Esta vez al diseñador de Malas Palabras lo hicimos trabajar más de la cuenta.
Nuestra propuesta de tapa fue variando, como van variando a un ritmo alocado las demostraciones de que el poder y sus canales de comunicación han elegido desde hace mucho tiempo, ametrallarnos con situaciones variadas.
Que nos indignan y nos movilizan a algunos.
Pero que paralizan a tantos, con la atención desviada hacia miradas chiquitas, y periféricas.
Años atrás el insustituible Eduardo Galeano explicaba que existía un sistema universal de poder en el que una especie de dueño invisible de las cosas provocaba que una sensación de miedo se metiera en las personas, paralizándolas frente al imaginario de que jamás iban a poder modificar ese dominio. Y así, muerta la esperanza, el máximo de los miedos pasó a ser el miedo al cambio, aseguraba.
Para darle respuestas a esa realidad, tan crudamente descripta por el maestro Galeano, nosotros decimos que en estas últimas semanas se sucedieron hechos que nos deben generar rechazos, primero, pero acciones enérgicas luego, para sí generar cambios.
“La niñez sin tiempo es la solución final que hace innecesario pensar el mañana”, define en un artículo nuestro compañero Alfredo Grande.
La pretensión de bajar la edad de punibilidad que llega al Congreso, las nenas obligadas a ser madres y la pibada en general habitante mayoritaria de ese tercio de pobreza que indigna al país, son apenas tres de las cuestiones que indignan y que, porque indignan, no serán dejadas pasar.
Si nos corremos un poco tierra adentro de Nuestramérica, los yankis financian a un soldadito pedorro de la CIA para desestabilizar a Venezuela, secuestran el dinero de las cuentas venezolanas, imponen embargos económicos, pero luego montan un espectáculo circense porque dicen querer enviarles ‘ayuda humanitaria’ a los sufridos habitantes de ese país. Demasiado grotesco como para que alguien lo crea y se quede quieto….
Más acá en el recuerdo doloroso de muertes nuestras, se monta otro espectáculo, esta vez judicial. Algunas condenas y algunas absoluciones, todo en medio de cierta estridencia por haberse llegado a la idea de justicia, se produjeron a la hora de sentenciar a quienes encubrieron el criminal atentado contra el edificio de la AMIA de 1994.
Uno podría decir que está bien, si no fuera que enseguida piensa: ¿pero y de los asesinos que cometieron el atentado en sí? ¿De los intereses internacionales que incidieron? ¿Del claro protagonismo local?….¿Solo nos preocupa los que taparon todo eso?
Un hecho pretende esconder al otro mucho más grave, más profundo, más indignante, mas para no quedarse mirando.
Todo medio así.
ELLOS nos quieren miedosos y quietitos.
NOSOTROS decimos que cada vez habrá más movimiento.
De ese, que a los del otro lado nos les gusta nada. Y que hasta les da un poquito de miedo.
Del mismo al que se refería Galeano, pero del otro lado de la cancha…