23 de enero: el zapping televisivo es una cadena mundial contra la Venezuela Bolivariana. La coordinación mediática es el correlato del movimiento sincrónico de intervención patrocinado por el gobierno de los Estados Unidos y apoyado por las administraciones derechistas del Grupo de Lima.
Por Mariano Vázquez (@marianovazkez) |
Al interior de Venezuela, la oposición demuestra la misma vergonzante sumisión que los 13 gobiernos derechistas del autodenominado Grupo de Lima (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía), que no reconocen el resultado de los comicios de mayo y el mandato constitucional del presidente Nicolás Maduro. Piden a gritos la intervención extranjera, apoyan la guerra económica y boicotean las sucesivas mesas de diálogo para solucionar la grave crisis que afecta al país.
En un mensaje televisado al mundo entero, Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, dijo: “En nombre del presidente Donald Trump y todo el pueblo estadounidense permítanme expresar el apoyo absoluto de los Estados Unidos mientras ustedes, pueblo de Venezuela, alzan su voz en un llamado a la libertad. Nicolás Maduro es un dictador sin derecho legítimo de poder”.
En tanto que en su cuenta de Twitter, el senador cuba-americano, Marco Rubio, entre citas de la Biblia lanzó una amenaza sin precisar el destinatario: “Estás a punto de cruzar una línea y desencadenar una respuesta que créeme que no estás preparado para enfrentar”.
Maduro obtuvo el 67% de los votos en una elección en la que compitieron tres candidatos de oposición. Sufragó menos del 50 por ciento del padrón electoral. Es cierto. Sin embargo, en Venezuela el voto no es obligatorio y las cifras son similares a las de otros países en los que también es optativo. Esto no la convierte en ilegítima. El voto de los venezolanos tampoco importa para uno de los mayores conspiradores contra la Venezuela Bolivariana: el secretario general de la OEA Luis Almagro, quien no cesa de llamar “dictador” y “usurpador” a Maduro.
Otra arista de la conspiración fue lanzada el 14 de enero por el presidente de Colombia, Iván Duque, que pretende sepultar a la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) para reemplazarla por un nuevo bloque de carácter derechista que se llamaría Prosur. Por eso, la caída de la Venezuela Bolivariana sería funcional a la destrucción de todos los mecanismos de integración latinoamericano-caribeña.
Agresión internacional, el deber de las izquierdas
¿Desde qué foco se analiza a Venezuela desde el triunfo de Hugo Chávez en 1998? ¿Por qué el país históricamente excluyente de la dictadura de Marco Pérez Jiménez y de los partidos tradicionales (AD y Copei) que se prestaron el poder para conservar privilegios no fue cuestionado internacionalmente? ¿Por qué callaron ante la revuelta popular de 1989, el Caracazo, que estremeció al sistema corrupto?
Chávez cambió la matriz de Venezuela: integración latinoamericana, redistribución de la riqueza y empoderamiento del pueblo. El golpe de 2002 contra su gobierno es la demostración de ese odio de clase sin pausa. Ni la derecha venezolana ni sus franquicias multinacionales ni los Estados Unidos dejaron de conspirar tras esa intentona fallida de abril de hace ya 17 años.
Los intentos para derrocar a la revolución bolivariana no ahorraron ni recursos ni inventivas: desde tradicionales golpes militares pasando por bloqueos económicos y revueltas callejeras violentas, hasta acciones diplomáticas y confabulaciones mediáticas.
“Quien quiera analizar la situación en Venezuela sobre la óptica de la formalidad democrática no está entendiendo lo que está en disputa en este país y en el mundo. El proyecto de control sobre la región precisa acabar, destruir, extinguir el ejemplo de la Venezuela Bolivariana. Desconoce que el mismo gobierno de Nicolás Maduro intentó negociar condiciones para una disputa democrática con la derecha, ella no aceptó por órdenes de Washington”, escribió el historiador venezolano Iván González en el portal brasileño Diálogos do Sul.
Afirma que en “este momento histórico esa derecha en la región y en el mundo es esencialmente fascista, racista, supremacista y anti latinoamericana. Es la misma derecha que falsificó los argumentos para la invasión de Irak, la ocupación de Libia, la guerra de destrucción de Siria y que día a día produce acciones para atacar a Venezuela”.
