Por Florencia Mártire
“En marzo sería la quinta vez que nos tenemos que mudar”, dice Delina Puma Rocabado, pequeña productora agroecológica e integrante de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Remata la frase con una risa resignada. No quiere dejar el campo de seis hectáreas que alquila con su familia en la localidad de Abasto, en la ciudad de La Plata, donde se ubica el cinturón hortícola que abastece de frutas y verduras a la mayoría de las provincias del país.
A esta mujer campesina que llegó de Bolivia en 2010 para trabajar la tierra, como lo habían hecho sus ancestros en otros suelos, le gustaría permanecer en un mismo espacio por mucho tiempo. Esa palabra se vuelve recurrente en el diálogo de Delina con Malas Palabras. En su boca, “permanecer” engloba el deseo de poder comprar un pedazo de tierra donde establecerse junto a su familia y seguir produciendo sin tener que empezar de cero cada vez que se termina un contrato de alquiler, lo que sucede en promedio cada tres años.
A Delina no le tiembla la voz. Estuvo reunida con el presidente Alberto Fernández a principios de 2021, junto a integrantes de otras organizaciones de la agricultura familiar, en lo que algunos medios titularon “Una campesina en la Casa Rosada”; tiene una charla TED x Río de La Plata, llamada “¿Cómo se llega a la agroecología?”; y viaja a donde haga falta para brindar conversatorios y capacitar sobre el modelo de producción sostenible.
En esta entrevista, Delina Puma Rocabado cuenta en primera persona cómo trabaja una pequeña familia productora en la Argentina de hoy, se mete de lleno en el modelo agroecológico y expone las principales dificultades que atentan contra el crecimiento sostenido del campo que alimenta.
-¿Cómo es alquilar un campo para una pequeña familia productora?
Es un problema el tema de la tierra. Ya son cuatro veces que nos mudamos de campo. Cada tres años más o menos. En el campo en el que estamos ahora se nos vence el contrato de alquiler en marzo del 2023 y el campo ya se vendió, así que vamos a tener que desalojar de nuevo. Ahora en marzo sería la quinta vez que nos tenemos que mudar.
Es muy difícil quedarte más de tres años en un campo. Teníamos la esperanza de quedarnos ahora un poco más de tiempo. Toda esta zona ahora se está convirtiendo en barrio y está avanzando la ciudad. Toda la tierra está pensada para loteo.
Pensar en la posibilidad de comprar un terreno o tener la posibilidad de estar muchos años en el mismo lugar es imposible para una pequeña familia productora como nosotros. Sí pudimos mejorar mucho en la producción a lo largo de estos años, pero de ahí a poder tener una tierra donde se pueda producir es imposible.
-¿Se trabaja y se trabaja pero nunca se llega a comprar un pedazo de tierra?
Es impensable. Es en dólares y todos los años suben los precios de las tierras. Y las zonas cercanas a una ruta o accesibles a una escuela, a un hospital, son mucho más caras todavía. Ya se venden fraccionadas directamente para el loteo. Por aquí está alrededor de los 25.000 dólares un lote de 15 x 30. Es impagable.
Una familia promedio necesita de una a dos hectáreas para producir. Con eso se puede producir tranquilamente todo el año. Nosotros encontramos un campo que era grande y se alquilaba todo junto. Pero es raro que una familia pueda tener un campo así de grande.
-¿Qué medidas hacen falta para facilitar el acceso a tierras destinadas a pequeños cultivos?
Venimos presentando la propuesta de ley de Acceso a la Tierra desde hace más de cuatro años desde la UTT. Es similar al Procrear. Poder acceder a un crédito donde vos puedas comprar la tierra y pagarla. En vez de pagar un alquiler podrías estar pagando tranquilamente la cuota de tu propia tierra.
Para entrar en un campo y comprarlo necesitás un monto inicial, y ese es el problema que tienen todas las familias: no poder tener el dinero suficiente para poder reservar un campo y después ir pagándolo de a poco.
Pero poder acceder a algún crédito blando que le dé la posibilidad a una familia de pagar su tierra sería ideal. Hace cuatro años que nos rebotan la propuesta y no avanza la ley de Acceso a la Tierra.
-¿Por qué creés que no avanza la ley de Acceso a la Tierra en el Congreso?
Hay muchos intereses de por medio. Más del 90% de las familias productoras en el cinturón hortícola de La Plata alquilan. Es un negocio. El día que un productor tenga su propia tierra se les cae un negocio millonario. No le conviene a nadie, solo a las familias productoras.
Yo creo que no avanza porque va contra intereses grandes y contra el interés inmobiliario y la especulación. Tampoco hay un impulso para hacer que esto pueda ser posible o que se pueda cambiar.
El año pasado estuvo a punto de ingresar el proyecto de ley pero se echó para atrás. Pero vamos a seguir presentándola. Eso les daría una solución a miles de familias para acceder a la propia tierra; ahí se puede planificar una producción, se puede establecer una familia.
-¿Qué otras problemáticas tienen las pequeñas familias productoras?
