colectiva mixto y disidente, es decir, que integra a mujeres pero también a varones, además de las disidencias sexuales. “La idea es trascender al feminismo tradicional que intenta abolir al patriarcado solo desde las mujeres. Este colectivo suma a varones y también a identidades sexuales disidentes, trans, putos, tortas. Si bien son las mujeres las que más sufren la violencia patriarcal”, explica Franco Cepeda, miembro de Mala Junta. La organización pertenece al Movimiento Popular Patria Grande y este 3 de junio acompañó al grito de “Ni Una Menos” con las consignas de la implementación efectiva de las leyes en materia de género, presupuesto real para casas de refugio para mujeres, y el reciente rechazo al vaciamiento de la Dirección de Políticas de Género de la Municipalidad de La Plata, donde se persigue a su personal por estar afiliado a ATE. Además, el feminismo popular que promueve Mala Junta intenta ampliar su lucha a las realidades de las mujeres de barrio, las doblemente condenadas por ser mujeres y pobres.
En todo el país
“A todas las mujeres les gusta que les digan un piropo, por más que les digan qué lindo culo que tenés”. Esas fueron palabras de Mauricio Macri en 2014, antes de que se sacara una foto con el cartel de “Ni una menos” durante la primer marcha del año pasado. Antes de que fuera Presidente. Resulta que ahora lo es y que gobierna un país donde alrededor de doscientas mujeres son asesinadas cada año, producto de la cultura machista que desbordan los medios de comunicación, las instituciones y las políticas. Tipos como Tinelli en la pantalla pueden causar un daño inimaginable en la educación de muchos pibes, al igual que un Presidente de la Nación con sus discursos machistas. Sin embargo este 3 de junio se reafirmó lo que ya se había expresado en las calles el año pasado, en todo el país –desde sur a norte- se manifestaron miles en contra del maltrato machista y sus consecuencias fatales.
El ‘Ni Un Menos’ fue por segunda vez una expresión nacional. Esto deja en claro que la problemática de la violencia de género y los femicidios trascienden en todas partes y en todas las clases sociales. En la capital federal miles de personas marcharon desde el Congreso hasta la histórica Plaza de Mayo. Una de las consignas más fuertes fue el pedido de libertad para Belén, la joven tucumana que luego de haber tenido un aborto espontáneo fue condenada a ocho años de prisión. Esa terrible injusticia también tuvo un paralelismo con el rechazo a la detención ilegal de la dirigente Milagro Sala en Jujuy, que por ser mujer indígena, la justicia machista y blanca de la provincia norteña la tiene secuestrada, continuando presa sin una condena concreta.
ATE y la CTA Autónoma se movilizó en todo el país acompañando estos reclamos, bajo el lema de “Ni muertas, ni despedidas, ni encarceladas. ¡Vivas nos queremos!”. Cachorro Godoy, el Secretario General del Consejo Directivo de ATE, expresó que “es necesario que no haya un aprovechamiento de las fuerzas del hombre sobre la mujer en el trabajo, así como que las mujeres no acepten la imposición de sus derechos y condición humana”.
Frente al brutal ajuste impuesto por el gobierno nacional, las mujeres son –una vez más- las más perjudicadas. Muchas tienen que soportar convivir con golpeadores por el hecho de sobrevivir económicamente. Por este motivo, la Secretaria de Organización de ATE Nacional, Silvia León, comentó que “en este modelo capitalista y patriarcal, la violencia institucional ejercida por el Gobierno les ha pegado fuerte a los trabajadores, y en particular a las mujeres trabajadoras. Este 3 de junio, además de marchar por esas políticas públicas específicas que terminen con la violencia de género marchamos por las mujeres. Para lograr nuestra autonomía, necesitamos tener un trabajo digno”.
Esta ola ya no se detendrá
Desde el pasado 3 de junio se han producido decenas de femicidios nuevos, pero también es indudable que ha crecido la organización y la dignidad por un mundo sin machismo ni violencia de género. Las mujeres se juntan, las mujeres ya no callan, las mujeres dicen basta, las mujeres gritan ni una menos.
Y de todo ese dolor se alimenta el motor para seguir gritando, una y otra vez.
Hasta la victoria.