Para González, “Maduro y el pueblo de Venezuela no tienen otra alternativa que defender el proyecto político existente en la Constitución de 1999, que dice que Venezuela es una república independiente, soberana, antiimperialista y bolivariana. Nadie tiene que defender a Maduro y su gobierno, eso es asunto que corresponde al pueblo que lo votó, que sufre las consecuencias de los problemas del burocratismo, la corrupción y la falta de respuesta de la gestión pública”.
El historiador, además, lanza una advertencia al progresismo: “Las izquierdas de todos los tonos y países tienen el derecho de criticar y no concordar con Maduro y su gobierno. Cuestionar los errores y ofrecer posibles alternativas a los problemas, mas no pueden pretender ser ellas quienes decidan los rumbos del proceso de Venezuela. Peor aún, justificar la agresión internacional de los enemigos históricos de nuestros pueblos latinoamericanos”.
¿Democracia? No, petróleo
Ni la paz ni la democracia les interesa a los que atacan por la espalda a Venezuela. Esas miradas cándidas que deciden ignorar que este país detenta las mayores reservas de petróleo del planeta y que por ello es atacada y no por la calidad de sus instituciones. Estados Unidos quieren apropiarse de esa riqueza estratégica. Simple.
Los temerarios movimientos de Trump, secundados por gobiernos rastreros como los de Mauricio Macri (Argentina), Jair Bolsonaro (Brasil), Sebastián Piñera (Chile), Mario Abdo Benítez (Paraguay), Iván Duque (Colombia), Lenin Moreno (Ecuador), entre otros, ponen en serio peligro la paz en la región.
¿Piensan acaso que una intervención militar en Venezuela le será indiferente a los países del ALBA, como Cuba, Nicaragua, El Salvador o Bolivia? ¿Qué el México de Andrés Manuel López Obrador se callará? ¿Qué potencias aliadas como Rusia, China o Irán se quedarán de brazos cruzados? ¿Qué el propio pueblo chavista no se rebelará?
La continuidad del asedio a Venezuela agravará no solamente la situación de Maduro, sino la del pueblo. La salida es política. No es mediante una intervención ni un bloqueo ni el asedio constante, la solución es el diálogo. Un acto de agresión traerá daños duraderos a toda la región.
#23Ene
El 23 de enero hubo un pulso callejero y en las redes sociales entre sectores chavistas y opositores. Ambas marchas multitudinarias muestran un empate catastrófico entre dos visiones antagónicas.
En la noche previa, en actos vandálicos y saqueos, murieron cuatro personas.
Sectores opositores prendieron fuego al centro cultural Robert Serra, dirigente del Partidos Socialista Unido de Venezuela (PSUV), asesinado en 2014.
En Caracas, incendiaron una estatua de Chávez.
Mientras tanto, en la concentración opositora, en un acto de demagogia que solo puede agregar más tensión, el Jefe del Parlamento venezolano, Juan Guaidó, se autoproclamó como “presidente encargado del país”. El reconocimiento de Donald Trump, la OEA y otros gobiernos de la región son parte de la nueva Doctrina Monroe que se aplica a discreción sobre la Venezuela Bolivariana.
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El vuelo del águila
por Carlos Saglul * Secretario Adjunto del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA)
En línea con Estados Unidos, que lleva invadidos 72 países, el gobierno argentino ha tomado partido por un golpe de Estado en Venezuela y dilapida así la histórica posición nacional de no intervención en política interna de otros países. ¿Qué peligros encierra para nuestro país?
(Canal Abierto).- Gobierna la Argentina Hipólito Yrigoyen, el primer presidente electo luego de instaurada la Ley Sáenz Peña, un hito fundamental de la democracia y resultado de las luchas de los sectores populares que se completaría con la instauración del voto femenino en 1947, durante el gobierno de Juan Domingo Perón. Los norteamericanos han invadido Santo Domingo. Un crucero con bandera argentina, el “Nueve de Julio”, llega a la capital de ese país. En el puerto flamea la bandera del invasor.
Cuenta Manuel Gálvez que “el crucero no hace los saludos de práctica. En la ciudad piensan que algo raro ocurre en el barco. Representantes de las autoridades van hacia él. Preguntan al jefe por lo que sucede. Y el jefe, que ha sido minuciosamente instruido por el propio Yrigoyen, les contesta con estas admirables palabras: ‘Tengo orden del señor presidente de la República de saludar a la bandera de Santo Domingo; pero como no es esa la que veo en el fuerte, debo abstenerme de todo saludo’”.
