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Nota publicada el 30 / 11 / 2022

“Los pueblos originarios deben ser protagonistas de las decisiones sobre su territorio”

Por Mariana Portilla

Foto: Luciano Dico

“Casi 250 años de la conformación del Estado argentino y los pueblos originarios todavía no tenemos el reconocimiento pleno de nuestros derechos más allá de que están escritos y los hemos ganado con lucha”, asegura Miriam Liempe, quien se hace un lugar entre reuniones y conferencias para hablar con Malas Palabras.

Miriam pertenece al pueblo de la nación Mapuche y desde hace años participa de espacios de lucha por sus reivindicaciones. Nació al sur de Chubut, en un pueblo cercano al Lago Pueblo, y fue criada por sus abuelos, mapuches los dos. A los 15 años se fue a vivir a Lincoln, provincia de Buenos Aires, y la búsqueda por empoderar a sus hermanos y hermanas la llevó a encontrar otros caminos en la gran Ciudad de Buenos Aires. Afirma que la recuperación de la filosofía del “buen vivir” en armonía con la tierra, paradigma central en la cosmovisión ancestral de los pueblos originarios, es la contracara del capitalismo y el neoliberalismo. 

Recuerda que la reforma constitucional de 1994 fue el acontecimiento histórico más importante del siglo XX para las comunidades originarias. El 11 de agosto de ese año más de 300 representantes de diversas organizaciones indígenas llegaron a la ciudad de Santa Fe para presenciar la Convención Nacional Constituyente que iba a tratar la incorporación de los derechos indígenas a la Carta Magna.

A partir de ese día se reconoció oficialmente la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos, el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural, así como la personería jurídica de sus comunidades y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan.

Si bien desde el marco jurídico hay leyes excepcionales, como la ley 26.160 de Emergencia Territorial Indígena que suspende los desalojos de las comunidades y apunta a concederles la propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan, existe una gran brecha en su aplicación. Por eso Liempe sostiene que los pueblos originarios “deben ser protagonistas de las decisiones sobre lo que pasa en su territorio”.

– La lucha de los pueblos originarios contra el saqueo y el despojo de sus territorios es persistente. Pero, ¿cómo está hoy su situación en el país? 

– Hemos sido protagonistas del reclamo por la aplicación de la Ley 26.160, una ley que prorroga los desalojos sobre el territorio argentino y, a la vez, proclama un relevamiento territorial con información y participación indígena. El año pasado hicimos sesenta días de acampe frente al Congreso para que se tratara (la prórroga de) la ley, no se pudo llevar a cabo y fue una gran desilusión para los pueblos. 

– ¿Esperaban otro acompañamiento por parte del gobierno nacional?

– El presidente Alberto Fernández había prometido que se iba a tratar (la prórroga de la Ley 26.160). Nos sorprende cómo desde un gobierno nacional y popular no se ha tratado algo tan sentido como el resguardo de los territorios.

En este último tiempo se vio agravada la relación con el gobierno cuando se focalizó al pueblo mapuche como un enemigo interno. Nos sorprendió el trato que se les dio a las hermanas mujeres trasladadas con sus niños y la violencia estructural sistemática que, aún hoy, continuamos sufriendo en torno al reclamo de nuestros territorios. 

Durante la Presidencia de Mauricio Macri hemos tenido hermanos muertos, como es el caso del hermano Rafael Nahuel –asesinado en el marco de una represión– y también de Santiago Maldonado, un aliado de nuestras luchas. Hoy tenemos además a 50 hermanos presos.

– Desde la Runasur, el foro alternativo a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), proclamaron que el restablecimiento de la paz y la armonía de los pueblos sólo será posible a través de un Estado Plurinacional. ¿Cómo es el rol de las comunidades originarias en este espacio?

– Es un rol activo. La asamblea de la Runasur es el espacio emancipatorio de las diversidades que nos consideramos anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales. Hay que poner una línea divisoria entre este sistema capitalista y nosotros. Tenemos que ir hasta ese espacio del buen vivir. Este sistema capitalista es tan depredador que pone en jaque los gobiernos progresistas y avanza sobre los territorios. Debemos amarrar la trama, fortalecerla, desde los pueblos para que sea más difícil que la destejan. 

“La lucha se hace con hermanos conscientes de la historia”

Miriam reflexiona sobre el fenómeno de resistencia de los pueblos indígenas, un fenómeno que se extiende a lo largo y ancho del continente con sus matices y sus características particulares. Es consciente que la reconfiguración geopolítica continental es una etapa favorable para las comunidades, aunque sabe que la coyuntura que atraviesa la región es extremadamente crítica, por la voracidad desestabilizadora de los poderes oligárquicos y las empresas transnacionales hegemónicas, cuyo único afán es saquear los recursos naturales y generar pobreza en los pueblos como un método de dominación. 

Miriam insiste una y otra vez en que la lucha histórica de los pueblos no es una improvisación y que desde las comunidades apuestan a una estrategia de unidad para defender y profundizar los “procesos de cambio” en la región. “La trama de lucha no se hace solo con los pueblos originarios, se hace con hermanos conscientes de la historia, con el pueblo trabajador, con los movimientos sociales, con aquellos que se sientan oprimidos. Debe nacer de nosotros esa emancipación que nos permita decir que podemos ser pueblos autogobernados”, finaliza Liempe. 

– Ante una crisis tan grande como la que estamos viviendo y con tantos años de tradición de lucha y resistencia de los pueblos, ¿crees que otro mundo es posible?

– Creemos que otro mundo es posible, pero tenemos que cambiar ya. La humanidad no se ha dado tiempo porque sigue trasgrediendo la violación a la Madre Tierra. Pero ni el planeta ni nosotros tenemos tiempo si no cambiamos los modos de vida. Otro mundo posible es con esa conciencia ganada. Los pueblos originarios han vivido ancestralmente con la práctica del buen vivir y, por lo tanto, sabemos que es posible ese mundo. El camino para transformar la realidad es desde la democracia, desde la participación política. 

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