Por Elvio Zanazzi
En 2010 se produjo la máxima filtración de documentos confidenciales que comprometieron seriamente la política exterior de Estados Unidos. Los más de 700 mil archivos secretos de la Casa Blanca y el Pentágono fueron publicados en la web de Wikileaks, una organización internacional sin ánimo de lucro dedicada a la filtración anónima de documentos confidenciales que develan comportamientos no éticos ni ortodoxos de gobiernos, religiones y empresas de todo el mundo.
Los crímenes que el gobierno de EEUU cometió en Irak y Afganistán, países a los que invadió, quedaron expuestos a los ojos del mundo: torturas, violaciones, vejámenes de los más crueles por parte de integrantes de las tropas estadounidenses, complots y mentiras del gobierno… Posteriormente filtró imágenes de militares torturando prisioneros en Guantánamo.
Julián Assange, fundador y máximo referente de WikiLeaks, alguna vez dijo: “Internet es una gigantesca máquina de espionaje al servicio del poder. Debemos luchar contra esta tendencia y convertirla en un motor de transparencia para el público, no solo para los poderosos”.
Inmediatamente después de la filtración, fue acusado de espionaje por el gobierno de EE.UU., y de ser un peligro para el mundo. Desde entonces y hasta su detención en 2019 estuvo refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, en el mismo Reino Unido donde la gran Reina sigue cumpliendo años, casi los mismos años que llevan ocupando territorios ajenos que convierten en colonias.
Nunca dejó de ser perseguido judicialmente. Finalmente, en junio último, el gobierno británico autorizó su extradición a los EEUU, tan demócratas y republicanos ellos, donde el destapador de la mugre yanqui podría ser condenado a 170 años de encierro. «Cualquiera que se preocupe por la libertad de expresión debería estar profundamente avergonzado de que se haya aprobado la extradición de Julian Assange a EEUU, el país que planeó su asesinato», señaló Wikileaks en un comunicado.
En el espejo de las contradicciones, el gobierno norteamericano prohibió la presencia de tres países latinoamericanos a la encumbrada Cumbre de las Américas realizadas en Los Ángeles, California. Lo hizo en nombre de la libertad. Pero Julián Assange les descubrió los chanchuyos que ya nadie puede silenciar si no es por la complicidad de nefastos poderes que lamentablemente incluye a gobiernos democráticos.
Las malas palabras de Assange: Tortura, crimen, mentira. Las malas palabras que no deja ni dejará proferir el poder del imperio, y que callan, cómplices y alcahuetes, muchos gobiernos del mundo.