Gregorio Selser completa la reconstrucción de los hechos: “en la ciudad se tiene inmediatamente noticia de estas palabras. Unas mujeres preparan una gran bandera dominicana y la levantan. Y entonces las veintiuna salvas de los cañones argentinos saludan, frente a la histórica Santo Domingo, a la desgraciada nación hermana”.
Desde su creación, los Estados Unidos ha invadido 72 países. Sus fuerzas armadas tienen bases en 63. Desde el 11 de septiembre de 2001, montaron flamantes bases militares en ocho naciones. En total, hay 255.065 efectivos militares estadounidenses desplegados en todo el mundo, según Hugh de Andrade y Bob Wing en Tropas Militares Americanas y Bases alrededor del Mundo. Ese país, que se dice “vigía de la democracia en el mundo”, bombardeó más poblaciones civiles que ninguna organización terrorista en la historia de la Humanidad.
Nombremos sólo algunos países agredidos porque la lista es demasiado larga: Guatemala, Indonesia, Cuba, Congo, Laos, Vietnam, Camboya, Granada, Líbano, El Salvador, Nicaragua, Irán, Panamá, Afganistán, Kuwait, Sudan, ex Yugoslavia, Yemen. Los golpes de Estado llevados adelante con su auspicio y financiamiento en la década del setenta dejaron como resultado millares de muertos y desaparecidos. Los casos emblemáticos han sido Chile, Argentina, Guatemala.
Con la misma impunidad y el respaldo de los organismos internacionales que maneja a su antojo y que son cómplices de las invasiones a Irak, Afganistán, Libia, Siria; Estados Unidos llama públicamente a derrocar al gobierno Venezuela. Brasil, Argentina y la OEA lo secundan.
Defender la no intervención en Venezuela no significa defender la política de Nicolás Maduro, al frente del proceso bolivariano luego de la emergencia que significó la muerte de Hugo Chávez. Estados Unidos lo sabe pero solo descansará hasta tener un gobierno títere en la mayor reserva de petróleo del mundo.
No por anunciada es menos lamentable la postura del gobierno argentino, y de ese sector de radicalismo que lo respalda. Deja arrastrarse en el barro de la historia, una de las principales banderas que heredó de sus fundadores: la política de no intervención y el no seguimiento de los atropellos imperiales a las naciones del Tercer Mundo.
A diferencia del radicalismo que puede sentir nostalgia de aquellas banderas de Hipólito Yrigoyen, Cambiemos y sus principales referentes, muchos de cuyos apellidos encuentran raigambre en la Década Infame, han sido siempre fieles sostenedores de las relaciones carnales que caracterizan a la colonia donde la única industria nacional que parece prosperar es la de la entrega.
Ya hay un base norteamericana en Vaca Muerta. El progreso de Bolivia y su política soberana es un ejemplo que Estados Unidos no tolera. La complicidad de la administración de Mauricio Macri con el golpe de Estado norteamericano que trata de imponer un presidente de facto en Venezuela es un acto de consecuencias regionales que no se agotan en Caracas.
La democracia vuelve a peligrar en el Continente.
Cuando los Estados Unidos invadieron Irak titulamos Bagdad no esta tan lejos, después siguieron por Afganistán, Libia, Siria.
Hoy las águilas ya vuelan aquí, sobre nosotros.
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Hacia dónde va el golpe de estado
La ceguera geopolítica, las democracias manipuladas, las intenciones de Washington y la apertura inexorable de las puertas del infierno.
Por Luis Bilbao (@BilbaoL)
Ignominiosa y torpe conducta del gobierno de Argentina frente al golpe de Estado -una vez más fallido- en Venezuela. Detrás de los pasos desatinados de la Casa Blanca, Mauricio Macri violó toda legalidad en la política internacional y reconoció a un oscuro títere emplazado por Washington el 23 de enero como “presidente encargado”, en fantochesco reemplazo de Nicolás Maduro.
La deshonrosa conducta del primer mandatario mancha a 45 millones de argentinos/as. Y nos responsabiliza por el lugar innoble de nuestro país en un momento crucial para América Latina.