Hoy en día todos los que viven en el campo viven en casillas de madera, muy precarias. A la semana tenemos uno o dos incendios por las malas instalaciones, las malas conexiones de luz. Una estructura de material no se puede construir, sabiendo que a los dos o tres años te vas a tener que volver a ir. Y todo lo que se invierte en un campo no se recupera cuando te vas. Las mejoras quedan en el espacio y eso hace que los lotes y los terrenos suban de valor. Los mejoramientos de los caminos, los servicios, todo lo que llega lo que tiene que pagar un productor cuando entra a un campo.
Cuando te vas no se te reconoce nada. Al menos en lo que son las viviendas no se invierte mucho porque ya directamente en los contratos no se te permite edificar. En el caso que construyas algo se va a quedar en el espacio o te lo tienes que llevar. Hay contratos en los que directamente no se permite plantar árboles. Se te entrega un campo limpio y cuando sales tienes que entregarlo limpio. Y si queda algo después tienes que pagar para que se lo limpie. Es difícil establecerse en un lugar y poder pensar a futuro o poder quedarse mucho tiempo en un campo.
-¿Hay ayudas por parte de los gobiernos nacional, provincial o municipal?
Hay algunas ayudas cuando hay temporales, pero no llega la ayuda a todas las familias. De diez productores, a uno le llegará algo. Cada vez se vacían más los ministerios. Ahora al Ministerio de Agricultura de la Nación se le bajó el rango a Secretaría. Los mismos presupuestos destinados a la agricultura familiar se están desfinanciando.
Los técnicos cada vez son menos. No llegan al territorio. No tienen las posibilidades de llegar. A veces llegan pero tarde. Muchas veces una respuesta que se le tiene que dar a una familia productora es de un día para el otro y a los tiempos del gobierno, todo lo que es esperar una ayuda, a veces tarda meses, años. Muchas veces las mismas familias u organizaciones terminan haciendo lo que el gobierno no hace, o a donde no llega muchas veces son las organizaciones las que tienen que hacer por su cuenta o ayudar como puedan. Hay un vacío grande por fortalecer la agricultura familiar y llegar con propuestas que ayuden a la producción.
-¿Cuáles son los principales canales de comercialización de su producción?
Desde hace más o menos cinco años, desde que entramos a la UTT, empezamos a vender de manera propia, vamos a algunas ferias, vendemos bolsones y también mucha de nuestra producción va a la comercialización propia de la organización. Tenemos espacios propios mayoristas donde se vende la producción por cajón, tenemos almacenes y en cada espacio vamos abriendo también verdulerías, nodos de consumo. Ahí lo bueno que nosotros pudimos hacer es poder tener un precio mucho mejor que el que te paga un camionero o el que te paga el mercado. Nosotros mismos hacemos asambleas con todos los productores y fijamos un precio.
Pero de mil familias, cien hacen agroecología. Acá en el cinturón debemos ser más o menos trescientas familias haciendo agroecología. Después, otras seis mil familias que están en La Plata siguen produciendo de manera convencional y sacando la producción hacia afuera. Porque es mucha cantidad y muchas toneladas que se mueven por día.
Desde la organización lo que tratamos de hacer es, por un lado, acompañar a las familias, y por otro lado hacer que cambien la forma de producir. Es muy difícil acompañar, hacer un seguimiento técnico, llegar a los territorios. Todo eso implica mucho desgaste y tener las herramientas para poder llegar, herramientas que debería ponerlas el mismo Estado, que hoy en día no llegan. Nosotros con mucho esfuerzo y con mucho trabajo tratamos de llegar y de a poco vamos transformando las realidades.
-¿Considerás que la forma de producción agroecológica está extendida entre los consumidores?
No se conoce todavía a fondo. No hay mucha difusión y el que conoce sobre la producción sana es gente que tiene que buscar información por su cuenta. Por nuestros canales de comercialización pudimos llegar a un público más de clase media. Pero acá la idea no es que el alimento sano sea accesible solo para el que lo puede pagar sino que sea accesible para todos. Muchas veces se confunde que el que puede consumir sano tiene que ser alguien que sí lo puede pagar. Nuestro objetivo es que el alimento le llegue a todos y que no sea un privilegio sino que sea un derecho.
Hoy capaz que alguien va a una verdulería común, no sabe de dónde viene esa producción, no sabe quién la produce, no se sabe cómo se produce. Y estamos pensando que si comemos una verdura estamos comiendo algo sano, pero detrás de eso puede ser que haya explotación laboral, mucho sacrificio de familias, abuso de agroquímicos… Hoy en día no hay nada que regule la producción.
Esa información, si no es empujada por las mismas organizaciones, no llega directamente a todos los consumidores. Es algo que hay que seguir difundiendo. Estos años con la pandemia y con la organización se pudo hacer conocer más pero hay mucho trabajo por hacer todavía para que los mismos consumidores sepan que muchas veces al comprar en una feria o al ayudar a un productor están ayudando a que esas familias cambien la forma de producir.
Las que empujan todo esto son mujeres y es importante valorar ese trabajo que muchas veces no se ve. Detrás de todo esto hay miles de compañeras trabajando y peleando para que se cambie la forma de producir. Incluso son ellas las que a veces se tienen que poner de frente al compañero y decirle: “hay que producir de otra manera”.