En un conjunto tan abigarrado como diferente, masas populares salieron en defensa de la Revolución Bolivariana y su legítimo gobierno. La Fuerza Armada (Fanb) se presentó a la nación junto al ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, para respaldar a Maduro, denunciar un golpe de Estado y afirmar que impediría el deslizamiento hacia la violencia generalizada. El único éxito posible para Washington y sus epígonos suramericanos consiste en detonar una guerra fratricida. A eso están abocados ahora y en ello está involucrada Argentina y su Presidente.
¿Saben Macri y sus innobles cofrades del Grupo de Lima que están abriendo las puertas del infierno? ¿Saben periodismo y periodistas -muchos de los cuales podrían haberse comportado con un mínimo de dignidad, y no lo hicieron- que caerían bajo la barbarie si esta línea de acción se impusiera?
Personajes como Duque, Bolsonaro, Vizcarra (si usted no sabe quién es, no se culpe), Macri, Piñera, con Trump como jefe, encarnan el más inculto, inepto e inmoral elenco de presidentes jamás actuante desde Alaska a la Patagonia. Llegaron allí por dos razones sobresalientes: degradación extrema del sistema político en cada uno de sus países; incapacidad de las víctimas de esa degradación para enhebrar su propia alternativa.
Aunque rigen nuestros destinos en el torbellino de la decadencia, no pueden ver más allá de su nariz.
Les será imposible acusarnos, hoy y ante la historia, por exponer e inhabilitar la democracia burguesa como recurso para gobernar estable y pacíficamente. Quienes descreemos de ella y la denunciamos por ser instrumento mellado del capitalismo en crisis no somos quienes la inhabilitamos ensuciándola más allá de todo precedente. Son ellos, títeres de fuerzas que no comprenden y mucho menos controlan, fascistas declarados y liberales sin principios, “revoltijo de carne con madera”, quienes están clausurando para cientos de millones la imaginaria vía de transformación pacífica de nuestras sociedades en colapso. Son ellos quienes indican a presentes y futuras generaciones que bajo las normas del capital el voto es una farsa manipulada o un valor sin importancia si acaso se logra, como hizo la Revolución Bolivariana, que las mayorías ganen conciencia y el sistema comicial les permita expresarse sin subterfugios.
A comienzos de 2018, guiada por la Casa Blanca la oposición venezolana exigió adelantar las elecciones. Tras arduas negociaciones, el gobierno accedió. Se fijó la fecha y se acordaron los preparativos. En ese punto, la misma oposición que exigió el adelanto, se retiró de la confrontación electoral. Naturalmente, ganó Maduro. Y desconocieron su legitimidad. Macri y el Grupo de Lima estuvieron allí desde la primera hora. Abonaron el terreno recrudeciendo la guerra económica,aprovecharon las vacilaciones oficiales frente a la crudeza de lo que tenían delante y esperaron al 10 de enero.
Este proceso quedó registrado por adelantado, entre otros muchos textos, en “Macri contra Venezuela”, con fecha 19 de diciembre, y en “Golpe de Estado fallido e intento de guerra civil tras la asunción de Maduro”, fechado el 13 de enero pasado. Así de transparente era la maniobra contrarrevolucionaria pergeñada por los seres de gris del Departamento de Estado, articulada por hombres más grises aún, y más cobardes, con cargo de Presidentes.
Falló el golpe de Estado. Maduro sigue firme en su cargo, con amplio respaldo popular y férreo sostén de la Fuerza Armada, complementada con 1 millón 600 mil milicianos/as en armas e innumerables luchadores dispuestos a defender a Venezuela de la agresión extranjera. Está además la Asamblea Nacional Constituyente, ante la cual se abre ahora una oportunidad excepcional para dar forma institucional a un nuevo y superior nivel de la Revolución.
Cabe subrayar, sin embargo, que el propósito de Washington no es el derrocamiento del gobierno Bolivariano. Tiene la certeza de que no le será posible. Su objetivo es aplastar la Revolución no sólo en Venezuela. Necesitan derrotar a las masas desde el Bravo a la Patagonia. Por eso necesitan fracturar a Venezuela y desatar una devastadora guerra interna. Por eso tienen el apoyo de Macri y consortes.
A no dudarlo, la Revolución Bolivariana resistirá. Además del obvio respaldo de los componentes del Alba, un bloque de países de peso geopolítico decisivo enfrenta la maniobra de Washington: China, Rusia, Irán, Turquía, entre los de mayor peso en un conjunto que supera el centenar. Es de celebrar que los gobiernos de México y Uruguay no se hayan sumado a la escandalosa conducta de quienes reconocieron en cuestión de horas al títere colocado en Caracas.
En Estados Unidos, los poderes debaten si encaran o no la destitución de Trump. Ése es el grado de fortaleza del atacante. En Colombia, Brasil, Perú y Chile, los presidentes tambalean como beodos. En Argentina, Macri tiene más firmes los pies que todos ellos, sólo que sobre un cenagal, que lo devorará incluso si lograra vencer las elecciones de octubre próximo.
Es un momento difícil en las relaciones de fuerzas en Suramérica. Mucho depende de Venezuela y ésa es la causa por la cual Washington pretende desatar una guerra interna que, inexorablemente, se extendería a toda la región.
¡Que la historia contemple a los titulares del Cartel de Lima como promotores de una guerra fratricida a escala latinoamericana, en beneficio del gran capital y del agonizante imperio estadounidense!
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DEFINICIÓN DEL CISMA GEOPOLÍTICO GLOBAL
Rafael Bautista, filósofo y escritor boliviano, es autor de: “El tablero del siglo XXI. Geopolítica des-colonial de un orden global post-occidental, en el que se mira en profundidad al mundo y se adentra en lo que vendrá en los tiempos no tan futuros. Dirige “el taller de la descolonización” y a través de varias notas, de las que tomamos algunos segmentos, nos hace entender el por qué Venezuela es el objetivo yanki del momento
Si el fracaso en Irak y Afganistán marcó el inicio de la declinación hegemónica imperial; la reciente salida del ejército gringo de Siria significa la salida terminante del mundo unipolar de la escena global. Pero ello no produce todavía el fin del Imperio, tampoco el actual des-orden tripolar (China-Rusia-USA) representa la nueva fisonomía mundial; porque lo que manifiesta este des-orden es la zozobra misma que infunde un periodo de transición sin destino definido. La transición misma manifiesta el drama actual sin rótulo a la vista; ésta sólo tendría sentido propositivo si apunta a una total reconfiguración del tablero geopolítico impuesto desde el siglo XVI por las potencias occidentales, y esto significaría, ni más ni menos, el fin del mundo moderno y su geopolítica imperial centro-periferia.
…En ese sentido, una vez que USA se retira de Siria, no hacía falta adivinar dónde iba a relocalizar su poder estratégico, es decir, su reposición geopolítica. Ya no posee poder disuasivo contra Rusia ni contra China (la puesta en operación del misil hipersónico ruso Avangard y la misión china al lado oscuro de la Luna, dejaba a USA en la categoría del atraso civilizatorio); tampoco Irán, India, Corea del Norte o Turquía, se arredran ante el poder bélico gringo. Después de fracasado el plan del “Medio Oriente Ampliado” –o sea, el control de los hidrocarburos de la franja Irán-Irak-Siria– y de haber repuesto, para su desgracia, el área de influencia ruso en el Mediterráneo oriental, el desplazamiento de sus ejércitos sólo podía tener un único destino: la Cuenca del Caribe.
No tardó mucho el Grupo de Lima, a la cabeza de Macri, Duque y Bolsonaro, en apoyar la decisión del régimen gringo de reconocer al improvisado presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como “presidente delfín” de Venezuela. Pero este nuevo golpe de Estado (el anterior duró 2 días, del 11 al 13 de febrero del 2002) ya no busca una simple remoción presidencial sino trasladar a Sudamérica el laboratorio que se impuso en Siria, es decir, la doctrina Rumsfeld-Cebrowski o destrucción sistemática de estructuras estatales con repercusión regional.
…Un gobierno paralelo (con aval del Ministerio de Colonias –OEA–) sólo puede conducir a un des-gobierno, y esto, a la guerra civil; pero con ello, todos los gobiernos involucrados atizan su propia desestabilización. Como señala Tierry Meyssan, éste es el esquema que se activó en Siria el 2011: la OEA asume el papel de la “Liga Árabe”, el “Grupo de Lima” hace el papel de los “Amigos de Siria” y Juan Guaidó asume el papel del jefe de la oposición siria Burhan Ghalioun (típico peón que sale de escena una vez que el conflicto estalla).
…Sumir a la región al caos creciente es el plan del Departamento de Defensa “core and the gap”. El plan que se inicia en Venezuela conduce a desestabilizar de tal forma a la región, que el “desastre humanitario” da pie a una intervención militar que, como en el caso de Irak, Siria o Libia, atiza todos los conflictos existentes para que la combustión produzca una inflación política de consecuencias incalculables.
Todo lo que han venido haciendo USA y el Grupo de Lima ha sido crear la escenografía de la guerra de intervención: Exxon Mobil intentó provocar aquello cuando uno de sus barcos prospectivos provocan la movilización de la armada venezolana al atravesar la zona en litigio entre Guyana y Venezuela y violar soberanía marítima venezolana (la versión adulterada de la transnacional petrolera le bastó al Grupo de Lima para denunciar al gobierno bolivariano como un peligro regional). No olvidemos que la auto-proclamación de Guaidó es precedida por las declaraciones del presidente brasilero Bolsonaro, en el reciente Foro Económico Mundial de Davos: “no queremos una América bolivariana”. Es decir, el golpe estaba siendo digitado mientras se creaba, en la opinión pública mundial, una renovada animadversión a la figura de Maduro y el chavismo.
Lo que viene mediática y cibernéticamente, es exasperar a la opinión pública hasta la conmoción, o sea, la guerra civil; de modo que una intervención militar aparezca como lo más sensato y humano que pueda pasar.
Pero esto no es el fin del conflicto sino el preludio del caos.
Si en Venezuela se operase una “limpieza ideológica”, en Brasil se mostraría lo que ello significa; no tardarían los demás gobiernos en aducir la influencia chavista para conculcar todo ejercicio democrático (eso es lo que ya claman los sicarios mediáticos, desde Miami hasta Buenos Aires, alimentando el odio en una sociedad atravesada por los prejuicios gringos).
La activación de una renovada Doctrina Monroe tiene por objetivo cerrar todo acceso a la influencia rusa y china. Sólo de ese modo, en el des-orden tripolar, USA garantiza su poder estratégico disuasivo tomado de rehén a todo el continente. Esto no significa reponer la guerra fría sino partir literalmente al mundo en dos, donde la estabilidad sea la nueva mercancía cuyo único proveedor sea el Imperio en su etapa post-imperial.
La jugada estratégica que hace el presidente Maduro es su acercamiento a Rusia, China, Irán y Turquía. Como en el caso de Vietnam, la supervivencia de un país chico, consiste en hacer que su independencia sea del interés geopolítico de las potencias emergentes. De ese modo, la cortina diplomática golpista no prospera; por ello la precocidad del régimen de Washington y del Grupo de Lima, manifiestan una ligereza que ya no sorprende. El mundo ya no es unipolar y, si la OEA no puede emitir una declaración conjunta contra Venezuela, tampoco puede hacerlo la Unión Europea. El apoyo de Rusia al presidente legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro, pone las cosas en su sitio.
Por ello el golpe no puede prosperar de modo inmediato, porque la tensión se dirige a definir el cisma geopolítico global: si USA no cuenta con el acceso expedito a los recursos estratégicos de la Cuenca del Caribe (que es también el acceso al Amazonas y a la Cuenca Guaraní), entonces el equilibrio de poderes en el des-orden tripolar frena los afanes expansivos de una más salvaje re-colonización post-imperial. Rusia y China ya saben lo que significa reducirse a ser periferia. Lo que deben aprender es que aspirar a ser centro constituye la trampa imperial.
Esto significa que, en medio del des-orden global, un orden multi-polar sólo puede ser transición a la cero-polaridad. Esto es lo que significaría un nuevo orden mundial post-occidental. Y esto es lo que ha de definirse en Sudamérica; pues si algo ambiciona USA para reponer su hegemonía global, a la fuerza, es la reserva petrolífera más grande del planeta, o sea, la franja del Orinoco.
Los gobiernos europeos se hallan lejos de aprovechar esta coyuntura para distanciarse de la influencia gringa, no sólo por sus problemas internos que ya no tienen repercusión global, sino que la consumación del cisma geopolítico a definirse en Sudamérica, hace que su importancia quede relativizada (su acercamiento a Rusia y China no puede comprometer su adscripción al liderazgo gringo, pues lo que se halla en juego es el futuro mismo de Europa).
Lo que le queda al Imperio, en connivencia con los poderes fácticos, es lo que apuesta su más reciente doctrina “core and the gap”, esto significa, constituirse en único administrador del mundo integrado y del mundo del caos. El Imperio no deja de jugar a ser Dios; porque se pone como administrador de la vida y de la muerte; porque ahora pretende dividir el mundo en el orden que lo garantizarían sus ejércitos, y el caos, que también lo garantizarían sus ejércitos. Por eso el interés en derrocar a Maduro, porque sus ejércitos (militares, cibernéticos y mediáticos) requieren de base energética y eso es lo que la franja del Orinoco posee. No hay proyecto imperial sin geopolítica y no hay geopolítica sin base energética estratégica. El Imperio se juega todo, porque en su reposición hegemónica no apuesta a algo sino a todo. Sólo se es Imperio de ese modo.
La crisis chavista
….Que la revolución bolivariana tenga graves déficits –corrupción, falta de cumplimientos de las metas transformadoras, etc.- no justifica ni siquiera la irresponsable toma de distancia de lo que podría significar una catástrofe regional. Hay que decirlo: no sabemos lo que es la guerra. Y lo que pretenden las nuevas políticas imperiales es desatar el famoso “caos constructivo” en el continente. Venezuela sería sólo el inicio de una nueva Siria extendida a todo el arco del “mundo no integrado”, según el nuevo mapa global del Pentágono. El “mundo no integrado” son los países con recursos estratégicos que conforman la periferia mundial. Para la nueva doctrina straussiana de los “neocons” (quienes acaban de ingresar en el régimen Trump, como John Bolton, Mike Pompeo o Elliot Abrams), el nuevo plan consiste en destruir a los Estados del arco del “mundo no integrado”, es decir, someter al mundo a la jerarquía naturalizada que impone el excepcionalismo gringo.
Porque ya se les acaba la bonanza del fracking; las petroleras gringas ya estiman 300.000 millones de $US de pérdida con la burbuja del gas y petróleo no convencionales (burbuja financiada con dinero público que dejará a los contribuyentes norteamericanos actuales y futuros con deudas sumamente onerosas). Como destaca Dmitry Orlov, el auge de producción de petróleo no convencional, en USA, ha llegado a su fin; pero no pueden bajar su consumo insensato, de más del 20% de petróleo mundial.
La baja de producción de petróleo ya anunciada por Rusia y Arabia Saudita configura un escenario futuro de escasez global; esto explica la precocidad y desesperación en la arremetida imperial contra Venezuela, el mayor reservorio certificado de petróleo del planeta (el Departamento de Defensa gringo, siendo el mayor consumidor, necesita de las reservas venezolanas para movilizar sus más de 900 bases militares en el mundo y asegurar la base energética de restauración imperial).
…Todas las iniciativas de Duque y Bolsonaro van más allá de la simple destitución de Maduro. Lo que se busca es la restauración de la hegemonía imperial y esto es lo que explica el comedido accionar de sus lacayos presidentes. Lo triste es que esa restauración signifique la balcanización de toda Latinoamérica. Hasta la presencia de Manuel López Obrador como presidente mexicano les incomoda, por eso ya se escuchan amenazas de magnicidio, reeditando el episodio Colosio. Nuestras naciones deben comprender que se trata de una amenaza continental, cuyo precedente se halla en las recientes intervenciones en Irak, Siria y Libia por parte del Imperio en decadencia.
…Creer que todo se debe a desaciertos internos –en el caso de Venezuela– es pecar de ingenuo y no advertir que, a toda medida económica que podía haber emprendido el gobierno de Maduro, los poderes fácticos, subsidiarios de la política imperial, no iban a quedarse de brazos cruzados (y cuando esa respuesta imperial nunca entra en el análisis, se muestra la miseria del examen unilateral de coyuntura).
…Parece que nadie ha aprendido nada de lo que pasó en Libia. Allí caló más en la idiosincrasia pedestre la defenestración de Muamar al Gadafi que la simple constatación de los verdaderos intereses de Occidente.
Ni siquiera la opinión pública supo cuestionar la cínica declaración hilarante de la ex secretaria de Estado Hilary Clinton cuando invadieron Libia: “nosotros vinimos, vimos y él murió”.